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Navidad, navidad, dulce navidad… ¿dulce? El turrón, pasar tiempo con los sobrinos y no tener que trabajar suenan bastante bien, ¿verdad? El problema es que los Reyes Magos también vienen acompañados de comilonas, compras interminables, obligaciones sociales, familia (mucha) y un invitado que se está convirtiendo en habitual, el COVID-19. Este año volveremos a abrir las ventanas, limitar el aforo y desconfiar de los que se atrevan a pedir un clínex.
Si tras recrear esta imagen en su cabeza siente agobio, empieza a tener sensación de rechazo hacia esta época que se avecina y nota que le falta el aire, que tiene dificultad para concentrarse, mayor facilidad para enfadarse, irritabilidad, dificultad para dormir, etc. es posible que esté experimentando estrés (distress) por esta situación.
Pero cabe destacar que el estrés, o activación que se produce en el organismo, no siempre es negativo. En su justa medida, contribuye a que estemos atentos, concentrados y seamos creativos, entre otras cosas. En esos casos hablaríamos de eustrés.
¿Por qué estresa la navidad?
Cuando esta activación fruto del estrés es excesiva y nos genera malestar es cuando debemos tomar algunas medidas. Ya en 1967 los psicólogos Thomas Holmes y Richard Rahe contemplaban las vacaciones y la navidad como elementos potencialmente estresores. Si a ello se le suma este año el miedo a dar “positivo”, estaremos afrontando estas fechas con una dosis extra de malestar.
Ante esta situación, nuestra salud puede verse en jaque ya que el estrés sostenido tiene un impacto directo sobre nuestro sistema inmune.
El periodo navideño rompe nuestro ritmo habitual. Pasamos a convivir más tiempo con familiares, muchas veces por no romper con tradiciones, y nos encontramos haciendo cosas que quizás no querríamos. Es decir, renunciamos a un tiempo que podríamos dedicarnos a nosotros mismos o a otras actividades. Además, hay mucha expectativa acerca de estas fechas e, incluso, nos sentimos en la obligación de sentir que es una época feliz. Todo esto puede generar una presión que se vuelva en contra nuestra.
Hay salida: decálogo para lidiar con la navidad
Pero hay algunas recomendaciones que nos pueden ayudar a sobrellevarlo de la mejor manera, promoviendo nuestro bienestar físico y mental. Proponemos el siguiente decálogo para tener una (realmente) feliz navidad.
Prioricemos la salud física: En estos momentos hay mucha facilidad de acceso a test de antígenos a un precio asequible. Por ello, podemos pedir a las personas con las que nos vamos a reunir que se hagan una prueba antes de la cita. De esta forma, podremos estar todos más tranquilos.
También podemos intentar quedar al aire libre o en espacios ventilados y ser conscientes de que estos años son particulares. Recordar que más adelante tendremos tiempo de vernos en otras circunstancias nos podría ayudar a lidiar con esta angustia.
Encontremos un significado para estas fechas: Para algunos la Navidad tiene una dimensión espiritual mientras que para otros es tiempo de familia y descanso. También hay quienes, sencillamente, ven estas fechas como unos días que sirven para cerrar el año y prepararnos para otro nuevo.
Darle una intención a estas fechas, a las reuniones familiares, a los regalos y a las comidas especiales nos ayudará a gestionar el estrés que genera tanto alboroto. Aquellos que viven esta época con dimensión religiosa y menos materialista presentan mejores niveles de satisfacción.
Escuchemos más nuestras necesidades: Es importante preguntarnos cómo queremos celebrar la navidad, qué tipo de regalos queremos ofrecer y recibir, qué preferimos comer, qué necesitamos para poder disfrutar de estas fechas. Aunque suene repetitivo, debemos interiorizarlo: el bienestar empieza por uno mismo.
Podemos decir no, pero de forma asertiva: Es importante que podamos transmitir nuestras necesidades (a la pareja, a los amigos o a la familia); por ejemplo, digamos si queremos cambiar el tema de conversación o ir a dar un paseo para bajar el cordero y los polvorones.
Cabe recordar que tenemos derecho a decir que no. No es obligatorio participar en todos los planes o encuentros propuestos pudiendo disponer de ese tiempo para destinarlo a otra actividad.
En este sentido es útil ser claros y no generar falsas expectativas. Si no pensamos participar en un plan determinado, es preferible decir que no asistiremos a decir que intentaremos llegar a tiempo, cuando no es cierto.
De esta forma evitaremos momentos desagradables, como llamadas recriminando nuestra ausencia: “Estábamos todos esperándote”. Ese particular retintín podría incomodar y estresarnos aún más.
Encuentros breves pero de calidad: En este período de tanto ajetreo social vemos a personas con las que durante el año tenemos poco contacto y quizás poca afinidad. Esta situación puede hacer que anticipemos malestar y vayamos predispuestos a estar tensos.
Si no podemos evitar ver a estas personas, tenemos la opción de seleccionar el tiempo que pasamos con ellos. Que sea corto y lo más satisfactorio posible, evitando algunos temas y pasando por alto comentarios desafortunados.
Perdamos el miedo a pedir colaboración: Si no podemos asumir la organización de todas las celebraciones en nuestra propia casa, pidamos ayuda. No es necesario que carguemos con toda la responsabilidad. Quizás alguien pueda encargarse del postre, las bebidas o los entrantes. De esta manera se reparte el gasto, el trabajo y el tiempo invertidos.
Busquemos días libres: Si tenemos la suerte de contar con algunos días libres al margen de las fechas principales, podría ser satisfactorio regalarnos tiempo para nosotros mismos, pasar tiempo a solas, leer, masajes, un paseo…
Regalemos experiencias: En ocasiones entramos en el bucle consumista y se nos olvida que lo material no es lo que más recuerdos y satisfacciones genera, sino que es lo experiencial. Por eso, aprovechemos para regalar una excursión, una cena, una tarde de cine…
Si por el contrario preferimos hacer obsequios, intentemos adelantarnos y comprarlos con tiempo y a primera hora de la mañana o de la tarde para tratar evitar las aglomeraciones.
Mantengamos la rutina: Es importante que los días no señalados podamos mantener los hábitos cotidianos de sueño, alimentación y de deporte, de manera que los días especiales sean la excepción y no la norma.
En momentos de crisis, no olvidemos respirar: Antes de entrar a alguna de las reuniones familiares, respiremos hondo y recordemos que todo pasa. Quizás sea un buen momento para aprender alguna técnica que nos ayude a desactivarnos, como puede ser la respiración diafragmática. Consiste en respirar llevando el aire hacia la parte más baja de los pulmones haciendo que se hinche un poco la zona abdominal (sin elevar los hombros ni ensanchar el pecho), retener el aire en esa posición y soltarlo poco a poco hundiendo levemente el abdomen sin mover el pecho. Puede repetirse 5 o 6 veces por la mañana y por la tarde para estar entrenados cuando surja un momento crítico. También es útil hacer algún tipo de meditación sencilla que nos devuelva al presente.
Tenemos una nueva oportunidad para afrontar esta época de otra manera, poniendo límites, dejando espacio a nuestras necesidades y pudiendo disfrutar en familia. Quizá sea menos tiempo pero será de mayor calidad.
Carla Martos Algarra, Profesora de Psicología y psicoterapeuta, Universitat Internacional de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.