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Correr aporta multitud de beneficios para la salud física y mental. Entre ellos destacan la prevención de enfermedades cardiovasculares y metabólicas, de enfermedades mentales como la depresión, de algunos tipos de cáncer y el aumento de la longevidad.
Además, es una actividad que no exige equipamientos ni instalaciones específicas. Esto la convierte en una opción deportiva de fácil acceso al no presentar prácticamente barreras logísticas, sociales ni económicas.
¿Podría tener alguna consecuencia negativa?
A pesar de todo ello, correr habitualmente también aumenta la incidencia de lesiones musculoesqueléticas. Además, y en el caso concreto de las mujeres, la gran tasa de repetición del gesto deportivo, combinada con el impacto físico de la carrera, aumenta la incidencia de trastornos perineales. Concretamente, de alteraciones como la incontinencia urinaria y/o fecal y el prolapso de órganos pélvicos.
Actividades como correr o el levantamiento de grandes pesos aumentan la presión intra-abdominal (también conocida como PIA). Las PIAS elevadas presionan la musculatura perineal hacia abajo, debilitándola con el tiempo.
Sin embargo, también se ha identificado que las actividades de alto impacto y de levantamiento de pesas provocan un efecto de entrenamiento positivo en las estructuras de soporte del suelo pélvico en respuesta a los aumentos de PIA inducidos por la actividad.
La tendencia actual es la de tener presente que cualquier actividad que eleve la PIA de forma elevada o moderada pero repetitiva debe realizarse una vez comprobada la integridad de todas las estructuras pelviperineales. Dicha condición no puede darse por supuesto en mujeres que hayan llevado a cabo embarazos más allá del primer trimestre, mujeres con alteraciones músculo-esqueléticas crónicas en tronco y/o piernas ni mujeres perimenopáusicas.
Dados los cambios físicos que suceden en las situaciones mencionadas, a menudo es necesario rehabilitar y acondicionar a las mujeres que deseen empezar a correr o reincorporarse a esta práctica. Para comprobar la integridad pelvi-perineal deben realizarse exploraciones ginecológicas y fisioterápicas especializadas.
Tras la verificación de la integridad pelvi-perineal es necesario acompañar la práctica deportiva deseada con la adecuada enseñanza del gesto deportivo y con una pauta de entrenamiento de la musculatura perineal. Así evitamos que aumentos de la PIA no sean innecesariamente elevados.
Sexualidad y running
La relación entre correr y la funcionalidad sexual femenina ha recibido mucha menos atención que los efectos del ejercicio sobre la incontinencia y los prolapsos.
La fisiología avala que muchos de los mecanismos que intervienen en el ejercicio físico también participan en la activación del deseo sexual. En consecuencia, el ejercicio debe ser considerado una forma de tratamiento de los problemas sexuales muy atractiva, ya que no conlleva el estigma que suele asociarse a la terapia sexológica y la farmacoterapia. En otras palabras, evita la incomodidad, vergüenza o miedo a ser juzgadas en la consulta que muchas mujeres sienten.
Las disfunciones sexuales femeninas tienen un origen biopsicosocial. Esto quiere decir que pueden ser provocadas por factores orgánicos, psicológicos y sociales. Además, se ven influidas por aspectos educacionales, socioeconómicos, religiosos y de relación con la pareja. Esto provoca que identificar un origen concreto en cada paciente sea, a menudo, imposible.
La dispareunia, o aparición de dolor durante o tras el coito, es una de las disfunciones más frecuentes. Y, además, cuesta horrores identificar su origen. Esto es porque puede estar provocada por alteraciones inflamatorias, infecciosas, neoplásicas, traumáticas, hormonales, estructurales y psicosociales.
De todas ellas, las más habituales son las dos últimas. Las alteraciones psicosociales más frecuentemente asociadas son los factores psicológicos estresantes, las condiciones sociales negativas y la alteración del ciclo de respuesta sexual a nivel hormonal y cerebral.
Por otra parte, entre las condiciones estructurales más frecuentes se encuentran el prolapso de órganos pélvicos y la debilidad o contractura de la musculatura perineal.
Como estas alteraciones pueden ser consecuencia de una mala práctica deportiva de carrera, algunas personas suponen que correr puede provocar disfunciones sexuales. Sin embargo, esta asociación no ha sido demostrada científicamente y los beneficios de correr (en presencia de la integridad de las estructuras pelvi-perineales) siempre superan a sus posibles efectos negativos.
¿Qué hacer una vez se ha presentado la disfunción sexual?
El tratamiento de las disfunciones sexuales no garantiza su resolución completa. Pero sí ayuda a mejorar calidad de vida de las pacientes.
Uno de los abordajes más recomendados son los tratamientos multidisciplinares. Éstos abordan el problema incluyendo aspectos físicos, emocionales y conductuales con la participación coordinada de ginecólogos, fisioterapeutas, terapeutas sexuales y psicólogos o psiquiatras.
La fisioterapia sexológica interviene tratando individualmente a las pacientes con técnicas de terapia manual y masaje de la musculatura pelvi-perineal. Técnicas que se complementan con educación sobre los cambios conductuales necesarios, y la adaptación y corrección sobre técnica y hábitos deportivos adecuados.
Raquel Leirós Rodríguez, Profesora Ayudante Doctor en Fisioterapia, Universidad de León
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.