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Vacunas, extracciones de sangre, curas de heridas, biopsias… Hay situaciones en el entorno sanitario que nos resultan especialmente angustiosas y molestas y, sin embargo, no requieren anestesia. En nuestro auxilio podrían salir las gafas de realidad virtual y otras nuevas tecnologías que, al distraer nuestra mente, tienen la capacidad de reducir la percepción del dolor.
El tratamiento del dolor es un asunto complejo. Los fármacos analgésicos plantean el problema de que su uso prolongado o inadecuado puede acarrear efectos secundarios y riesgos para la salud de los pacientes. Entre estos riesgos se encuentra la posibilidad de desarrollar dependencia, problemas de tolerancia, efectos adversos gastrointestinales, picazón, alteraciones urinarias y, en algunos casos, incluso problemas de salud mental.
Además, hay evidencias de que la terapia crónica del dolor con opioides o esteroides puede conducir a la inmunosupresión. Sin embargo, interrumpir el tratamiento tampoco es buena opción, dado que tiene consecuencias alarmantes para las personas, la sociedad y todo el sistema de salud.
¿Estamos, entonces, ante un callejón sin salida? Tal vez no. Algunas de las alternativas disponibles tienen mínimos efectos adversos en comparación con la farmacoterapia: la realidad virtual o aumentada, la telesalud para pacientes con dolor crónico en entornos rurales o aislados y las aplicaciones móviles para monitorizar el dolor.
La realidad virtual como analgésico
La realidad virtual y aumentada resultan de gran utilidad para distraer del dolor y la ansiedad a los pacientes. Y el hecho de desviar la atención conlleva una respuesta más lenta a las señales de dolor entrantes. Esto resulta especialmente útil cuando se somete a pacientes pediátricos a procedimientos que van desde vacunas hasta reparación de laceraciones. Pero también en adultos con fibromialgia o dolor crónico lumbar.
La realidad virtual crea un entorno enriquecido con múltiples retroalimentaciones sensoriales aumentadas (auditivas, visuales y táctiles). Su aplicación como analgésico ha sido objeto de numerosos estudios y experimentos en los que se utilizan cascos o gafas que sumergen al paciente en entornos virtuales diseñados específicamente para aliviar el dolor.
Los entornos virtuales pueden variar desde paisajes relajantes y naturales hasta escenarios fantásticos o recreaciones virtuales de lugares reales. Estos entornos se combinan con elementos interactivos y técnicas de distracción que desvían la atención del malestar físico y pueden mejorar la calidad de vida de los pacientes.
La proyección futura de la realidad virtual como analgésico se enfoca en la mejora de dispositivos y diseño de entornos virtuales cada vez más realistas y envolventes. Además, se están explorando técnicas de neuroestimulación y biofeedback integradas con la realidad virtual para un enfoque más personalizado y efectivo en el alivio del dolor.
Monitorización del dolor con apps
En cuanto a las aplicaciones móviles para monitorizar el dolor, son herramientas que permiten a los usuarios registrar y hacer un seguimiento de su nivel de dolor a lo largo del tiempo. Lo más habitual es que utilicen escalas para que los usuarios indiquen la intensidad del dolor que experimentan. Además, algunas aplicaciones también permiten registrar información adicional, como la ubicación del dolor, los factores desencadenantes y las estrategias de alivio utilizadas.
Es importante utilizar estas aplicaciones de manera correcta y consciente. No están exentas de efectos adversos. Entre otras cosas porque, en algunos casos, el constante monitoreo del dolor puede aumentar la ansiedad y la preocupación del usuario, especialmente si se enfoca demasiado en la intensidad del dolor o si no detecta una mejora significativa.
A esto se le suma que el uso excesivo de la aplicación y una dependencia excesiva de ella para el manejo del dolor pueden dificultar la autonomía del usuario y su capacidad para enfrentar el dolor de forma independiente.
Tampoco hay que olvidar que las mediciones no son del todo exactas: las escalas de dolor subjetivas pueden variar de una persona a otra y pueden verse afectadas por el estado de ánimo o la interpretación personal. Esto puede dar lugar a mediciones inexactas o sesgadas.
Con todo y con ello, algunos estudios han destacado la importancia de un uso equilibrado y consciente de las aplicaciones móviles para el manejo del dolor. Eso sí, siempre y cuando se evite la dependencia excesiva y se mantenga una comunicación regular con los profesionales de la salud para evaluar la efectividad de las estrategias de manejo del dolor implementadas.
El control por parte de profesionales sanitarios es crucial pero oneroso. Además, su participación en la atención al paciente a distancia no debe prolongar su horario laboral. De ahí que no siempre resulte viable.
La telesalud en el dolor crónico
Los estudios sobre la efectividad de la telesalud han crecido considerablemente en tiempos de pandemia por covid-19. La telesalud incluye telemedicina y teleconsultas como la telerrehabilitación, especialmente útiles para prestar atención médica en las comunidades rurales y remotas. Cada vez hay más pruebas de que la atención prestada a través de la telemedicina puede ser segura y eficaz, en algunos casos incluso con resultados similares a la atención presencial convencional.
El único problema es que, debido a las desigualdades en materia de salud y alfabetización digital, los pacientes que podrían resultar beneficiados de esta posibilidad suelen ser también los que menos opciones tienen de acceder a la telemedicina y hacer uso de ella.
La telemedicina tiene el potencial de mejorar la eficacia, la eficiencia y la equidad en la atención sanitaria, pero también puede introducir nuevos riesgos y aumentar las desigualdades existentes.
Falta formación
La utilidad de las nuevas tecnologías en el ámbito sanitario es indiscutible. Pero ¿poseen los profesionales sanitarios suficientes destrezas y competencias en nuevas tecnologías para el abordaje del dolor? Es lo que nos hemos planteado en un proyecto conjunto investigadores de Dinamarca, España, Austria y Finlandia a través del proyecto Tech2Match, financiado por la Comisión Europea.
Desde el principio tuvimos claro que la carencia de enseñanza en competencias tecnológicas para profesionales sanitarios es un problema que requiere soluciones. Aunque en la práctica los alumnos sí reciben contenidos al respecto, no están regulados por competencias y destrezas. Y eso hace que su conocimiento de las nuevas tecnologías para el abordaje del dolor sea casi nulo.
Es importante que esto cambie porque, como acabamos de analizar, generalizar el uso de las nuevas tecnologías en pacientes con dolor podría reducir significativamente el consumo de fármacos y mejorar su calidad de vida.
Cristina Lirio Romero recibe fondos de la Comisión Europea.
[email protected] recibe fondos de La Comisión Europea.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.