La NASA ajusta el software de las Voyagers para proteger los propulsores de la suciedad

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La nave espacial Voyager 1 de la NASA aparece en este concepto artístico viajando por el espacio interestelar, o el espacio entre estrellas, al que llegó en 2012. Viajando en una trayectoria diferente, su gemela, la Voyager 2, entró en el espacio interestelar en 2018. Crédito: NASA/JPL-Caltech
La nave espacial Voyager 1 de la NASA aparece en este concepto artístico viajando por el espacio interestelar, o el espacio entre estrellas, al que llegó en 2012. Viajando en una trayectoria diferente, su gemela, la Voyager 2, entró en el espacio interestelar en 2018. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Los ingenieros de la misión Voyager de la NASA están tomando medidas para garantizar que ambas naves espaciales, lanzadas en 1977, sigan explorando el espacio interestelar durante los próximos años. El equipo está preparando un parche de software que permitirá a los propulsores de las sondas interestelares Voyager 1 y Voyager 2 seguir funcionando durante al menos cinco años más.

El parche está dirigido a los residuos de combustible que parecen acumularse en el interior de los estrechos tubos de algunos de los propulsores de las naves espaciales.

Las naves Voyager 1 y Voyager 2 utilizan principalmente propulsores para mantener sus antenas orientadas hacia la Tierra con fines de comunicación. Estas naves espaciales pueden girar en tres direcciones: arriba y abajo, izquierda y derecha, y alrededor del eje central. Durante la rotación, los propulsores se encienden automáticamente para mantener las antenas orientadas hacia la Tierra.

Sin embargo, cada disparo de los propulsores añade pequeñas cantidades de residuos de propulsante en el interior de los tubos de entrada de propulsante, que son 25 veces más estrechos que los conductos de combustible externos. Esto provoca una acumulación gradual de material a lo largo de décadas, y una acumulación excesiva podría obstruir los conductos de combustible, afectando al rendimiento de la nave espacial.

Para ralentizar esa acumulación, los ingenieros de la NASA están trabajando en un parche de software que permitirá a las dos naves espaciales girar ligeramente más lejos en cada dirección antes de disparar los propulsores, reduciendo la frecuencia de los disparos. Aunque una mayor rotación de las naves podría significar la pérdida ocasional de datos científicos, el equipo ha llegado a la conclusión de que el plan permitirá a las Voyager devolver más datos con el tiempo.

"Este parche es como una póliza de seguro que nos protegerá en el futuro y nos ayudará a mantener estas sondas en funcionamiento el mayor tiempo posible", declaró Suzanne Dodd, del JPL y directora del proyecto Voyager. "Estas son las únicas naves espaciales que han operado en el espacio interestelar, por lo que los datos que envían tienen un valor único para nuestra comprensión de nuestro universo local".

Además, el parche de software ayudará a evitar que se repita un fallo que surgió en el sistema de articulación y control de actitud (AACS) de la Voyager 1 el año pasado y que desviaba los comandos.

Voyager 1 y Voyager 2 han viajado más de 15.000 y 12.000 millones de millas desde la Tierra, respectivamente. Esto significa que las instrucciones del parche tardarán más de 18 horas en viajar desde la Tierra hasta la nave espacial. Debido a la edad de la nave y al retraso en las comunicaciones, existe el riesgo de que el parche sobrescriba código esencial o tenga otros efectos no deseados en la nave.

Por ello, la Voyager 2 recibirá primero el parche y servirá de banco de pruebas para su gemela. La Voyager 1 se encuentra más lejos de la Tierra que cualquier otra nave espacial, lo que hace que sus datos sean más valiosos.

Aunque los ingenieros no pueden saber con certeza cuándo se obstruirán por completo los tubos de entrada de propulsante de los propulsores, esperan que, con las precauciones que han tomado, no ocurra hasta dentro de al menos cinco años y posiblemente mucho más. En los próximos años, el equipo tiene previsto tomar medidas adicionales para prolongar aún más la vida útil de los propulsores.

"A estas alturas de la misión, el equipo de ingenieros se enfrenta a muchos retos para los que no tenemos un manual", afirma Linda Spilker, científica del proyecto de la misión en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en el sur de California. "Pero siguen encontrando soluciones creativas".

Fuente: NASA

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