¿Existe el nacionalismo español?

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En las dos últimas décadas, la política española se ha caracterizado por ser una de las más convulsas del escenario europeo. Entre las muchas variables que definen esta realidad, el eje ideológico centro-periferia constituye el principal combustible que alimenta el enfrentamiento político entre las diversas concepciones territoriales y los diferentes nacionalismos que coexisten en el país.

En España existen diversos nacionalismos como el catalán o el vasco, pero también un nacionalismo español de matriz castellana que está muy enraizado en la política española desde la Restauración hasta la actualidad.

De hecho, es una constante la alusión a los nacionalismos periféricos y sus reivindicaciones, mientras que apenas existe referencia alguna al nacionalismo español.

¿Esta supuesta invisibilidad significa que en España no existe un sentimiento identitario que se contraponga a otros nacionalismos? La respuesta es positiva y solo es necesario repasar un poco de historia.

Desde el siglo XV, una vez unificados los reinos de Aragón y Castilla e iniciado el proceso de expansión de la Corona de Castilla hacia América, solo podemos apuntar una cierta identidad prenacional que está más relacionada con la lealtad a la Monarquía española y al concepto imperial de las Españas que a una corriente de pensamiento que haga referencia al concepto nacional de España.

¿Cuándo surgió la idea de España como nación única?

A partir del siglo XIX, en un contexto de agitación social tras la Guerra de la Independencia y la pérdida traumática de las colonias americanas, es cuando realmente surge una corriente de pensamiento que promueve la unidad y la identidad de España como una nación única e indivisible y que, entre otros, fue desarrollada por figuras como Cánovas del Castillo y Juan Donoso.

Esta ideología se caracteriza por una serie de ideas y valores entre los que destacan: el centralismo y la unidad territorial de España; el patriotismo y la defensa de la nación frente a amenazas internas y externas; el catolicismo y el tradicionalismo como fundamento de la identidad nacional y la oposición a las corrientes liberales que promueven la modernización de España y que se perciben como una amenaza a la identidad y el tradicionalismo español.

Con posterioridad, este sentimiento identitario español se refuerza durante la dictadura franquista (1939-1975), que utiliza el corpus ideológico del nacionalismo español para justificar su régimen autoritario y centralista y la dura represión contra cualquier forma de disidencia política o reivindicación autonomista.

Como era de esperar, durante la Transición (1976-1982) se produce un fuerte resurgimiento del sentimiento identitario en Cataluña y en el País Vasco que reivindica mayores cuotas de autonomía y autogobierno, sin que medie una reacción relevante por parte de un nacionalismo español muy debilitado por su proximidad ideológica al franquismo. Sin embargo, la normalidad democrática y la superación de la dictadura franquista, a partir de los años 80, conlleva el fortalecimiento de nuevas corrientes políticas que comienzan a reivindicar con mayor fuerza la identidad nacional y la unidad territorial de España, en contraposición a los movimientos nacionalistas periféricos.

¿Es el sentimiento nacionalista siempre de derechas?

Entre los partidos que reivindican con mayor intensidad el nacionalismo español está el Partido Popular de Jose María Aznar y algunos grupúsculos de extrema derecha. Pero, es importante señalar que el nacionalismo español no es un fenómeno exclusivo de la derecha política, puesto que existen corrientes nacionalistas de izquierda que también reivindican la identidad y la unidad de España, pero desde una perspectiva más dialogante.

El mandato de Aznar (1996-2004) se caracteriza por situar el nacionalismo español en el centro de la escena política y por implementar iniciativas que suponen un cambio sustancial del contexto político español. Entre las más destacables cabe señalar la ruptura, por parte del gobierno español, del equilibrio establecido por el Título VIII de la Constitución que establece un nivel competencial distinto entre las comunidades históricas (artículo 151) y las comunidades de régimen común (artículo 143), y que a través de la aplicación del artículo 152 culmina con una política de traspasos que prácticamente equipara el techo competencial de todas las comunidades.

Asimismo, algunas iniciativas políticas como la consolidación de la España radial, la política fiscal de la Comunidad de Madrid o el déficit de inversiones en la franja mediterránea generan un sentimiento de agravio comparativo y contribuyen a una espiral reivindicativa por parte de los gobiernos catalán y vasco, que desean mantener un estatus especial en el marco autonómico español.

Finalmente, a partir de 2010, y coincidiendo con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, se inicia una etapa muy convulsa de la política española caracterizada por un enfrentamiento político muy duro entre los diversos nacionalismos.

El sentimiento identitario de los últimos años

El Procès (2010-2017) se convierte en una espiral de confrontación entre el nacionalismo catalán, que pretende ser reconocido como sujeto político con derecho a la autodeterminación, y el nacionalismo español, que niega toda posibilidad de negociación utilizando todos los mecanismos del Estado para impedir la celebración del referéndum del 1 de octubre de 2017.

Es en este contexto de respuesta al independentismo catalán donde debemos situar el significativo crecimiento del sentimiento identitario español de los últimos años y la implementación, desde los partidos de la derecha conservadora, liberal y radical española (PP, Cs y Vox), de políticas y marcos comunicativos destinados a la confrontación con los nacionalismos periféricos con el propósito de reforzar los principios de centralización, identidad y unidad territorial tan propios del sentimiento identitario español.

The Conversation

Víctor Climent Sanjuán no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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