Una nueva investigación pone en duda la popular prueba de COVID

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Una nueva investigación pone en duda la popular prueba de COVID

Investigadores de Skoltech, las empresas estadounidenses VirIntel y Argentys Informatics y dos institutos de la Academia de Ciencias de Rusia han estudiado la respuesta inmunitaria al COVID-19 en pacientes con distintos niveles de gravedad de la enfermedad. El equipo descubrió que la mitad de los pacientes que no presentaban síntomas no producían cantidades significativas de anticuerpos IgG del tipo al que se dirigen muchos de los kits de prueba habituales. El estudio se publicó en la revista Viruses.

Los análisis de sangre para detectar una infección previa por el coronavirus se basan en unos anticuerpos denominados inmunoglobulinas G. Las IgG suelen desarrollarse unas semanas después de la infección y presentan múltiples variedades, dependiendo de la parte del virus a la que se adhieran. Dos tipos comunes son los anticuerpos dirigidos a la proteína de la nucleocápside y al dominio de unión al receptor, o RBD, de la proteína de la espiga del coronavirus. El reciente estudio ruso-estadounidense informa de los niveles de estos dos anticuerpos en los pacientes en varios momentos tras la recuperación del COVID-19. En él se recogen los casos leves y asintomáticos, así como los graves.

"Nuestro principal hallazgo es que los pacientes asintomáticos de COVID-19 no suelen tener anticuerpos IgG contra un componente interno del virus conocido como proteína de la nucleocápside. Sin embargo, las pruebas que detectan ese mismo tipo de anticuerpos suelen recomendarse para comprobar si alguien ha padecido COVID-19", comentó la primera autora del estudio, Maria Tutukina, del Skoltech, el Instituto de Biofísica Celular y el Instituto de Problemas de Transmisión de Información de la RAS.

"Pero independientemente de la gravedad de la enfermedad, todos los pacientes que analizamos, excepto uno, presentaban anticuerpos IgG contra el RBD de la proteína de la espiga, que se encuentra en la superficie de la partícula vírica", señaló la coautora del estudio, Anna Kaznadzey, del IITP RAS y VirIntel.

Los investigadores afirman que, por tanto, podría ser más razonable comprobar el nivel de anticuerpos contra la RBD para determinar si una persona ha tenido la infección.

Pero, ¿por qué podría darse el caso de que alguien tenga IgGs contra la RBD pero no contra la proteína de la nucleocápside? Esto podría tener que ver consigo el anticuerpo en cuestión se dirige al interior o al exterior de la partícula del virus.

El equipo plantea la hipótesis de que si un paciente tiene un caso asintomático de COVID-19, su inmunidad debe haber hecho un trabajo tan grande para evitar la infección desde el principio que el virus no tuvo realmente la oportunidad de entrar en la fase de reproducción activa. En esta fase, las células se desintegran y las piezas virales desarmadas vuelan en todas direcciones. Solo en este escenario más duro pueden formarse anticuerpos contra las partes internas del virus, como su proteína nucleocápside. Pero mientras el virus no penetre en la célula, solo se producen anticuerpos contra la RBD, ya que son los que se dirigen al exterior del virus.

Los anticuerpos anti-RBD se describen a menudo como "neutralizantes", ya que pueden impedir la unión de la proteína viral de la espiga con el receptor al que pretende adherirse. De hecho, los investigadores demostraron que la cantidad de IgG anti-RBD se correlacionaba con la capacidad del suero para inhibir la interacción RBD-receptor.

Curiosamente, el equipo descubrió que los niveles de RBD no solo persistían, sino que mostraban un aumento medio en la muestra estudiada. Según los investigadores, aunque este hallazgo pueda parecer contradictorio con algunos estudios anteriores que informaban de que la concentración de anticuerpos contra la RBD disminuía con el tiempo, esto podría depender en realidad de lo que los pacientes de las respectivas muestras hayan hecho tras su recuperación.

"Parece razonable esperar que un paciente que se ha recuperado del COVID-19 experimente un aumento de anticuerpos cuando se vuelva a exponer al patógeno. Así es como funciona la inmunidad: No se trata de una especie de burbuja protectora que se lleva encima. Es más bien el potencial para luchar eficazmente contra el virus, en caso de que vuelva a entrar en el cuerpo. Si lo hace, y con qué frecuencia, podría afectar a la dinámica posterior del recuento de anticuerpos", explicó Kaznadzey.

Basándose en la diferente dinámica de los dos tipos de anticuerpos IgG, el equipo sugirió que la relación entre sus recuentos podría servir como marcador de la gravedad de la enfermedad. "Podría tener sentido en una situación en la que un paciente cree que no ha tenido neumonía y por eso no se hace un TAC. Si el análisis de sangre indica que su balance de anticuerpos está sesgado a favor de la IgG a la proteína nucleocápside, podría ser una buena idea organizar un TAC y posiblemente entrar en rehabilitación", dijo Tutukina.

En el caso de los vacunados, los niveles elevados de anti-RBD pueden indicar que el paciente ya se ha enfrentado al virus después de recibir la vacuna y que, por tanto, no necesita revacunarse, porque se ha producido una respuesta inmunitaria más reciente.

El estudio aborda una de las lagunas de los informes sobre la respuesta inmunitaria de los pacientes con COVID-19: Dado que los pacientes que experimentan síntomas más leves no suelen buscar atención médica, es inevitable que estén infrarrepresentados en la investigación.

Fuentes, créditos y referencias:

IgG Antibodies Develop to Spike but Not to the Nucleocapsid Viral Protein in Many Asymptomatic and Light COVID-19 Cases” by Maria Tutukina, Anna Kaznadzey, Maria Kireeva and Ilya Mazo, 28 September 2021, Viruses.
DOI: 10.3390/v13101945

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