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El experimento Telescope Array descubrió el segundo rayo cósmico de energía extrema más potente el 27 de mayo de 2021. Esta única partícula subatómica tiene una energía de 2,4 x 1020eV.
El Telescope Array, dirigido por la Universidad de Utah (la U) y la Universidad de Tokio, está formado por 507 estaciones detectoras de superficie repartidas en una cuadrícula que cubre 700 km2 (~270 millas2) en el Desierto Oeste del estado, justo al oeste de Delta, Utah. El evento salpicó 48 km2 y activó 23 detectores en la zona noroeste del Telescope Array. Procedía del Vacío Local, la región vacía del espacio que linda con la Vía Láctea.
Debido a su inmensa energía, los campos magnéticos galácticos y extragalácticos no deberían afectar a las partículas. Se debería poder identificar su origen en el cielo.
John Matthews, coportavoz del Telescope Array en la U y coautor del estudio, declaró: "Pero en el caso de la partícula Oh-My-God y de esta nueva partícula, rastreas su trayectoria hasta su fuente, y no hay nada lo bastante energético como para haberla producido. Ése es el misterio: ¿qué está pasando?".
El rayo cósmico de mayor energía jamás visto fue descubierto en 1991 por el experimento Fly's Eye de la Universidad de Utah. La energía del rayo cósmico, más tarde bautizado como la "partícula Oh-Mi-Dios", dejó atónitos a los astrofísicos. La partícula tenía más potencia de la que cabría esperar de los rayos cósmicos que llegan a la Tierra desde galaxias lejanas, y nada en nuestra galaxia podía haberla producido. La partícula no debería existir.
Desde entonces, el Telescope Array ha registrado más de treinta observaciones de rayos cósmicos de ultra alta energía; sin embargo, ninguna de ellas ha alcanzado la energía de un Oh-My-God. Por el momento, no se ha realizado ninguna observación que arroje luz sobre su origen o modo de desplazamiento hasta la Tierra.
Sobre el segundo rayo cósmico de mayor energía de la historia, un equipo internacional de científicos caracteriza el rayo cósmico de energía ultra alta, evalúa sus propiedades y concluye que el raro fenómeno puede ser el resultado de una física de partículas que la ciencia aún no ha descubierto. En la mitología japonesa, los científicos la llamaron la partícula Amaterasu, en honor a la diosa del Sol. Se utilizaron diferentes técnicas de observación para identificar las partículas Oh-My-God y Amaterasu, lo que indica que estos sucesos de energía ultraelevada son reales a pesar de su rareza.
Proceden de lugares completamente distintos del cielo. No es que haya una única fuente misteriosa.
John Belz, profesor de la U y coautor del estudio, dijo: "Podría tratarse de defectos en la estructura del espaciotiempo, de cuerdas cósmicas que colisionan. Es decir, sólo estoy escupiendo ideas locas que se le ocurren a la gente porque no hay una explicación convencional".
Fuentes, créditos y referencias: