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Juan Luis Arsuaga, Universidad Complutense de Madrid
Un anuncio muy premiado de una importante marca alemana de automóviles decía así: “Llegar el primero no es importante… pero alguien tiene que hacerlo”. Con humor, expresaba el orgullo de la empresa. Porque llegar el primero sí es importante.
Hace falta ser un visionario como Svante Pääbo
Hay que saber escoger el camino adecuado y perseverar sin desanimarse. Hay que ver el futuro donde todos dicen que no hay nada, que es imposible, que no merece la pena perder energías. Hace falta ser un visionario como Svante Pääbo. Porque todos decían que en los huesos fósiles no había nada, que recuperar el genoma de especies desaparecidas era imposible. Pero había mucho, genomas enteros, y resultó que era posible recuperarlos. Y por eso le han concedido a Svante, el hombre tranquilo, el Premio Nobel de Medicina 2022.
Así pues, Svante se sacó de la nada toda una especialidad científica, a caballo entre la paleontología y la genética, que se beneficia de los avances en los dos campos. No cabe dudar de que Svante ha realizado una proeza. ¿Pero qué han aportado a nuestro conocimiento de la evolución sus descubrimientos? ¿Qué sabemos ahora que no supiéramos antes? Esa es la pregunta que intentaré contestar.
Para empezar, los estudios de ADN antiguo nos han servido para establecer relaciones evolutivas entre las especies fósiles y las actuales. ¿Cuál es la especie viviente más emparentada con los mamuts lanudos? El elefante asiático. No resulta demasiado sorprendente teniendo en cuenta que los mamuts lanudos nunca han vivido en África. ¿Pero cuál es la especie viviente más cercana a los gigantescos elefantes de defensas rectas que vivieron en toda Europa y en gran parte de Asia? El elefante de bosque africano. Ese resultado sí que es sorprendente. Nadie lo había imaginado.
Otra aportación importante de los estudios de ADN antiguo es que permite saber qué especies vivientes han intercambiado genes en el pasado (se han cruzado) con especies extinguidas. Por poner un ejemplo, nuestros osos cantábricos, ahí donde los vemos, llevan un pequeño porcentaje de genes de los osos de la cavernas, que se extinguieron hace muchos miles de años. Por lo tanto no se han extinguido del todo, si se puede expresar así.
Algo parecido nos pasa a nosotros con los neandertales. Como tales, los neandertales están extinguidos, pero la mayoría de los seres humanos llevamos genes neandertales en una pequeña cantidad, en torno al 3% en promedio. Y muchos asiáticos y australianos son también portadores de genes de una línea evolutiva asiática, la de los denisovanos, que estaba emparentada con los neandertales. De los denisovanos apenas sabemos nada de su anatomía, aunque conozcamos su genética.
Estos resultados nos obligan a replantearnos el concepto mismo de especie, porque hasta hace poco se decía que una especie no podía intercambiar genes con otra, es decir, que cada especie estaba aislada genéticamente del resto. Pero ahora resulta que todas las especies del mismo género, los osos, por ejemplo, han intercambiado genes con las especies vecinas, así que no es de extrañar que nosotros y los neandertales lo hiciéramos.
Svante en Atapuerca
El equipo de Atapuerca lleva muchos años colaborando con Svante y su equipo del Instituto Max Planck de Leipzig, en Alemania.
Primero se recuperó el genoma mitocondrial de los fósiles de la Sima de los Huesos, que sigue siendo el ADN humano más antiguo, con mucha diferencia. Morfológicamente, los fósiles de la Sima de los Huesos muestran afinidades con los neandertales, de los que son sus antepasados.
Sin embargo, se encontró que el ADN mitocondrial de la Sima de los Huesos no era como el de los neandertales, sino como el de los denisovanos, mientras que el ADN mitocondrial de los neandertales era del mismo tipo que el nuestro. ¿Cómo se podía explicar esto? Se propuso una hipótesis audaz: había habido entrada de genes africanos a Europa después de la Sima de los Huesos. El ADN mitocondrial se hereda por vía materna, pero un estudio posterior demostró que lo mismo pasaba con el cromosoma Y, que se transmite por vía paterna. La hipótesis atrevida queda confirmada.
La vida secreta de las especies
Finalmente, el estudio del ADN antiguo ha permitido llegar hasta donde la paleontología no puede llegar. Me refiero a la microevolución, la evolución en el interior de las especies, lo que me gusta llamar la vida secreta de las especies. Y ha resultado ser una vida muy agitada, con muchas extinciones locales y recolonizaciones, y frecuentes cuellos de botella, que es como se llaman los momentos en los que la especie pierde muchos efectivos y mucho territorio, y su diversidad genética se reduce al mínimo.
Y precisamente por aquí ha llegado otro descubrimiento que parecía imposible: extraer ADN antiguo del propio sedimento, sin necesidad de fósiles. Lo ha hecho el equipo de Mattias Meyer, un discípulo de Svante, en la Galería de las Estatuas de Atapuerca y en la cueva Denisova en Siberia.
En el caso de la Galería de las Estatuas, un muestreo enormemente minucioso y exhaustivo llevado a cabo por el equipo de Atapuerca en unas secuencias de sedimentos exquisitamente excavadas ha permitido saber lo que le ocurrió a los neandertales que vivieron allí hace entre 100 000 años y 80 000 años. En pocas palabras, hubo una sustitución de unos neandertales por otros. La especie atravesó en toda Europa un cuello de botella y se perdió mucha diversidad genética. Los que sobrevivieron repoblaron el continente.
Hoy mucha gente nos ha felicitado a los investigadores de Atapuerca. Hemos contestado con una sonrisa. ¡Por la parte que os toca!, nos han dicho. Es un orgullo que nos toque una parte del éxito. Svante se lo merece, su investigación nos ha hecho más grandes a todos.
Juan Luis Arsuaga, Catedrático Paleontología. Centro Mixto ISCIII-UCM de Evolución y Comportamiento Humanos. Director científico del Museo de la Evolución Humana, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.