Por primera vez, una estrella se traga un planeta "de un solo bocado"

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Impresión artística de un planeta condenado que roza la superficie de su estrella. Crédito: K. Miller/R. Hurt (Caltech/IPAC)
Impresión artística de un planeta condenado que roza la superficie de su estrella. Crédito: K. Miller/R. Hurt (Caltech/IPAC)

Los astrónomos que utilizan el telescopio Gemini Sur en Chile, operado por el NOIRLab de la NSF, han observado la primera prueba de que una estrella moribunda similar al Sol engulle a un exoplaneta. La "pistola humeante" de este acontecimiento se observó en un largo estallido de baja energía procedente de la estrella, la firma reveladora de un planeta que roza la superficie de una estrella. Este proceso nunca antes visto podría anunciar el destino final de la Tierra cuando nuestro Sol se acerque al final de su vida dentro de unos 5.000 millones de años.

Gracias al estudio de innumerables estrellas en distintas fases de su evolución, los astrónomos han podido comprender el ciclo vital de las estrellas y cómo interactúan con los sistemas planetarios que las rodean a medida que envejecen. Esta investigación confirma que cuando una estrella similar al Sol se acerca al final de su vida, se expande entre 100 y 1.000 veces su tamaño original, engullendo finalmente a los planetas interiores del sistema. Se calcula que este tipo de sucesos sólo ocurren unas pocas veces al año en toda la Vía Láctea. Aunque observaciones anteriores han confirmado las secuelas de engullimientos planetarios, los astrónomos nunca habían captado uno en el acto, hasta ahora.

Gracias a la potencia del generador de Imágenes de Óptica Adaptativa Gemini Sur (GSAOI), situado en Gemini Sur, una de las mitades del Observatorio Internacional Gemini, operado por el NOIRLab de la NSF, los astrónomos han observado la primera prueba directa de la expansión de una estrella moribunda que engulle a uno de sus planetas. Las pruebas de este suceso se hallaron en un estallido revelador "largo y de baja energía" procedente de una estrella de la Vía Láctea situada a unos 13.000 años-luz de la Tierra. Este acontecimiento, la devoración de un planeta por una estrella engullida, presagia probablemente el destino final de Mercurio, Venus y la Tierra cuando nuestro Sol comience su agonía dentro de unos cinco mil millones de años.

"Estas observaciones proporcionan una nueva perspectiva para encontrar y estudiar los miles de millones de estrellas de nuestra Vía Láctea que ya han consumido sus planetas", afirma Ryan Lau, astrónomo del NOIRLab y coautor de este estudio, publicado en la revista Nature.

Durante la mayor parte de su vida, una estrella similar al Sol fusiona hidrógeno en helio en su núcleo caliente y denso, lo que permite a la estrella empujar contra el peso aplastante de sus capas exteriores. Cuando el hidrógeno del núcleo se agota, la estrella comienza a fusionar helio en carbono, y la fusión de hidrógeno migra a las capas exteriores de la estrella, provocando su expansión y transformando la estrella similar al Sol en una gigante roja.

Sin embargo, esta transformación es una mala noticia para los planetas del sistema interior. Cuando la superficie de la estrella se expanda hasta engullir a uno de sus planetas, su interacción desencadenará un espectacular estallido de energía y material. Este proceso también frenaría la velocidad orbital del planeta, provocando su caída en picado hacia la estrella.

Los primeros indicios de este acontecimiento fueron descubiertos por imágenes ópticas de la Zwicky Transient Facility. La cobertura infrarroja de archivo del Near-Earth Object Wide-field Infrared Survey Explorer (NEOWISE) de la NASA, capaz de escudriñar entornos polvorientos en busca de estallidos y otros fenómenos transitorios, confirmó entonces el fenómeno de engullimiento, denominado ZTF SLRN-2020. "El reanálisis personalizado de los mapas infrarrojos de todo el cielo de NEOWISE realizado por nuestro equipo ejemplifica el enorme potencial de descubrimiento de los conjuntos de datos de sondeos de archivo", afirma Aaron Meisner, astrónomo del NOIRLab y otro de los coautores del artículo.

Distinguir un estallido planetario de otros tipos de estallidos, como las llamaradas solares y las eyecciones de masa coronal, es difícil y requiere observaciones de alta resolución para determinar la ubicación de un estallido y mediciones a largo plazo de su brillo sin contaminación por estrellas cercanas.


Gemini Sur proporcionó estos datos esenciales gracias a sus capacidades de óptica adaptativa.

"Gemini Sur continúa ampliando nuestra comprensión del Universo y estas nuevas observaciones apoyan las predicciones para el futuro de nuestro propio planeta", dijo el director del programa del Observatorio Gemini de la NSF, Martin Still. "Este descubrimiento es un maravilloso ejemplo de las hazañas que podemos lograr cuando combinamos operaciones de telescopio de clase mundial y colaboración científica de vanguardia".

"Gracias a estos nuevos y revolucionarios estudios ópticos e infrarrojos, estamos siendo testigos en tiempo real de este tipo de acontecimientos en nuestra Vía Láctea, un testimonio de nuestro casi seguro futuro como planeta", afirma Kishalay De, astrónomo del Instituto Tecnológico de Massachusetts y autor principal del artículo.

El estallido del engullimiento duró aproximadamente 100 días y las características de su curva de luz, así como el material expulsado, permitieron a los astrónomos conocer la masa de la estrella y la de su planeta engullido. El material expulsado consistía en unas 33 masas terrestres de hidrógeno y unas 0,33 masas terrestres de polvo. "Se trata de más material de formación estelar y planetaria reciclado, o expulsado, al medio interestelar gracias a que la estrella se comió al planeta", explica Lau. A partir de este análisis, el equipo estimó que la estrella progenitora tiene entre 0,8 y 1,5 veces la masa de nuestro Sol y que el planeta devorado tiene entre 1 y 10 veces la masa de Júpiter.

Ahora que se han identificado por primera vez las señales de un engullimiento planetario, los astrónomos han mejorado los parámetros que pueden utilizar para buscar sucesos similares en otros lugares del cosmos. Esto será especialmente importante cuando el Observatorio Vera C. Rubin entre en funcionamiento en 2025. Por ejemplo, los efectos observados de la contaminación química en la estrella remanente, vistos en otros lugares, pueden indicar que se ha producido un engullimiento. La interpretación de este suceso también aporta pruebas de un eslabón perdido en nuestra comprensión de la evolución y el destino final de los sistemas planetarios, incluido el nuestro.

"Creo que hay algo muy notable en estos resultados que habla de la fugacidad de nuestra existencia", afirma Lau. "Después de los miles de millones de años que abarca la vida de nuestro Sistema Solar, es probable que nuestras propias etapas finales concluyan en un destello final que dure sólo unos meses".

Fuentes, créditos y referencias:

Kishalay De, An infrared transient from a star engulfing a planet, Nature (2023). DOI: 10.1038/s41586-023-05842-x. www.nature.com/articles/s41586-023-05842-x

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