Una nueva investigación muestra cómo los humanos perdieron el vello corporal

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Un estudio único en su tipo que compara los genomas de 62 mamíferos responde preguntas fundamentales sobre los mecanismos que dan forma a una característica humana definitoria: la escasez de vello corporal. Crédito: lukas
Un estudio único en su tipo que compara los genomas de 62 mamíferos responde preguntas fundamentales sobre los mecanismos que dan forma a una característica humana definitoria: la escasez de vello corporal. Crédito: lukas

El vello corporal es una característica definitoria de los mamíferos, pero varios de ellos, como las ballenas, las ratas topo desnudas y los humanos, tienen notablemente menos vello. Durante mucho tiempo ha sido un misterio por qué tenemos menos vello corporal que la mayoría de los mamíferos.

Para encontrar la base genética de la menor cantidad de pelo, científicos de la Universidad de Salud de Utah y de la Universidad de Pittsburgh identificaron las secuencias codificantes y no codificantes que evolucionan a ritmos significativamente distintos en los mamíferos sin pelo en comparación con los mamíferos con pelo.

Descubrieron que los humanos parecen tener los genes necesarios para tener una capa completa de vello corporal. La investigación identifica varios genes y áreas genómicas cruciales para el desarrollo del pelo. El estudio demuestra que la naturaleza ha utilizado la misma táctica en mamíferos de varias ramas del árbol evolutivo al menos nueve veces. Para desactivar un conjunto compartido de genes necesarios para perder el pelo y el pelaje, los antepasados de los rinocerontes, las ratas topo desnudas, los delfines y otros mamíferos sin pelo se estamparon, escabulleron y nadaron por la misma ruta.

El doctor Nathan Clark, genetista humano de la U of U Health que ha llevado a cabo gran parte de la investigación, afirma: "Hemos adoptado el enfoque creativo de utilizar la diversidad biológica para aprender sobre nuestra genética. Esto nos está ayudando a localizar regiones de nuestro genoma que contribuyen a algo importante para nosotros".

Los científicos utilizaron el método RERconverge, basado en tasas evolutivas, para realizar un escaneo de todo el genoma de 62 especies de mamíferos utilizando 19.149 genes y 343.598 regiones no codificantes conservadas. Tomaron medidas para descartar las regiones genéticas responsables de la evolución de otros rasgos específicos de cada especie, como la adaptación a la vida acuática.

El análisis reveló que muchos mamíferos sin pelo habían acumulado mutaciones en muchos de los mismos genes. Entre ellos se encuentran genes que codifican la queratina y otros elementos que construyen el tallo del pelo y facilitan su crecimiento.

El estudio también reveló que las áreas reguladoras del genoma parecen tener una importancia similar. Estas áreas afectan indirectamente al proceso en lugar de codificar las estructuras que producen el pelo. Controlan cuánto se fabrica y dónde y cuándo se activan genes específicos.

Según Kowalczyk, "hay muchos genes de los que no sabemos mucho. Creemos que podrían tener funciones en el crecimiento y mantenimiento del pelo".

Según Clark, "a medida que los animales se ven sometidos a la presión evolutiva de perder pelo, los genes que lo codifican pierden importancia. Por eso aceleran el ritmo de los cambios genéticos permitidos por la selección natural. Algunos cambios genéticos podrían ser responsables de la pérdida de pelo. Otros podrían ser daños colaterales después de que el pelo deje de crecer".

"El hecho de que el cribado imparcial identificara genes capilares conocidos demostró que el enfoque funcionaba. También sugiere que los genes identificados en el cribado que están menos definidos podrían ser igual de importantes para tener pelo... o no tenerlo."

"Esta es una forma de determinar los mecanismos genéticos globales que subyacen a diferentes características".

Fuentes, créditos y referencias:

Amanda Kowalczyk, Maria Chikina, Nathan Clark, et al. Complementary evolution of coding and noncoding sequence underlies mammalian hairlessness. eLife. DOI: 10.7554/eLife.76911

Salud de la Universidad de Utah

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