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La crisis sanitaria desatada con la pandemia de la covid-19 trascendió el sistema sanitario, desembocando en una crisis económica, social y política. Estas “crisis múltiples” comparten, en palabras de Mayte Dongo Sueiro, polítologa de la Universidad Católica del Perú, el “cuestionamiento sobre el orden, dudas sobre las normas que rigen nuestra convivencia social, y que se convirtieron hace unas décadas en las reglas aceptadas por un gran número de personas en el mundo”.
Se crea un contexto de “crisis permanente”: una sucesión constante de situaciones desafiantes y disruptivas que afectan diversos aspectos de la vida en la sociedad. Pueden ser crisis sanitarias, energéticas, económicas, conflictos armados y otros eventos que tienen un impacto significativo a nivel global, y que para hacerse frente necesitan un “estado reforzado”.
Pero ¿afectan a todas las personas por igual?
Mecanismos europeos
La Unión Europea ha desarrollado, desde principios de la década de 2000, varios mecanismos de respuesta a las crisis, ya sean naturales o provocadas por el hombre.
En 2018 se creó la unidad de Respuesta Política Integrada (IPCR) para la toma de decisiones coordinada en “crisis importantes y complejas, incluidos actos de terrorismo”. El Mecanismo de Protección Civil de la Unión (UPCM) se ha desarrollado para reforzar la cooperación entre los Estados miembros en la prevención, preparación y respuesta ante catástrofes.
En respuesta a la covid-19, en febrero de 2020, el marco legislativo del UPCM se revisó para proporcionar apoyo intersectorial más completo a la gestión de emergencias a los estados miembros y a sus ciudadanos.
Basándose en las lecciones aprendidas de esta última crisis y con asesoramiento científico, la Comisión Europea ha propuesto el paquete legislativo RESISTIRÉ 2022 (RESpondIng to outbreakS through co-creaTIve inclusive equality stRatEgies) para renovar toda la arquitectura de preparación y respuesta ante crisis sanitarias.
Las crisis y el impacto de género
Una de las cuestiones que la pandemia dejó claras es que existe un impacto distinto según el género. Aunque la perspectiva de género se lleva incorporando en la formulación de políticas de la UE desde hace más de dos décadas, las políticas estatales españolas, en gran medida, aún no lo han hecho.
La necesidad de dar respuestas rápidas en tiempos de crisis a menudo eclipsa la consideración de las cuestiones de género cuando se diseñan políticas para hacer frente a tales situaciones.
Tomando un ejemplo del pasado reciente, el Instituto Europeo para la Igualdad de Género subraya cómo “las medidas fiscales adoptadas a raíz de la crisis financiera de 2008 tuvieron un impacto desproporcionadamente negativo en las mujeres”.
Además de otros motivos de desigualdad (como la orientación sexual, la etnia, el origen socioeconómico y las discapacidades, por nombrar algunos), hacer la vista gorda a las desigualdades de género en las políticas relacionadas con la pandemia significa dejar atrás a una población considerable en la UE.
La información que nos da RESISTIRÉ
Los datos del proyecto europeo RESISTIRÉ, que analiza las políticas y las respuestas de la sociedad en los 31 países (los 27 de la UE junto con Islandia, Reino Unido, Serbia y Turquía), aportan información detallada sobre las iniciativas políticas y sociales para paliar el impacto de la crisis con una especial atención en la protección a las mujeres.
Estos datos apuntan a una leve mejoría respecto de la situación descrita en estudios anteriores que indicaban que “sólo 16 países han comunicado medidas de protección social nuevas o medidas de protección social nuevas o modificadas que hacen referencia a las mujeres”.
Los análisis de RESISTIRÉ muestran que, aunque la integración de la perspectiva de género se ha adoptado como enfoque en la elaboración de políticas de la UE durante más de dos décadas, las políticas de lucha contra la covid 19 en general no han integrado la perspectiva de género a escala nacional.
Por ejemplo, de un total de 298 medidas analizadas sólo en el 2 % se ha llevado a cabo una evaluación del impacto de género (EIG). En el 58 % de los casos, la EIG no se ha llevado a cabo en absoluto, y en el 40 % de los casos no había motivos para evaluarla.
Desigualdad del sistema sanitario
La pandemia ha recordado a la sociedad el papel esencial de nuestro sistema sanitario y lo importantes que son las personas que trabajan en él. Las desigualdades existentes en el sector, y más concretamente en los hospitales, se han exacerbado debido a la pandemia.
Los mecanismos de toma de decisiones y la gestión están dominados por los hombres, mientras que la mayoría de los trabajadores sanitarios, especialmente en primera línea contra el virus, son mujeres. Para ilustrarlo, en 2019, más del 70 % del personal sanitario mundial estaba formado por mujeres, mientras que los hombres ocupaban alrededor del 75 % de los puestos de liderazgo en el sector.
En la UE, en ese mismo año, el 86 % de los trabajadores de atención personal en los servicios sanitarios eran mujeres, mientras que las mujeres representaban el 89 % de las enfermeras y matronas y el 84 % de los profesionales asociados. En cambio, sólo representaban el 52 % de los médicos.
La violencia de género durante la pandemia
Uno de los ámbitos donde más llama la atención la ausencia de políticas específicas es la violencia de género. En muchos países, las políticas de confinamiento y la crisis económica han provocado un aumento de la violencia de género. Algunos países han respondido con políticas para concienciar, reforzar las herramientas de apoyo a distancia y proporcionar fondos a las organizaciones que gestionan servicios y refugios.
Al mismo tiempo, en varios países ha habido una ausencia total de políticas en este ámbito o los responsables políticos se han limitado a hacer declaraciones sin tomar acciones concretas.
Digitalización sobrevenida
La repentina aceleración de la digitalización de los servicios públicos y las interacciones humanas durante la crisis pandémica ha tenido un impacto desigual en la vida de las personas, especialmente en las más vulnerables.
Por un lado, la posibilidad de llevar a cabo nuevos procesos (por ejemplo, suministro de información, reuniones, etc.) a través de internet ha permitido a la sociedad civil implicar a más personas en actividades de apoyo y multiplicar los contactos y la ayuda mutua.
Por otro lado, este proceso de transición a las interacciones digitales ha contribuido a crear las condiciones para la reproducción de viejas desigualdades y la creación de otras nuevas.
Quienes carecen de dispositivos, conectividad y competencias (por ejemplo, personas de bajo nivel socioeconómico, residentes en zonas rurales, ancianos, etc.) se han visto a menudo excluidos de los beneficios antes mencionados. En varios casos, las políticas aplicadas para mitigar estas desigualdades a menudo no han tenido en cuenta a quienes carecen de ciudadanía, vivienda “adecuada” o conocimientos lingüísticos.
Además, estas políticas se han ocupado a menudo del aspecto material de la cuestión (distribución de dispositivos) sin reflexionar sobre los aspectos sociales implicados. Por ejemplo, no se ha reflexionado sobre el hecho de que los edificios escolares pueden ser a menudo un entorno seguro para los alumnos de familias con orígenes difíciles.
Impacto en la productividad académica
La pandemia de la covid-19 afectó también especialmente a las mujeres y a grupos que ya eran menos visibles en las carreras de investigación antes de la pandemia, como ha recogido el informe elaborado por el Grupo de Expertos de la Comisión europea.
Este informe constata una disminución de la productividad académica de las investigadoras, y en particular de las que se encuentran en las primeras etapas de su carrera. Además, las mujeres tenían una cantidad desproporcionada de responsabilidades asistenciales, incluida la educación en el hogar, lo que les dejaba menos tiempo para investigar, en comparación con las que no tenían responsabilidades asistenciales.
La pandemia en primera persona
El impacto de la pandemia y las respuestas políticas y sociales están siendo objeto de estudio para poder mejorar la respuesta a crisis presentes y futuras. Sin embargo, pocas investigaciones han puesto el foco en recoger las vivencias individuales de las personas más vulnerables durante esta crisis.
Esto sí que se ha incorporado a la investigación de RESISTIRÉ a través de la recopilación de más de 800 entrevistas narrativas individuales; 90 entrevistas semiestructuradas a expertos y autoridades públicas; y 14 talleres paneuropeos con 200 expertos de la sociedad civil, el mundo académico y las autoridades públicas.
Esta aportación cualitativa se recogerá en un libro (Better) Stories from the Pandemic que se presentará durante la conferencia final del proyecto, los próximos 20 y 21 de junio en Bruselas.
Saldremos mejores: historias inspiradoras
A pesar de todos los datos anteriores, la crisis también ha puesto de relieve muchas historias de inspiración acerca de medidas legislativas y respuestas sociales inspiradoras a estos impactos de género, esforzándose por reconstruir mejor poniendo el cuidado, la diversidad y el bienestar social en el centro del cambio social, y desafiando las relaciones de poder de género e interseccionales.
Estas “historias mejores” se basan en el concepto desarrollado por la socióloga canadiense Dina Georgis. RESISTIRÉ ha recopilado prácticas prometedoras en 31 países europeos que alivian el impacto de las políticas de la pandemia sobre las desigualdades: ninguna es una solución perfecta, pero ilustran cómo puede mejorarse una situación social determinada.
María López Belloso recibe fondos de H2020, Proyecto RESISTIRE (101015990). Ellla es miembro del Grupo de expertas de la EC para analizar el impacto de género del COVID 19.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.