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Cada vez más consumidores eligen comprar peces procedentes de la piscicultura, en lugar de la pesca extractiva. En general esto es mejor para el medioambiente, ya que disminuye la presión pesquera sobre los ecosistemas acuáticos y se obtienen productos con trazabilidad conocida. Esta no es la única ventaja de la acuicultura.
En el año 2000 se publicó en la revista Nature un artículo que tuvo un gran impacto. En él se cuestionaba la viabilidad de un crecimiento exponencial de la acuicultura, sobre todo en cuanto a su sostenibilidad.
La premisa principal era que se estaban pescando peces salvajes del mar para hacer harina de pescado, que luego se usaba para dar de comer a peces piscívoros en granjas acuícolas. En 2021, veinte años más tarde, los mismos autores concluían que, a pesar de casi triplicar su producción (36 millones de toneladas en 1997 hasta 112 millones de toneladas en 2017, según la FAO), la acuicultura de peces, crustáceos y moluscos es hoy más sostenible que nunca.
¿Cómo es posible producir más y ser más sostenible?
Los avances en los últimos 20 años que han permitido una mayor sostenibilidad tienen que ver con varios aspectos, aunque sobre todo con un creciente vegetarianismo entre los propios peces.
No solo criamos más especies de peces omnívoros y herbívoros (como la carpa y la tilapia), sino que los peces piscívoros tradicionales (salmón, truchas, dorada, lubina) tienen una dieta con mayor proporción de proteína vegetal que hace décadas.
Además, han surgido varios avances tecnológicos relacionados con el control de enfermedades y la selección genética. Como resultado, producimos peces más resistentes y de mayor crecimiento. Si hace veinte años eran necesarios 1,9 peces salvajes para alimentar a un pez de granja (el llamado concepto fish-in fish-out o FIFO), en 2017 este número se redujo a 0,28 peces salvajes de media.
En los últimos años, la industria también ha realizado avances en la gestión del agua a través de sistemas de recirculación y en el conocimiento del medio acuático relacionado con su capacidad de carga (cuántos peces se pueden cultivar en un área específica sin que eso tenga consecuencias negativas para el medio ambiente). Esto permite una acuicultura adecuadamente planificada y promueve el uso de tecnologías sostenibles, con viveros marinos que cada día se sitúan más lejos de la costa para reducir el impacto para los ecosistemas acuáticos.
El elefante en la habitación: el bienestar de los peces
A pesar de los avances, la acuicultura ha recibido críticas en cuanto al bienestar de los peces que cultiva, un tema que no mencionaba el artículo de 2021.
Tanto los productores como los científicos están investigando para disminuir los posibles efectos adversos de las condiciones de cultivo, que no siempre se conocen.
Por ejemplo, recientemente nuestro grupo ha publicado un capítulo sobre los problemas y posibles soluciones relacionados con el manejo presacrificio en peces. Allí se promueve la idea de que tenemos que mejorar los posibles efectos negativos de hacinamiento, transporte y aturdimiento previo al sacrificio, evitando en todo momento sacar a los peces del agua, un estrés bastante agudo.
La gran mayoría de los peces de acuicultura en el mundo (y de la pesca extractiva) mueren por asfixia, aunque existen máquinas y procesos para poder aturdirles previamente dentro del agua.
Convendría prestar más atención al bienestar de los peces. Este tiene un impacto en la calidad ética del producto y sobre la sostenibilidad empresarial. Como ha pasado con otros animales de producción, los sondeos sugieren que los consumidores europeos quieren promocionar el bienestar en peces de granja.
Para las empresas, los peces con mayor bienestar crecen mejor (gastan menos energía porque están menos estresados) y enferman menos. Incluso hay estudios que indican que el estrés de los peces afecta a la calidad del producto.
Tradicionalmente, la perspectiva de las ONG se ha centrado más en la mejora e innovación en cuanto a buenas prácticas, tanto para mejorar la producción como la sostenibilidad. Más recientemente se ha prestado atención al bienestar de los peces, tanto durante su vida como en el momento del sacrificio.
De hecho, como evidencia de esta progresiva evolución en cuanto a la consideración del bienestar animal en peces, la propia marca certificadora de productos pesqueros de IKEA, la Aquaculture Stewardship Council, está promoviendo un sello para garantizar el aturdimiento de sus peces antes de su sacrificio.
Las proyecciones indican que la acuicultura a nivel mundial va a crecer un 5 % anualmente. Con un poco de suerte, también crecerán los fondos de investigación para continuar estudiando y mejorando el bienestar de los peces.
En este artículo han colaborado los alumnos del Máster en Estrategias y Tecnologías para el Desarrollo de la Universidad Politécnica de Madrid Nohelia Bueno Suárez, Manuel Humberto Lira Landa, Gonzalo Posada Hortelano, Sebastián Soñé Viñas y M. Cayetano Yagüe Lucas.
Morris Villarroel, Profesor de Ciencia animal, Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y Fernando Torrent Bravo, Investigador en Acuicultura en el Departamento de Ingeniería, Gestión Forestal y Ambiental, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.