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El pasado 10 de noviembre de 2022, las autoridades italianas comunicaron la detección de la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) en explotaciones de ganado bovino en la isla de Cerdeña. Unos días más tarde también se registraron casos en Sicilia. Estos brotes constituyeron los primeros de la dolencia identificados hasta la fecha en Europa.
Poco después, el 18 de noviembre de 2022, fueron detectados los primeros casos en España, en el sur de la península. Desde entonces, la enfermedad se ha extendido por la geografía española y ya han sido comunicados más de 80 brotes en bovinos y cérvidos, con cientos de casos repartidos por numerosas comunidades autónomas.
No se contagia a los humanos
El cambio climático y la globalización han aumentado el riesgo de que los patógenos se propaguen a áreas geográficas nuevas e inesperadas, pero ¿qué es la enfermedad hemorrágica epizoótica y qué riesgo supone?
La Organización Mundial de Sanidad Animal clasifica la enfermedad hemorrágica epizoótica como una afección de rumiantes domésticos y salvajes causada por el virus de la enfermedad hemorrágica epizoótica (VEHE). Este patógeno es un miembro de la familia Reoviridae, género Orbivirus, del que existen más de ocho serotipos.
El virus tiene un genoma de ARN bicatenario (es decir, el material genético es ARN de cadena doble) de diez segmentos que codifica siete proteínas estructurales (VP1-VP7) y cuatro proteínas no estructurales (NS1, NS2, NS3/NS3a y NS4). La proteína VP2 es el principal determinante de la especificidad del serotipo, mientras que la VP7 posee antígenos específicos de serogrupo.
La enfermedad es de declaración obligatoria porque conlleva un alto riesgo de generar importantes pérdidas económicas directas e indirectas, pero no nos enfrentamos a una zoonosis, es decir, no se transmite a los humanos. De todos modos, es categorizada por la Unión Europea como enfermedad objeto de vigilancia y deben adoptarse medidas para evitar su propagación.
Los ciervos, principales afectados
El virus es transmitido por la picadura de insectos del género Culicoides, e infecta a muchas especies de rumiantes. Su sintomatología puede variar drásticamente y manifestarse desde asintomáticamente o como una dolencia leve hasta provocar un desenlace funesto. En algunos brotes, las estimaciones de mortalidad alcanzan hasta el 20 % en ciervos salvajes.
De hecho, los ciervos son las especies más afectadas por la forma hiperaguda, caracterizada por fiebre, anorexia, dificultad respiratoria, edema severo de la cabeza y el cuello, lesiones en lengua y paladar, indiferencia hacia los humanos y, en etapas posteriores, hemorragia por los orificios corporales. La enfermedad hemorrágica epizoótica causa deshidratación y una temperatura corporal alta, lo que hace que los afectados busquen agua antes de morir. En 2012, solo en treinta condados norteamericanos del estado de Míchigan, mató a 15 000 ciervos.
En España, las estimaciones apuntan a que, por ejemplo, en la comunidad autónoma de Extremadura, la enfermedad ha causado la muerte de más de 2 500 ciervos en los últimos meses, lo que ha supuesto unas pérdidas económicas en torno a los cuatro millones de euros.
El cambio climático favorece la transmisión
Son conocidas más de 1 400 especies de Culicoides, de las cuales más de 30 pueden transmitir el virus de la enfermedad hemorrágica epizoótica. La distribución global del patógeno depende de la presencia y distribución geográfica de ese insecto vector y de los huéspedes vertebrados susceptibles.
Los factores que afectan a la diseminación viral incluyen factores ambientales como la temperatura y la humedad. Por eso, los brotes suelen coincidir con el pico de abundancia en la población del insecto, principalmente a finales de verano y en otoño. Los brotes cesan con la llegada de las heladas, que matan al transmisor.
Por esa razón, el aumento de las temperaturas, debido al cambio climático, favorece la supervivencia del vector y la transmisión de la enfermedad durante periodos de tiempo más prolongados. Es más, dicho incremento de temperaturas reduce el período de incubación de la afección, lo que a su vez facilita la transmisión del virus.
¿Cómo afecta al ganado?
La enfermedad fue detectada por primera vez en 1955 en Estados Unidos, cuando varios cientos de venados de cola blanca (Odocoileus virginianus) aparecieron muertos en Nueva Jersey y Míchigan. Desde entonces, fue identificada ampliamente en las regiones templadas y tropicales de América, Asia, África, Australia y Oriente Medio, pero recientemente han surgido brotes en países de la cuenca del Mediterráneo, como Marruecos, Argelia, Túnez, Israel, Jordania y Turquía.
En el ganado vacuno, la enfermedad puede producir síntomas leves y autolimitantes durante unas dos semanas, pero también una mortalidad notable. El ganado ovino es susceptible a la infección, pero poco a la enfermedad clínica, mientras que el caprino es muy poco susceptible. Se trata de una dolencia que, como apuntábamos antes, afecta especialmente a los ciervos, y que puede aquejar también a gamos y corzos.
No obstante, ciertos serotipos y cepas del virus responsable, como la cepa Ibaraki del serotipo 2, exhiben mayor capacidad de enfermar al ganado, y los bóvidos se llevan la peor parte. De hecho, en 1959 la citada cepa provocó un extenso brote en ganado bovino o vacuno en Japón, y hoy en día sigue causando numerosos casos en estos animales en el Lejano Oriente.
Además, la cepa israelí del serotipo 7 y la cepa 318 del serotipo 6 también han ocasionado pérdidas importantes en las especies lechera y cárnicas de algunos países africanos del entorno mediterráneo. En 2006, un brote del serotipo 7 ocasionó una pérdida de tres millones de euros para la industria del ganado bovino lechero de Israel.
Inquietante expansión de la enfermedad por Europa
Una investigación de las autoridades italianas muestra que el virus detectado en los brotes de Cerdeña y Sicilia en otoño de 2022 corresponde al serotipo 8 y procede del norte de África.
A finales de septiembre de 2021, fue identificada una nueva cepa perteneciente a dicho serotipo en granjas ganaderas del centro-oeste de Túnez que luego se propagó por las regiones norte y este, con más de 200 brotes confirmados. La misma cepa fue la que se identificó en las islas italianas y, días después, en España. Esto supone un grave peligro para la industria ganadera en Europa, ya que actualmente no hay vacunas disponibles.
Esto confirma la sospecha de que la enfermedad hemorrágica epizoótica ha sido transmitida por insectos Culicoides a través del aire desde el norte de África hasta las regiones del sur de Europa. En África, el vector principal es el grupo de Culicoides schultzei, que incluye varias especies. En América del Norte, el virus ha sido aislado principalmente de Culicoides sonorensis y en Australia, de Culicoides brevitarsis. Comprender las especies implicadas en la transmisión de la nueva cepa del serotipo 8 del virus de la enfermedad hemorrágica epizoótica es esencial para permitir la identificación del área de transmisión de alto riesgo.
Amenaza para la cría de ciervos
El escenario supone un problema grave para la ganadería bovina, pero también para la cría de ciervos, que es una industria joven y en constante crecimiento en muchos países. Las estimaciones sitúan el impacto económico sobre esta actividad en EE. UU. en 8 000 millones de dólares (unos 7 400 millones de euros) anuales y en la pérdida de más de 56 000 trabajos directos. Ya apuntamos que la mortalidad por enfermedad hemorrágica epizoótica alcanza hasta un 20 % en las poblaciones silvestres de ciervos, pero los criadores llegan a perder hasta el 80 % de sus rebaños.
En España, las estimaciones apuntan a que existen unos 500 000 ciervos silvestres y unos 650 000 ejemplares en cotos privados, cuya gestión y aprovechamiento genera un impacto económico estimado en unos 2 600 millones de euros. Además, con la llegada del otoño, espectáculos como la berrea del ciervo, ligada a la actividad cinegética, son un importante atractivo turístico que genera riqueza en el mundo rural. La detección de casos en cérvidos salvajes es preocupante, porque potencialmente podrían comportarse como un reservorio de infección con el tiempo y amenazar esas actividades.
Los ciervos muertos por la enfermedad no constituyen una fuente de infección para las personas u otros animales, pero, independientemente de la enfermedad hemorrágica epizoótica, es recomendable no cazar ni comer ningún ejemplar que parezca enfermo.
No existe cura ni tratamiento para esta enfermedad. Por lo tanto, el objetivo es prevenir la propagación del virus y evitar la enfermedad clínica en huéspedes rumiantes. La vacunación constituye la medida más eficaz para contenerla con éxito.
En el caso que nos ocupa, en Japón hay disponibles comercialmente dos vacunas contra el serotipo 2. En Estados Unidos, donde los serotipos 1 y 6 del virus son endémicos y causan brotes recurrentes, las vacunas autógenas, desarrolladas a partir de patógenos y antígenos obtenidos de uno o varios animales, han sido utilizadas con frecuencia.
En la actualidad no existe ninguna vacuna contra esta enfermedad autorizada en Europa, ya que todavía no ha sobrevenido una necesidad real. Sin embargo, teniendo en cuenta la amplia expansión de los serotipos 6 y 8 en la cuenca mediterránea y la reciente llegada del serotipo 8 a Europa, es posible que la situación cambie en un futuro muy próximo.
Raúl Rivas González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.