Vea También
El pasado 13 de octubre el Ministerio de Inteligencia israelí propuso un plan de “transfer” o expulsión forzosa de los 2,3 millones de palestinos/as de Gaza, es decir, la limpieza étnica de toda la población palestina de dicho territorio.
Aunque se trata de un documento no vinculante, y debería contar con el beneplácito de Egipto (potencia aliada de Israel), los palestinos ya vivieron una limpieza étnica en torno a 1948. Entonces fueron expulsadas más de 700 000 personas, que constituían más de la población autóctona o nativa de lo que hoy es Israel. Se destruyeron entre 530 (según los cálculos del historiador palestino Salman Abu-Sitta) y 613 localidades palestinas (son las cifras de las últimas investigaciones realizadas por el israelí Eitan Bronstein). Y tuvieron lugar numerosas masacres como la de Deir Yassim, Tantura, Lydda o Ramlah.
El incremento de la violencia contra la población civil palestina en Cisjordania por parte soldados y colonos armados, tal como está advirtiendo la ONU, lleva a algunos especialistas como, por ejemplo, el catedrático de la UCM Ignacio Álvarez-Ossorio, a advertir de que “se está aprovechando que el foco mediático está en Gaza para emprender operaciones de limpieza étnica en Cisjordania”.
Sin embargo, en Gaza, más allá de que se acabe consumando o no el citado plan de limpieza (eufemísticamente denominado “transfer”), algo que el propio primer ministro israelí Benjamin Netanyahu no ha descartado, lo que parece claro y constatado es la ejecución de un genocidio. Así es como lo describió el experto israelí Raz Segal. Craig Mokhiber, alto Comisionado de la ONU en Nueva York, lo definió como “un genocidio de manual” antes de dimitir como protesta por la inacción y completa complicidad, según decía, de los “EE. UU, UK y buena parte de Europa”.
En Israel, el ICAHD (acrónimo inglés del Comité Israelí Contra la Destrucción de Casas) también ha realizado una llamada al final del “genocidio israelí contra el pueblo palestino”.
La asimetría en el número de muertos
Sea como fuere, hay dos elementos fundamentales para discernir entre conceptos y dilucidar cuál es el más ajustado a la realidad. En primer lugar, los hechos sobre el terreno, en especial la violencia directa. En segundo, su correlación con el discurso del gobierno israelí y de sus autoridades militares.
Respecto a la primera cuestión cabe una comparación de cifras: 1 400 víctimas israelíes (la mitad de ellas el 7 de octubre) mientras que en Gaza el número de víctimas palestinas se eleva a más de 9 883. Los bombardeos israelíes son diarios y constantes a lo largo de la franja de Gaza, incluido el sur, a donde las autoridades israelíes instaron a desplazarse a la población del norte.
Los israelíes han atacado la mayor parte de los hospitales y escuelas, incluidas las de la ONU y su agencia para los refugiados UNRWA, provocando matanzas de decenas de civiles. Además, la virulencia de los bombardeos indiscriminados se ha cebado con campos de refugiados, en especial el de Yabalia, donde se cometió una masacre con al menos 400 víctimas.
El bombardeo masivo y constante de zonas residenciales (ya se han destruido la mitad de las viviendas de la franja de Gaza), de hospitales, escuelas y campos de refugiados refleja una clara intención de dañar y aterrorizar a la población civil. Así lo reflejan no solo los hechos, sino también la retórica bélica de las autoridades israelíes.
¿Qué dice la ONU sobre el genocidio?
La Convención para la Prevención y la Persecución del Crimen de Genocidio, aprobada por la Asamblea General de la ONU en 1948 y puesta en marcha en 1951, establece que un genocidio se puede cometer “mediante actos con la intención de destruir, en su totalidad o en parte, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo”.
Como denuncia el especialista israelí Raz Segal, al menos tres de estos actos se están cometiendo con intencionalidad, como demuestran las declaraciones de algunos miembros del gobierno y del ejército. Así, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, lo declaró en términos inequívocos el 9 de octubre: “Estamos imponiendo un asedio completo a Gaza. Sin electricidad, sin comida, sin agua, sin combustible. Todo está cerrado. Estamos luchando contra los animales humanos y actuaremos en consecuencia”. A casi un mes del corte de esos elementos vitales para la supervivencia, el bloqueo continúa y hace ya días que la franja está en una “crisis humanitaria sin precedentes”, como han denunciado numerosas organizaciones internacionales, incluida la ONU.
El 9 de octubre, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se refirió a que iban a “reducirles (a Hamás) a escombros” e instaba a la población de Gaza a huir a la vez que se les prohíbe la salida: “Huid de ahí, vamos a actuar con toda nuestra fuerza en todas partes”. Posteriormente, ha realizado arengas y un par de discursos con tintes fundamentalistas citando la Biblia y pasajes violentos, haciendo especial referencia a Amalek, un pueblo mítico que habría sido enemigo en la antigüedad.
Legitimación del ataque a civiles
Cabe señalar la llamada explícita a una “nueva nakba” (“catástrofe”, en árabe) para los palestinos por parte de Ariel Kallner, parlamentario israelí: “Ahora mismo, una meta: Nakba! Una Nakba que eclipsará la del 48”. El propio presidente de Israel, Isaac Herzog, acusó a toda la nación (palestina) de ser responsable del ataque de Hamás el 7 de octubre, legitimando así el ataque contra civiles.
Por último, sirvan de ejemplo de similar retórica belicista contra toda la población palestina las declaraciones del ministro de Defensa, el ultraderechista Ben Gvir. Tras el llamamiento de las organizaciones de acción humanitaria ante la grave crisis vital, el ministro israelí declaró: “La única cosa que necesita entrar en Gaza son cientos de toneladas de explosivos de las fuerzas aéreas. Nada de ayuda humanitaria”. O las del portavoz del ejército israelí, Daniel Hagari, sobre los bombardeos en Gaza: “El énfasis está en la destrucción, no en la precisón”.
Antonio Basallote Marín no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.