Vea También
David Nicholas Olivieri Cecchi, Universidade de Vigo
Una mañana como cualquier otra del año 2022. Podría ser hoy. A medida que el sol emerge perezosamente en el horizonte, la radio informa sobre el estresante tráfico de la mañana, cotidiano pero impredecible. Las noticias incluyen actualizaciones de tormentas y huracanes basadas en modelos meteorológicos imperfectos. El aumento de los precios de la energía hace que las acciones se desplomen, algo que no han tenido en cuenta las predicciones de los modelos de riesgo computacional. Los largos ensayos clínicos paralizan el lanzamiento de nuevas vacunas en una pandemia creciente y desarrollar un nuevo fármaco lleva años. La violencia en los lugares conflictivos del mundo no se pueden prever, solo se puede contener mediante el acceso limitado a armas biológicas, químicas y nucleares avanzadas.
Pero un día cualquiera todo lo anterior cambiará.
Un millón de qubits lógicos
La siguiente noticia la escucharemos en la sección de tecnología: “Una empresa en Palo Alto, California (posiblemente sea allí donde ocurra o quizá en China) ha alcanzado un nuevo hito en la computación cuántica que consta de un millón de qubits lógicos tolerantes a fallas. La empresa anuncia los primeros servicios de software cuántico para una amplia gama de industrias. Algunos expertos de Wall Street sugieren que el precio de las acciones de esa empresa se va a disparar”.
Esta noticia de apenas 20 segundos se olvidará abruptamente para dar paso a la sección de deportes de 15 minutos, a menudo la razón de ser de los índices de audiencia en la radio de hoy. La noticia de que la supremacía cuántica se ha alcanzado pasará inadvertida para una gran parte de la población tecnológicamente insensible. Rápidamente, sin embargo, la noticia se difundirá en las redes sociales y, en una hora, un tsunami arrasará todos los medios de comunicación, luchando por dar explicaciones sobre el significado de un nuevo mundo.
Durante esa mañana, la misma empresa, quizá Google o IBM, o quizá tenga nombre chino, hará una sucesión de otros anuncios; acuerdos de fusión y adquisiciones multimillonarias confirmadas en una variedad de industrias clave como defensa, farmacéutica, petroquímica, financiera, automotriz y agricultura, muchas de las cuales aceptarán el acuerdo por mera supervivencia. En cuestión de horas, los mercados se tambalearán. En una sola mañana, una empresa habrá logrado la hegemonía tecnológica y económica absoluta mundial.
Mientras tanto, los expertos advertirán sobre los peligrosos escenarios de “uso dual” de esta poderosa tecnología para los humanos.
Hoy, un día cualquiera de 2022, el mundo no está preparado para los riesgos socioeconómicos, éticos y prácticos que saldrán a la luz. Ese día cambiará fundamentalmente el futuro, para bien o para mal.
El tiempo se reduce de miles de años a minutos
Aunque el escenario anterior es artificial de muchas maneras (por ejemplo, un solo actor no saltará de los sistemas actuales de 60 a 1 millón de qubits sin hitos intermedios), subraya algunos puntos esenciales. Primero, describe un evento llamado supremacía cuántica, cuando una computadora cuántica puede resolver un problema en minutos, horas o semanas, que en términos prácticos es imposible para una computadora clásica (que tardaría cientos, miles o millones de años). También es relevante un hito menor, la ventaja cuántica, cuando un algoritmo cuántico supera a la computadora clásica para una tarea.
La computación cuántica tendrá enorme impacto en todas las industrias modernas: desde investigación y desarrollo científico, criptografía, comunicaciones, predicción meteorológica, diseño de medicamentos, análisis financiero, atención médica, agricultura, logística y optimización del desarrollo de productos, y defensa; industrias que ahora dependen del modelado computacional utilizando las supercomputadoras actuales.
Nuevos fármacos y potenciales virus artificiales
Situémonos como ejemplo en un único escenario, el de la química cuántica. Los laboratorios podrán diseñar moléculas ab-initio para funciones específicas que consideren su interacción con enzimas y receptores moleculares, identificando así el fármaco adecuado para un patógeno particular, eliminando la experimentación de laboratorio. Esto acortará años en el desarrollo de nuevos medicamentos. Al mismo tiempo, son evidentes grandes riesgos.
La técnica de ganancia de función permitirá modificar virus para aumentar su afinidad con los objetivos del huésped y así estudiar futuras amenazas virales, o, malignamente, podrá usarse para crear nuevos virus no previstos por la naturaleza.
Ya se han hecho experimentos que avisan del riesgo. El informe El impacto de la inteligencia artificial en la relación médico-paciente, elaborado por la Comisión Europea, recoge que una inteligencia artificial creó en seis horas el agente nervioso VX.
Los escenarios de uso indebido de la computación cuántica no deben ser una ocurrencia tardía, para que no conduzcan a la inestabilidad. Nick Bostrom, profesor de Filosofía en la Universidad de Oxford y uno de los principales pensadores del mundo sobre inteligencia artificial, publicó The Vulnerable World Hypothesis (Hipótesis de un mundo vulnerable), en el que detalla los riesgos a los que nos enfrentamos.
La carrera armamentística por lograr la supremacía cuántica
La computación cuántica ya está aquí de alguna manera. A pesar de que se estima que alcanzar la culminación completa llevará décadas, en cinco años se espera que empiece a comercializarse tecnología cuántica que suponga ventajas.
Es difícil imaginar el poder que tendría una empresa si consigue la supremacía cuántica, o un único país. Se rompería drásticamente el equilibrio mundial. Existe una urgencia económica y política para lograrla. De hecho, vivimos una carrera similar a la armamentista para ser el primero en lograr una ventaja cuántica, si no la supremacía, similar al proyecto Manhattan que buscaba la bomba atómica. En esta guerra, EE. UU. y China compiten por el liderazgo, y Europa trata de no quedarse fuera.
Conseguirla marcará el comienzo de una nueva “economía cuántica” que resolverá muchos problemas, pero puede crear una brecha de conocimiento más profunda que la actual.
No está claro si el resultado de esta nueva carrera armamentista será bueno o al menos mixto para la humanidad, mejorando todos aquellos cálculos que parecen proporcionar un beneficio notable. Sin embargo, podría ser igualmente plausible, como cuenta cuenta Nick Bostron, que represente la tecnología de bola negra que “invariablemente o por defecto destruye la civilización que la inventa”.
David Nicholas Olivieri Cecchi, Profesor de Informática, Universidade de Vigo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.