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Hace poco, desde nuestro centro de investigación, sacamos a la luz una nueva obra a incluir –de hecho, a volver a incluir– en el catálogo de Francisco de Zurbarán, uno de los principales artistas del barroco español. La buena recepción de la noticia y las preguntas de los medios de comunicación nos llevaron a percatarnos de la confusión que genera la atribución de una obra artística a un determinado autor.
¿Cuándo puede considerarse que la atribución de una obra de arte es irrefutable y definitiva? En realidad, nunca.
La clave es la documentación
Podríamos dividir las obras de arte entre las pocas que están claramente documentadas y las que no lo están. Mientras que de las primeras se conoce a ciencia cierta quién fue el autor, las otras siempre serán obras atribuidas, por más que en un momento dado se haya llegado a un consenso internacional sobre quién las realizó. Ese consenso puede romperse en cualquier momento si aparecen nuevos indicios que cambien el rumbo de la atribución.
Solo es posible estar cien por cien seguros acerca de la autoría de una obra si su historia puede rastrearse desde el momento de su creación hasta el presente, algo poco frecuente. Las obras de arte, como objetos materiales que son, pueden padecer episodios convulsos y ajetreados vaivenes: cambian de dueños, de ubicación, de país o de continente, y, en ocasiones, de apariencia. Sí, incluso de apariencia: se oscurecen, agrietan, desescaman y son repintadas, a veces no demasiado fielmente con respecto a su versión original. En otros momentos cambian sus medidas, bien por recortes o recibiendo añadidos que las adaptan a un nuevo marco.
Más de una obra importante, pese a estar conservada e identificada en un gran museo, ha cambiado de atribución en varias ocasiones. Incluso siendo menos lejana en el tiempo que Zurbarán.
El caso de Goya y “su coloso”
Hace pocos años la autoría de varias obras consideradas de Goya comenzó a oscilar –un tanto frenéticamente– entre el maestro aragonés y su allegado Asensio Juliá, en medio de una interesante polémica entre especialistas.
Actualmente la ficha técnica de El coloso en el Museo del Prado no indica que sea obra de Francisco de Goya sino que es “atribuida a…”, dado que su autoría ha sido puesta en duda.
Al no estar documentada, en realidad ya era una obra “atribuida” antes de que la especialista Manuela B. Mena pusiera públicamente en duda su autoría. Pero hasta que no se dio visibilidad a esta polémica no parecía importante enunciarlo de manera oficial. Esta matización debería aparecer en muchas más obras de las que pensamos.
La Santa Inés
La Santa Inés que el Centre d’Art d’Època Moderna de la Universitat de Lleida ha atribuido a Zurbarán ha sido en realidad, como EL coloso de Goya, reatribuida, porque ya había sido considerada de la mano de Zurbarán anteriormente.
No hubo duda de ello cuando en 1900 el Duque de Béjar la prestó para su primera exhibición pública en Madrid, y desde entonces había sido descrita como una de las obras más bellas realizadas por el maestro extremeño. A lo largo de más de cien años, el consenso sobre su atribución era unánime entre los grandes especialistas. Con una excepción: el historiador del arte Martín S. Soria, que en 1944 remarcó su afinidad con una obra de Alonso Cano, otro gran maestro del barroco español.
No obstante, esta similitud no iba en detrimento de la atribución de la obra a Zurbarán, pues Alonso Cano, Zurbarán y Velázquez (el triunvirato apoteósico de la pintura barroca española) se conocían y realizaron obras influidos unos por otros. Lo que no había pasado nunca es que esta obra de tan magnífica calidad artística fuera relegada a un artista menor, como pasó en 2010 cuando fue atribuida al Maestro de San Hermenegildo.
Todos los que habían hablado de la pieza se basaban en su “ojo clínico”: un ojo muy entrenado a partir de la experiencia de ver y observar muchas obras de un determinado artista o época.
Aunque esta metodología por sí sola se considera hoy en día poco fiable, en realidad es maravilloso el gran número de atribuciones correctas realizadas por los grandes historiadores del arte hasta el día de hoy contando solamente con su experiencia y buen saber. Los grandes connoisseurs dedicaban toda su vida a la observación de obras de un círculo muy reducido de autores, lo que les otorgaba un gran conocimiento de los detalles que les eran propios.
Sin embargo, la necesidad de evidencias objetivas y demostrables ha llevado a que el historiador del arte recurra en la actualidad al estudio de los materiales y procesos creativos de la obra.
Evolución de la ciencia y la historia del arte
En un principio, el estudio de materiales se basaba en la extracción de muestras que, analizadas químicamente, ayudaban a datar la fecha de producción de la obra de arte. Pero últimamente se priorizan técnicas de análisis menos invasivas y que aportan mayor información.
Es el caso del estudio multibanda, un combinado de diversas técnicas de análisis físico-ópticas que permite obtener conclusiones determinantes acerca de la composición material y el proceso de realización de cualquier obra de arte. Pero también de la fotografía técnica con ultravioleta, que ayuda a discernir entre el material original y añadidos posteriores de otras épocas.
Otras veces se recurre a técnicas lumínicas combinadas como las infrarrojas o los rayos X, que permiten observar diversos estratos de la obra y desentrañar aspectos clave de la técnica artística de un determinado maestro. La interpretación de estos estudios puede permitir diferenciar entre obras originales y copias o falsificaciones, sean antiguas o recientes.
Volviendo al caso de la Santa Inés y su atribución a Francisco de Zurbarán, fue una suma de indicadores lo que nos llevó a este autor: los materiales de época, los pigmentos de su paleta, los rasgos plásticos y la técnica constructiva del maestro extremeño.
Aún así, la obra tiene la misma debilidad que tantas grandes obras que cuelgan de las paredes de muchos museos, y es que solamente puede rastrearse su historia a través de la documentación desde 1900.
¿Significa esto que se trata de una atribución con dudas? Rotundamente no. La ciencia y la historia del arte nos llevan a pensar en Zurbarán como único posible autor de esta obra. Sin embargo, ambas disciplinas evolucionan y no podemos descartar que nuevos métodos de análisis, o la aparición de otro tipo de documentación, arrojen en el futuro información que lleve a cambiar de nuevo su autoría.
Jésica Martí Egea trabaja para el Centre d'Art d'Època Moderna de la Universitat de Lleida.
María Antonia Argelich dirige el Centre d'Art d'Època Moderna de la Universitat de Lleida
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.