¿Se puede ser una "mala feminista"?

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Comienza el día y se lanza al armario a buscar su camiseta preferida, esa con un lema que le da fuerza y le ayuda a enfrentarse a las precariedades con las que se va a encontrar hoy. Ahí está, una camiseta blanca e impoluta donde se puede leer en letras brillantes Girls can do anything (la de Stradivarius, no la de Zadig&Voltaire). Y así, como por arte de magia, se siente más fuerte, empoderada y dispuesta a dar lo mejor de sí misma para superar cualquier barrera.

¿Quién no tiene una de estas camisetas o una taza, un estuche, un bolso donde se puede leer algún lema a favor de la igualdad de género y de la fuerza femenina? En gran parte esto se debe a diversos cambios que se han ido produciendo en los últimos años por lo que respecta a la presencia del feminismo en la sociedad.

Muchos de los conceptos procedentes de la teoría feminista han pasado a formar parte de nuestro vocabulario cotidiano, un hecho que se aprecia claramente en las conversaciones de pasillo o en las cenas familiares, en las que de repente escuchamos palabras como patriarcado, machismo, micromachismos, sororidad, deconstrucción, objetificación, etc.

Pero ¿cómo han llegado estos conceptos a nuestra vida cotidiana? La aparición de las guías y manuales para el feminismo ha contribuido sobremanera a esta popularización del feminismo, como lo denomina Sarah Banet-Weiser.

Algunos sucesos acontecidos a partir de 2018 han hecho posible este nuevo escenario. Dicho año estuvo marcado por una eclosión del movimiento feminista en las calles, en las pantallas y en los hogares. Surgieron movimientos como #niunamenos, #metoo, #yosítecreo, #UnVioladorEnTuCamino, etc. que consiguieron hacer visible la violencia contra las mujeres en diferentes contextos sociales.

En el caso español, lo hemos visto más recientemente tras el impacto social de la serie documental de Telecinco Rocío, contar la verdad para seguir viva.

Manifestación en San Francisco (EE.UU.) en 2018 con un cartel del movimiento #MeToo. Shutterstock / Sundry Photography

Manuales feministas para todo

Las guías y manuales del feminismo vienen a ofrecer herramientas, argumentos y conceptos para abordar diferentes problemáticas. Por ejemplo, aquellas que tratan de hacer visible la aportación de mujeres en diferentes ámbitos, como Herstory: una historia ilustrada de las mujeres; aquellas que dan consejos sobre cómo ser feminista, como Diario de una rebelde: Guía de insumisión y supervivencia, o las que difunden de forma directa las bases de dicho movimiento, como Feminisme de butxaca. Kit de supervivència.

Consejos para “ser feministas”

Un análisis de este tipo de literatura nos mostrará rápidamente la gran variedad de temáticas que se aborda en ellas: desde la sexualidad femenina a la violencia contra las mujeres, pasando por la educación infantil en igualdad y la maternidad. No obstante, y en especial, al tratar aquellas obras que adquieren el formato de un manual o una guía de difusión del feminismo, nos encontramos con un conjunto de claves y consejos para aquellas personas que quieren “ser feministas”.

Esto nos impele a plantearnos quién o sobre qué bases se define el ser feminista. Además, cualquier obra que se pretenda manual acabará adquiriendo un tono prescriptivo y moralizante, definirá lo que es correcto e incorrecto cuando se trata de ser feminista o qué supone ser una “buena feminista”.

Las aportaciones de Shani Orgad y Rosalind Gill sobre la cultura de la confianza pueden arrojar luz sobre esta popularización del feminismo a través de los manuales y guías de corte divulgativo.

Dichas autoras argumentan que los imperativos dirigidos a las mujeres sobre “amar su cuerpo” y “creer en sí mismas”, que son en gran parte los que encontramos en este tipo de literatura, implican que las injusticias sociales sean concebidas como problemas psicológicos individuales. Es decir, que los mensajes enmarcados dentro de esta cultura de la confianza exigen de las mujeres una introspección y vigilancia casi constantes al servicio de la superación personal.

Esto va ligado de forma generalizada a la profusión de la cultura del pensamiento positivo y la industria de la felicidad que difunde entre la población la negación de las emociones “desagradables” entendiéndolas como improductivas. De este modo, la popularización del feminismo enmarcada en dicha cultura de la confianza y del pensamiento positivo puede acabar difundiendo las bases de dicho movimiento en líneas individualistas y neoliberales, algo que constituiría un “ser feminista” autosuficiente, introspectivo y alejado de la noción colectiva de la lucha feminista.

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¿Consejos contraproducentes?

Establecer consejos sobre cómo ser feminista puede resultar contraproducente si se pierde de vista la estructura social que define qué sentido último tiene. Sobre todo teniendo en cuenta que, dependiendo del contexto particular de cada mujer, habrá unas luchas que se volverán más urgentes que otras. Es decir, que existen tantos feminismos como opresiones.

En este sentido, las guías y manuales del feminismo pueden ofrecer claves para una primera toma de contacto con dicho movimiento. Pero no deben convertirse en el espejo en el que nos miremos para construir la imagen de una “buena feminista” o para discernir si cumplimos con los requerimientos de dicha imagen. Porque llevar a cabo esa operación supondría alejar el foco de atención de lo que realmente debe preocupar al feminismo, esto es, la transformación social.

Aunque también es cierto que este incremento en la divulgación de los principios del movimiento feminista puede estar configurando un nuevo escenario social en el que, frente a la vivencia individual de desigualdades y precariedad, cada cuál acabe preguntándose ¿Qué haría De Beauvoir…? y respondiendo de forma colectiva.

The Conversation

Maria Medina-Vicent recibe fondos del proyecto de investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación con referencia PID2020-113054GB-I00.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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