Los científicos advierten del "sombrío futuro cibernético" de las interfaces cerebro-ordenador

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Los científicos advierten del "sombrío futuro cibernético" de las interfaces cerebro-ordenador
Un esquema muestra los pasos necesarios para el funcionamiento del eBCI. Los sensores de EEG adquieren señales eléctricas del cerebro, que se procesan y emiten para controlar dispositivos externos. Crédito: Portillo-Lara et al.


Cuidado con la brecha: Estado de las tecnologías y aplicaciones de las interfaces cerebro-ordenador basadas en el EEG.

Los investigadores advierten de las posibles consecuencias sociales, éticas y legales de las tecnologías que interactúan fuertemente con el cerebro humano.

Superar las limitaciones biológicas del cerebro y utilizar la mente para interactuar con dispositivos electrónicos externos y controlarlos puede parecer un futuro cibernético lejano, pero podría llegar antes de lo que pensamos.

Investigadores del Imperial College de Londres han realizado una revisión de los modernos dispositivos comerciales de interfaz cerebro-ordenador (BCI), y analizan las principales limitaciones tecnológicas y los problemas humanitarios de estos dispositivos en APL Bioengineering, de AIP Publishing.

El método más prometedor para conseguir aplicaciones BCI en el mundo real es la electroencefalografía (EEG), un método de monitorización del cerebro de forma no invasiva a través de su actividad eléctrica. Las BCI basadas en la EEG, o eBCI, requerirán una serie de avances tecnológicos antes de su uso generalizado, pero lo más importante es que plantearán una serie de problemas sociales, éticos y legales. 

Aunque es difícil entender exactamente lo que experimenta un usuario cuando maneja un dispositivo externo con un eBCI, algunas cosas son ciertas. Por un lado, los eBCI pueden comunicarse en ambos sentidos. Esto permite a una persona controlar la electrónica, lo que resulta especialmente útil para los pacientes médicos que necesitan ayuda para controlar las sillas de ruedas, por ejemplo, pero también cambia potencialmente el funcionamiento del cerebro.

"Para algunos de estos pacientes, estos dispositivos se convierten en una parte tan integrada de sí mismos que se niegan a que se los quiten al final del ensayo clínico", afirma Rylie Green, una de las autoras. "Cada vez es más evidente que las neurotecnologías tienen el potencial de moldear profundamente nuestra propia experiencia humana y nuestro sentido del yo".

Aparte de estos efectos secundarios mentales y fisiológicos potencialmente sombríos, la preocupación por la propiedad intelectual también es un problema y puede permitir que las empresas privadas que desarrollen tecnologías de ICMe se apropien de los datos neuronales de los usuarios.

"Esto es especialmente preocupante, ya que los datos neuronales suelen considerarse la información más íntima y privada que podría asociarse a un usuario determinado", afirma Roberto Portillo-Lara, otro de los autores. "Esto se debe principalmente a que, aparte de su valor diagnóstico, los datos de EEG podrían utilizarse para inferir estados emocionales y cognitivos, lo que proporcionaría una visión sin precedentes de las intenciones, preferencias y emociones del usuario".

A medida que aumenta la disponibilidad de estas plataformas más allá del tratamiento médico, las disparidades en el acceso a estas tecnologías pueden exacerbar las desigualdades sociales existentes. Por ejemplo, las eBCI pueden utilizarse para la mejora cognitiva y provocar desequilibrios extremos en los éxitos académicos o profesionales y en los avances educativos.

"Este sombrío panorama plantea un interesante dilema sobre el papel de los responsables políticos en la comercialización de las ICB", afirma Green. "¿Deben intervenir los organismos reguladores para evitar el mal uso y el acceso desigual a la neurotecnología? ¿Debe la sociedad seguir, en cambio, el camino emprendido por innovaciones anteriores, como Internet o el teléfono inteligente, que en un principio se dirigían a nichos de mercado, pero ahora se comercializan a escala mundial?"

La autora hace un llamamiento a los responsables políticos mundiales, a los neurocientíficos, a los fabricantes y a los posibles usuarios de estas tecnologías para que empiecen a mantener estas conversaciones desde el principio y colaboren para dar respuesta a estas difíciles cuestiones morales.

"A pesar de los riesgos potenciales, la capacidad de integrar la sofisticación de la mente humana con las capacidades de la tecnología moderna constituye un logro científico sin precedentes, que está empezando a desafiar nuestras propias ideas preconcebidas sobre lo que es ser humano", dijo Green.

Fuentes, créditos y referencias:

Referencia: "Mind the gap: State-of-the-art technologies and applications for EEG-based brain-computer interfaces" de Roberto Portillo-Lara, Bogachan Tahirbegi, Christopher A.R. Chapman, Josef A. Goding y Rylie A. Green, 20 de julio de 2021, APL Bioengineering.
DOI: 10.1063/5.0047237


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