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¿Por qué hay personas pobres que no apoyan la redistribución de la riqueza a pesar de que se beneficiarían de que hubiese más impuestos para los ricos y más servicios públicos?
La cuestión de qué determina el apoyo a la redistribución de la riqueza es una pregunta clásica en ciencia política que ha sido abordada en numerosos estudios. Al fin y al cabo, el debate en torno a cuánto debe redistribuir el Estado es uno de los elementos fundamentales del enfrentamiento político.
Tradicionalmente, la izquierda ha defendido la redistribución de la riqueza a través de políticas públicas que forman parte del Estado de bienestar, como la sanidad o la educación públicas, así como sistemas de subsidios y ayudas a diversos colectivos. Frente a esto, la derecha reivindica argumentos como la eficiencia económica y el mejor reparto de recursos que realiza el mercado frente a un Estado que a veces considera ineficiente en esta tarea.
Con pocos recursos y tras perder el empleo (o parte de los ingresos menos), apoyamos más la redistribución
Centrándonos en qué influye en el apoyo a la redistribución de la riqueza, en primer lugar, debemos aclarar que la situación económica individual sí importa. Las personas con menos recursos, en general, apoyan más la redistribución de la riqueza. Más concretamente, los individuos buscan a la vez maximizar sus ingresos y también minimizar los riesgos de perderlos.
Pero, además, se ha observado que el apoyo a la redistribución de la riqueza tiende a aumentar entre las personas que pierden su empleo y las que pierden parte de sus ingresos, aunque no está claro si este efecto es permanente o, por el contrario, desaparece una vez que los individuos logran recuperarse económicamente.
Sin embargo, las personas no forjan sus posiciones políticas solamente de acuerdo con su situación personal y su beneficio económico. También entran en juego numerosos factores no materiales.
Otros condicionantes más allá de la ideología: ¿pesa más la suerte o el esfuerzo?
El que probablemente resulte más obvio es la ideología. En general, las personas de izquierdas son más favorables a la redistribución que las de derechas. Sin embargo, hay una larga lista de factores no relacionados con la situación económica de los individuos que también influyen en su apoyo a la redistribución:
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Las expectativas que se tienen acerca de los ingresos futuros: la gente que piensa que en el futuro va a hacerse más rica apoya menos la redistribución que quienes no tienen esa esperanza.
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La forma en que concebimos el mundo y los factores que determinan la riqueza de los individuos: las personas que consideran que la suerte pesa más que el esfuerzo tienden a ser más favorables a la redistribución.
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La percepción que se tiene acerca de los beneficiarios de la redistribución, concretamente cuán “merecedores” son de recibir ayuda. En esto hay que distinguir entre dos facetas: la redistribución “hacia” (las personas con menos recursos) y la redistribución “desde” (las personas con más recursos). En el caso de la redistribución “hacia”, la postura depende más de las valoraciones sobre si las personas pobres se esfuerzan lo suficiente en la vida. Sin embargo, a las personas ricas (redistribución “desde”) no se les juzga con la misma severidad en este aspecto, sino que pesan más sentimientos como la envidia o la admiración que se siente hacia ellas.
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La información de la que se dispone: muchas personas de ingresos bajos sobreestiman su posición en la escala de ingresos de su país, es decir, piensan que son más ricas de lo que son. Cuando descubren su posición real en la escala de ingresos nacional, su apoyo a la redistribución tiende a aumentar.
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Las personas religiosas apoyan menos que el Estado redistribuya la riqueza. Esto no es incompatible con la práctica de la caridad, de forma individual o a través de asociaciones.
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La confianza también nos condiciona: los individuos que confían más en sus conciudadanos, así como en las instituciones públicas (gobierno, parlamento, partidos políticos…), son más favorables a la redistribución de la riqueza.
Personas ricas y personas pobres
Todos estos factores se entremezclan y se combinan, actuando en conjunto con los que guardan relación con las circunstancias económicas de los individuos. Sin embargo, se ha demostrado que el efecto de estos factores no económicos es más fuerte entre las personas ricas que entre las pobres. Es decir, entre las personas con menos recursos económicos el apoyo a la redistribución de la riqueza es más homogéneo y depende menos de las creencias que entre las personas más acomodadas.
Tal y como explicaba al principio, la redistribución de la riqueza es uno de los elementos fundamentales que estructuran la competición política, y la posición en esta cuestión influye en el voto y, en consecuencia, en qué partidos acceden al poder.
Por tanto, entender qué contribuye a que las personas apoyen más o menos la redistribución de la riqueza y el Estado de bienestar es una forma también de comprender mejor qué hace que en algunos países existan sistemas de redistribución más ambiciosos, mientras que en otros se tolere un mayor nivel de desigualdad económica.
La tesis de Jaime Coulbois es financiada por el Ministerio de Universidades, a través de un contrato de Formación de Profesorado Universitario.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.