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“¿Tenéis algún dron? ¡Dádselo a un piloto experimentado! ¿Sabes pilotarlo tú mismo? Entonces, ¡únete a la Unidad 112 de la Brigada Especial de Kyiv!”.
Con estas palabras, el 24 de febrero, el ministro de Defensa ucraniano llamó a las armas a la población, mediante un mensaje de Facebook. El mandatario se refería a esos drones que puede comprar cualquier persona aficionada en multitud de tiendas por internet y supermercados. Los ucranianos se preparaban para una guerra de guerrillas, de ataques rápidos y sorpresa, con armas que cuestan unos 100 euros. Incluso países vecinos están haciendo donaciones de estos aparatos sin la intermediación de ningún gobierno. Y funcionan.
No es la primera vez que Ucrania emplea esta tecnología contra los rusos en los últimos años, y no con poco éxito. Desde el conflicto inicial del Donbás, los soldados pilotaban y manipulaban hábilmente estos aparatos para infligir pequeños daños a las tropas enemigas. Además, son tan pequeños que la defensa resulta difícil.
Hoy en día el ejército de Zelenski los está empleando para arrojar pequeñas bombas, sabotear líneas de convoys, defender fronteras y explorar el terreno. En el juego del miedo los ucranianos han desarrollado un pequeño dron de ala fija de estas características, que han bautizado como The Punisher (el Castigador).
Además, esta tecnología está ayudando a la maquinaria de propaganda y en la guerra por el relato del conflicto, ya que la mayoría de estos pilotos están continuamente subiendo vídeos (verdaderos o falsos) a YouTube y Twitter, e intentando confundir al enemigo y demostrar que hay cientos de ojos mirándoles desde el cielo.
Una nueva forma de hacer guerra
Sin embargo, no todo es positivo para los ucranianos. Esta tecnología plantea escenarios de guerra totalmente impensables hasta ahora. Uno de los principales fabricantes de este tipo de aeronaves es la empresa china DJI, quien mediante GPS puede geolocalizar perfectamente en todo momento a cualquier piloto no experimentado.
Quizás, viendo la mala publicidad que puede recibir la empresa por el empleo de sus productos en este conflicto, DJI podría decidir deshabilitar la capacidad de vuelo de estos drones en territorio Ucraniano. O quizás le interese conocer precisamente esas posiciones y emplearlas con aviesas intenciones.
No solo son estos juguetes caros los que sobrevuelan los cielos en Ucrania actualmente, sino que hay un arma mucho más grande: los temidos drones turcos TB2 Baykraktar. Desde que comenzó el conflicto, el país de Zelenski ha reclamado numerosos ataques exitosos llevados a cabo con estos drones, atacando convoys de camiones y tanques.
Estas aeronaves han participado ya en numerosos conflictos bélicos, otorgando una ventaja abrumadora para el bando atacante. A pesar de que los rusos solo proveyeron de rudimentarias defensas a Armenia, éstas fueron aplastadas por los drones en el reciente conflicto de Nagorno-Karabakh. Por lo tanto, Ucrania no se lo ha pensado dos veces y está adquiriendo el mayor número de estas armas. Ahora mismo se estima que tiene una veintena.
Al contrario que los modestos drones de radiocontrol, este arma vuela a mucha mayor altitud, de manera casi invisible y con capacidad de arrojar bombas mucho más poderosas. Tanto es así, que en redes sociales circula una canción ucraniana con imágenes de ataques de estos drones al grito de Baykraktar.
Aparentemente, la ventaja que están dando estos drones turcos no es la vista en otros conflictos. Estas aeronaves son lentas, pesadas, están controladas por un operador humano y, lo más importante, cada una cuesta aproximadamente un millón de dólares, un precio muy bajo frente a otras armas. Eso hace que no sean invencibles para armas antiaéreas altamente sofisticas, con las que sí cuenta el ejército de Vladimir Putin.
Sin embargo, el hecho de que se sigan haciendo ataques desde el cielo demuestra que este entorno aún no ha sido dominado por ninguno de los dos ejércitos y que estos drones pesados, junto a los pequeños aparatos de radiocontrol, puede que estén frenando en gran medida el avance ruso.
Sin duda, deberíamos ser conscientes de que el arte de la guerra y su economía están cambiando. Estamos ante la primera guerra TikTok, en la que tenemos una gran abundancia de información falsa y verdadera, y que muchos de los ataques ocurren fuera de nuestra vista, mediante ataques cibernéticos. Todo esto y el auge del empleo de drones y robots quizás lleve a la reflexión de que inevitablemente nos dirigimos a guerras del futuro automatizadas, lowcost y, por lo tanto, con el gatillo mucho más fácil.
Julián Estévez Sanz, Profesor e investigador en Robótica e Inteligencia Artificial, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.