Vea También
Erupción volcánica de La Palma. Wikimedia Commons / Eduardo Robaina, CC BY-SA Joan Martí Molist, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) |
Como toda erupción volcánica, entraña un riesgo porque ha habido perdidas importantes y habrá más si el evento continúa, pero el riesgo para la población es mínimo.
Así será la llegada de la lava al mar
Es cierto que se ha hablado de los posibles riesgos que puede generar la llegada de la lava al mar. Sin embargo, lo único que sucederá es que la lava se enfriará y el agua del mar se calentará.
Como ese calentamiento es muy súbito, el agua se evaporizará emitiendo columnas de vapor y, posiblemente, pequeñas explosiones por la expansión de esa vaporización.
Aunque la emisión de gases ligados a este proceso pueda abordarse como uno de los problemas más significativos, debemos valorar que esos gases serán exactamente los mismos que los que ya hay, los que tiene la lava desde el momento que comenzó la erupción. Entre ellos destacan el dióxido de azufre o el dióxido de carbono, pero las cantidades seguirán siendo las mismas.
No aumentarán y, aunque no debe haber nadie cerca, no podemos considerar riesgos añadidos porque las nubes de vapor llegarán bastante arriba en la atmósfera y no tendrán una afectación directa sobre nosotros. Es lo mismo que ya está sucediendo: los gases ascienden y la afectación a nivel del suelo es mínima.
Por otro lado, la llegada de la lava a las aguas subterráneas y los acuíferos si podría suponer un riesgo dado que estas podrían contaminarse rápidamente con los gases propios de la erupción. Esto podría suceder porque en La Palma hay una red de acuíferos importante y podrían dejar de ser aptos para el consumo.
No obstante, es un asunto que se puede identificar a tiempo, por lo que los responsables ya se estarán ocupando de controlar los componentes del agua de la zona.
En general, todos estos gases permanecerán durante el tiempo que dure la erupción, ya que es una característica específica de este tipo de erupciones. Pero después se disiparán muy rápidamente en la atmósfera, acelerados por el enfriamiento de las lavas, y dejaremos de percibirlos.
Recomponer las infraestructuras, el primer paso
Entonces será el momento de preguntarnos qué tiempo requiere actuar sobre el terreno, pues en este caso sí hablaremos de tiempos mucho más largos. Lo primero que se podrá hacer en esta área será una recuperación mecánica.
En este sentido, será necesario recomponer todas las infraestructuras que se han dañado, como las carreteras, los tendidos eléctricos y las canalizaciones de agua. Este es el modo de actuación habitual en otros lugares como Hawái o Islandia, donde tienen problemas de este tipo muy a menudo e intentan recuperar muy rápidamente las infraestructuras vitales.
Todo esto se podrá realizar en relativamente poco tiempo. El principal obstáculo es la temperatura de la lava pues, evidentemente, se enfría muy rápidamente por fuera pero no sucede de la misma forma por dentro.
Dependiendo del grosor que ha adquirido la lava, que en este caso es de varios metros, la mecanización deberá esperar más o menos, aunque siempre se tendrá que hacer con la mayor precaución posible porque el calor de la lava puede durar también muchos meses o años.
Podemos hablar de meses hasta unos pocos años, en función del tipo de mecanización que se quiera llevar a cabo. Pero lo que desde luego no será inmediato será la construcción de nuevas viviendas.
Reconstrucción de zonas de cultivo
Lo más problemático será conseguir que este terreno sea apto para el cultivo. Para que esto ocurra, debe desarrollarse un proceso natural al que llamamos meteorización del suelo. En este caso, los materiales que se han instalado en la superficie son potencialmente fértiles, tienen muchos nutrientes y minerales. Todos ellos, en un ambiente donde hay agua, son muy productivos, por lo que dan lugar a suelos muy fértiles.
No obstante, esto requiere mucho tiempo tanto a nivel de escala humana como a nivel geológico. Su duración dependerá, por ejemplo, de la situación ambiental o de la cantidad de agua, pero en cualquier caso tardará de centenares a miles de años.
En casos anteriores se ha intentado recuperar los terrenos trabajándolos mecánicamente, trasladando el suelo de otra parte de la isla, colocando agua a nivel artificial a modo de riego y, en definitiva, intentando que este proceso natural se acelere.
Pero, aun así, pasarán muchos años hasta que el terreno se pueda aprovechar otra vez. De hecho, si comparamos este evento con la erupción anterior que hubo en La Palma en 1971, observaremos que esta zona es prácticamente carente de vegetación. Esta situación evidencia el tiempo que tarda un terreno en recuperarse.
En definitiva, como decíamos desde principio, debemos tratar este evento con la mayor normalidad posible. Si fuésemos conscientes de que estamos viviendo en una zona volcánica activa (que ha tenido volcanismo en el pasado, lo tiene en el presente y lo tendrá en el futuro) que haya erupciones no nos debería sorprender.
Sin embargo, es lógico que las personas afectadas no lo vean de misma forma, pero la naturaleza no actúa contra nosotros, sino que somos nosotros quienes interferimos con ella.
Joan Martí Molist, Profesor de Investigación (CSIC) y coordinador del Grupo de Volcanología de Barcelona (GVB), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.