Terremoto en Marruecos: cuando solo el sentido común puede evitar las embestidas de la naturaleza

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Gerardo de Vicente Muñoz, Universidad Complutense de Madrid

La Tierra es un planeta activo, afortunadamente. La evolución de la vida ha estado condicionada, desde su origen, por la actividad de la Tierra. Si no hubiese tectónica de placas, no habría mamíferos ni seres humanos. Lamentablemente, las consecuencias pueden afectarnos de modo catastrófico: terremotos, volcanes, tsunamis, inundaciones…

Los continentes, el relieve, son producto de la tectónica de placas: la parte más externa de la Tierra está formada por placas que se mueven unas respecto a otras. Y en buena parte, se construyen a base de sismos, consecuencia de las interacciones entre esas placas.

Así las cosas, y ante los miles de muertos que se producen como consecuencia de dicha actividad, podemos resignarnos, o dejar de mirar hacia otro lado. Decía Einstein que no estaba seguro de que el universo fuese infinito, pero de lo que sí estaba convencido era de que la estupidez humana lo era.

Los ríos tienen un cauce, por el que discurren normalmente, y una llanura de inundación que el agua cubre ocasionalmente. Se llama así, llanura de inundación. Si se construyen casas en esa zona, tarde o temprano esas casas se inundarán.

Sabemos dónde están las principales fallas activas responsables de la sismicidad. Si se construyen casas encima de una de estas fallas, tarde o temprano, esas casas colapsarán. El problema sería menor si pudiésemos predecir cuándo va a haber una inundación o un terremoto. Pero no se puede.

Actividad sísmica en las proximidades de la península ibérica

El proceso de convergencia entre las placas Euroasiática y Africana en occidente es relativamente lento (3 mm/año). Sin embargo, la zona deformada durante los últimos 50 millones de años es muy ancha, desde los Pirineos y Galicia, pasando por el Sistema Central y la Cadena Ibérica, Sierra Morena, las Béticas, el Rif y el Atlas; con una evolución tectónica muy rápida (desde el punto de vista geológico) y compleja.

Y aunque el límite de placas parece pasar por el estrecho de Gibraltar, la sismicidad no sólo se produce ahí. En Iberia continental, el sismo instrumental registrado de mayor magnitud no está en las Béticas. Está en Galicia (Becerreá, 1997).

El Sistema Central en Portugal, cerca de Lisboa, tiene una actividad sísmica considerable (terremoto de Benavente, 1909). Y, por supuesto el Atlas, que va desde el paralelo de Canarias en Marruecos hasta Túnez, es una cadena muy prominente y activa, con sismos muy destructivos en Argelia (El Asnam, 1980.

Ante la falta de previsiones, sentido común

No todo es predecible en ciencia y, de nuevo, afortunadamente.

Nadie se rasga las vestiduras cuando en bachillerato nos enseñan el principio de indeterminación de Heisemberg. O se conoce la velocidad, o se conoce la posición de un electrón. Pero las dos cosas a la vez, no se puede.

Los sistemas dinámicos complejos (la atmósfera, la sismicidad, pero también el mercado de valores o un partido de fútbol) son caóticos. Se puede predecir su comportamiento a corto plazo, pero no a medio-largo plazo. Por mucho que mejoremos nuestras computadoras o nuestros modelos, podremos predecir si va a llover en una semana. Pero no en 15 días.

No podemos predecir el tiempo atmosférico a más de una semana, porque los resultados comienzan a divergir exponencialmente. Se llama dependencia sensible a las condiciones iniciales (o efecto mariposa).

A nuestros cerebros les encanta predecir. Todas las culturas antiguas han predicho el movimiento regular de las estrellas. Pero el reconocimiento de los sistemas caóticos y sus consecuencias no tuvo lugar hasta finales del siglo pasado.

La única aproximación matemáticamente posible en esos sistemas es la probabilística, pero eso no es predecir. Como buen sistema caótico, la recurrencia de sismos no es periódica, por lo que no tiene sentido hablar de “periodo de recurrencia” (sólo desde el punto de vista probabilístico), porque en la misma zona puede haber un sismo importante, y volver a haberlo mañana… o dentro de 100 o 1 000 años.

En el caso de la sismicidad, nuestro grado de incertidumbre es todavía mayor. Una falla activa puede romper mañana, o dentro de mil años. Las murallas de Marrakesch estuvieron ahí desde la Edad Media, pero están cerca de una falla activa, por lo que siempre van a estar en riesgo.

No ignoremos la realidad. No construyamos nuestras casas al lado de los ríos ni de las fallas activas. O al menos utilicemos medios de construcción antisísmicos. No son nada caros.The Conversation

Gerardo de Vicente Muñoz, Catedrático del Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología, Universidad Complutense de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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