Premio Cervantes 2022: Breve apunte sobre Rafael Cadenas

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El premio Cervantes 2022, Rafael Cadenas. RTVE

La concesión del Premio Cervantes 2022 a Rafael Cadenas supone el reconocimiento natural a un sostenido trabajo literario que cubre más de sesenta años de creación y ejercicio reflexivo sobre la poesía.

Nacido en 1930 al occidente de Venezuela –en Barquisimeto, capital del estado Lara–, Cadenas se establece en Caracas hacia los años cincuenta. Allí se une a las actividades de células políticas de izquierda en contra de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez; actividades que lo llevan a la cárcel, primero, y luego al exilio.

Actividad literaria en los 60

En los sesenta (el régimen fue derrocado en 1958) se hace miembro del grupo Tabla Redonda; ya por entonces el poeta gozaba de prestigiosa resonancia gracias al impacto que significó la publicación de Los cuadernos del destierro (1960), libro con fuerza estética y voz inusitadas, de versos en prosa exuberante –barroca–, construido con base en su experiencia del exilio y que la crítica considera renovador del lenguaje lírico de su momento.

En esa misma época da a la estampa uno de los textos más conocidos y paradigmáticos de la poesía venezolana: Derrota (1963), poema que constela el estado colectivo en el que se hallaba el país en medio de la efervescencia de la lucha guerrillera que, a imitación de la revolución cubana, intentaba establecer un sistema político similar al que se impuso en la isla antillana en 1959.

En Falsas maniobras (1966) aún se hallan trazas del élan que acucia Los cuadernos del destierro.

Influjos orientales en los 70

Después vendrían títulos que materializan un tipo de poesía despojada de énfasis, donde el yo intenta neutralizarse y, en caso extremo, diluirse: Intemperie (1977) y Memorial (también de 1977) revelan el influjo del pensamiento oriental, de la psicología junguiana y de cierta filosofía (sobre todo de Heidegger); cuerpos de ideas que se decantan en poemas que intentan mostrar el despojo del yo y se acercan, digamos, a una ontología del ser –si se me permite la expresión.

En adelante, la obra de Cadenas irá perfilándose todavía más en la búsqueda de un solipsismo interior que ataja lo más prístino de la realidad: aquello que sin dobleces podría permitirnos entender el sentido del mundo; la palabra exacta, el término depurado de connotaciones innecesarias para decir lo verdadero:

que si no llego a ser nadie

habré perdido mi vida

(Memorial).

Corpus ensayístico variado

Paralelo a su quehacer poético, Rafael Cadenas ha desarrollado un corpus ensayístico que no solo se ocupa de reflexionar sobre la creación, sino que atiende disímiles materias: las funciones del arte escrito (Literatura y vida, 1972; Realidad y literatura, 1979); el uso de la lengua (En torno al lenguaje, 1984), alguna figura de trascendencia espiritual (Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística, 1977), entre otras aspectos (La barbarie civilizada, 1981, Reflexiones sobre la ciudad moderna, 1983). Todos estos libros, es obvio, han sido reeditados en varias ocasiones.

Asimismo, Cadenas se ha desempeñado como traductor de piezas de Constantino Cavafis, Víctor Segalen, Robert Graves, Robert Creeley, D. H. Lawrence, Leopoldo Staff, Aleksander Wat, Kazimierz Wieryúzki, Mieczyslaw Jastrun, Anna Swirsynska, Tadeusz Rózewicz, Tymoteusz Karpowicz, Zbigniew Herbert, Bogdan Ceaykowski, Jersey Harassymowski, Stanislaw Baranczak y Walt Whitman.

Labor docente y denuncia política

Durante veinticinco años, Rafael Cadenas fue profesor de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, docencia que acometió con responsable esmero y que hizo de vía para el cristalizado de numerosas vocaciones. En las últimas dos décadas se ha convertido en el intelectual más importante que constantemente denuncia la terrible situación política y social que atraviesa su país en nombre de una supuesta revolución que, por el contrario, ha devenido involución de las formas civiles de gobernanza al punto de llevar a la ruina económica y al forzoso exilio a millones de ciudadanos. Algunos de sus libros más recientes trasiegan, de soslayo, esas circunstancias: Contestaciones (2018).

Así, la voz de Cadenas resume la certeza de que la poesía quizá no pueda salvarnos de nosotros mismos, pero acaso sí permita hacernos entender que nada vale la ampulosidad del yo ni el ansia de poder: el reino del hombre se halla siempre más cerca de lo que creemos, pues “lo único que no termina nunca es el presente” (Dichos, 2010).

En ese presente celebramos a un poeta que jamás ha desmayado tras lo que algunos tal vez consideran llana quimera: la salvación por la palabra, el entendimiento de que la significación de las cosas (¿del universo?) está en el lenguaje articulado: lo único que nos diferencia de los otros animales y nos obliga a usarlo para tratar de comprender.

The Conversation

Carlos Sandoval no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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