Discursos políticos sobre la amnistía: falacias retóricas y confrontación

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A la hora de hablar de la amnistía (proposición de Ley Orgánica de Amnistía para la Normalización Institucional, Política y Social en Cataluña) en relación con la retórica, es indispensable hacer una breve introducción. Es habitual ver en medios de comunicación, ensayos y en la conversación diaria el uso de la palabra “retórica” como un adjetivo despectivo que califica a un discurso como vacuo, artificial o falto de contenido. Aunque esta es una acepción aceptada por la RAE, es imprescindible puntualizar, desde un punto de vista académico, que dicho significado proviene de una herencia muy lejana al espíritu retórico que nació en la Grecia clásica y que nada tiene que ver con la concepción que la Nueva Retórica nos legó durante la segunda mitad del siglo XX.

Es lógico que en aquellas sociedades en las que el debate público estaba cercenado por sistemas más o menos autoritarios, los estudios retóricos se convirtieran en poco más que un entrenamiento formal y estético del uso de la palabra. Sin embargo, en nuestra contemporaneidad, en la que las democracias están profundamente asentadas y existe un ágora universal digital, resulta mucho más pertinente entender la retórica a partir de propuestas como las de Kenneth Burke, quien afirmaba: “La retórica (…) está arraigada en una función esencial del lenguaje mismo, una función que es totalmente realista y que renace continuamente; el uso del lenguaje como medio simbólico para inducir la cooperación entre seres que por naturaleza responden a símbolos”.

¿Será posible un discurso integrador en la sociedad española sobre la amnistía catalana? A día de hoy, y sin la necesaria pátina que deja el paso del tiempo, indispensable para cualquier estudio riguroso, se puede afirmar que no. La normalización de falacias retóricas en discursos emitidos por representantes políticos y amplificados en medios de comunicación tradicionales y redes sociales ha generado la construcción discursiva de dos realidades sociales en las que, utilizando palabras de Burke, el uso del lenguaje como medio simbólico no permite la cooperación, más bien la impide dado que no hay principios de acuerdo discursivo en los ejes fundamentales de las propuestas retóricas: el concepto democracia, el concepto nación y el concepto patria.

El momento “del pueblo español”

Prueba de ello, por ejemplo, es que el partido de ultraderecha española, Vox, hable de “golpe de Estado” a la hora de referirse a la futura ley de amnistía. ¿Qué interpretación discursiva implican, sobre conceptos como el Estado o la democracia, dichas afirmaciones? En declaraciones que recoge la propia web del partido, el líder de dicha formación política, Santiago Abascal, afirmaba lo siguiente: “Creemos que es el momento del pueblo español, de la unidad del pueblo, de todos los partidos que están contra el golpe, de la respuesta institucional allí donde no hay una mayoría golpista, es el momento de los jueces que de una manera masiva y total se han opuesto al golpe de Estado, y no tenemos ninguna duda de que hoy éste es nuestro sitio”.

Estas declaraciones son un mero ejemplo de la propuesta discursiva de la ultraderecha que ha llevado a las concentraciones violentas frente a las sedes del PSOE. En las palabras de Abascal son fácilmente reconocibles varias falacias. Por un lado, los argumentos ad populum: cuando dice “creemos que es el momento del pueblo español” está realizando una apelación a un sentir general, a una supuesta opinión compartida que directamente niega el principio del problema social al que trata de dar solución la ley de amnistía. Un argumento idéntico utilizó el Partido Popular en su manifiesto contra dicha ley. Se lee en este texto lo siguiente: “Hoy se escucha a los españoles con una sola voz desde las plazas de todo el país”.

En algunos discursos que se han podido estudiar de la derecha y la ultraderecha española se puede observar una concatenación de falacias retóricas en las que afirmaciones como la citada de Abascal son solo la punta del iceberg. Por ejemplo, son fácilmente reconocibles las falacias contra Pedro Sánchez, en las que se pone en solfa la ley por el mero hecho de que consideran al político un “mentiroso” o un “traidor”; las ad antiquitatem, que apelan a la supuesta tradición de que el ganador de unas elecciones debe ser el presidente del gobierno o las falacias del falso dilema: “O con nosotros o contra la patria”.

Error argumentativo

En el lado opuesto se encuentran, por ejemplo, una parte del PSOE y algunos partidos políticos que participarán en la investidura. En este bloque discursivo también son habituales las falacias. Por ejemplo, la portavoz del Movimiento Sumar, conformado por una confluencia de partidos de izquierda alternativa, Marta Lois, expresaba en el Congreso de los Diputados lo siguiente: “El señor Feijóo y las derechas llevan meses sin enterarse de que los y las españolas no les dieron mayoría. Las mayorías para conformar gobierno se aprueban en el Congreso, sede de la soberanía popular”.

Refiriéndose en este caso veladamente a la ley de amnistía y a las manifestaciones, existe una posible falacia de afirmación del consecuente en la que se afirma que el hecho de poder formar una mayoría parlamentaria tras las elecciones conlleva que existe una mayoría de españoles a favor de la amnistía. Dicho argumento también ha sido repetido en numerosas ocasiones por dirigentes del PSOE y requiere de muchas matizaciones si no se quiere caer en un error argumentativo.

Dicho esto, ¿qué refleja la normalización de estas falacias en la construcción discursiva de la nueva realidad social que es la amnistía? A día de hoy, un paisaje discursivo poco halagüeño si lo que se espera es una cooperación retórica para construir una realidad social integradora. Sin espacios compartidos básicos en el discurso en torno a conceptos fundamentales como “nación”, “patria” o “democracia” solo queda esperar más confrontación y aspereza.

The Conversation

Víctor Gutiérrez Sanz recibe fondos de Next Generation para una ayuda postdoctoral Margarita Salas.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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