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No es fácil predecir cómo van a responder los animales -desde los insectos hasta los peces- al cambio climático y, especialmente, a las temperaturas extremas. Esta falta de conocimiento dificulta nuestra capacidad para predecir la vulnerabilidad de estos animales al cambio climático.
"Tenemos que mejorar continuamente nuestra capacidad de predecir y mitigar los efectos del cambio climático. Una de las formas de hacerlo es comprender mejor cómo responden los animales al cambio climático e incorporar cualquier información relevante a la medición del riesgo", afirma la Dra. Susana Clusella-Trullas, científica especializada en cambio climático del Departamento de Botánica y Zoología de la Universidad de Stellenbosch (SU).
Dirige un equipo de científicos de la SU y de la Universidad de Melbourne (Australia), y juntos han hecho varias propuestas sobre cómo mejorar el actual índice de vulnerabilidad térmica, ampliamente adoptado, en una reciente publicación en la revista de alto nivel Trends in Ecology and Evolution.
La investigadora afirma que la previsión de la vulnerabilidad de las especies al cambio climático requiere las herramientas adecuadas para el trabajo y saber qué herramientas aplicar en una situación concreta es una empresa difícil.
Los índices de vulnerabilidad actuales se basan en la influencia directa de las variables climáticas, sobre todo la temperatura, en el rendimiento de los organismos: "Miden hasta qué punto los límites de rendimiento, como las temperaturas a las que ya no se puede mantener la locomoción o el crecimiento, pueden acercarse o superarse con el calentamiento del clima. Los gestores y los profesionales deben ser capaces de comprender rápidamente los posibles pros y contras de los principales enfoques para inferir los riesgos del cambio climático. Con las herramientas adecuadas y los índices de vulnerabilidad al cambio climático, esto les permitirá tomar mejores decisiones, mitigar los impactos indeseables y planificar en consecuencia la conservación de las especies amenazadas", explica.
Sin embargo, sigue habiendo un gran debate y poco consenso sobre la mejor manera de conseguirlo, y la diversidad de métricas y enfoques disponibles puede resultar abrumadora. Saber qué herramientas seleccionar, cuándo utilizarlas y qué interpretaciones pueden hacerse no es sencillo y puede llevar a la confusión en la literatura científica, lo que a su vez repercute en la incertidumbre del público y ralentiza la elaboración de políticas eficaces.
El equipo de autores sostiene que hay muchos sesgos implícitos y a menudo no probados en los actuales índices térmicos diseñados para medir la vulnerabilidad al cambio climático. Estos sesgos se extienden a la forma en que se caracteriza el paisaje térmico para cuantificar el estrés ambiental que experimentan los animales y cómo responden, desde un punto de vista conductual o fisiológico, a un calentamiento más frecuente y severo.
"Es muy difícil idear una prueba de vulnerabilidad en un tubo de ensayo de laboratorio que refleje con exactitud lo que ocurre en la naturaleza, donde los animales pueden adaptarse a un estrés", afirma el profesor Ary Hoffmann, de la Universidad de Melbourne. "Sin embargo, a menudo sacamos conclusiones sobre la vulnerabilidad basándonos en esas evaluaciones". Su artículo describe además los enfoques para validar las aplicaciones de los índices de vulnerabilidad y analiza los aspectos clave que deben tenerse en cuenta para seguir desarrollando estos índices.
Fuentes, créditos y referencias:
Susana Clusella-Trullas et al, How useful are thermal vulnerability indices?, Trends in Ecology & Evolution (2021). DOI: 10.1016/j.tree.2021.07.001