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El incremento de los incidentes antisemitas en Alemania ha provocado una importante preocupación en la opinión pública germana e internacional hasta el extremo de que el vicecanciller y ministro de Economía, Robert Habeck, se vio obligado a lanzar un mensaje a principios de noviembre advirtiendo de que los ataques a los judíos tendrían una dura respuesta.
La mayoría de los analistas vinculan estos ataques con el conflicto que, a partir del 7 de octubre, se ha desencadenado en Gaza entre Israel y Hamás. Sin embargo, esta argumentación resulta incompleta porque no puede explicar, por ejemplo, por qué en 2018 hubo 1 799 delitos antisemitas.
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Los pilares sobre los que se apoya el antisemitismo en Alemania son más sólidos y tienen su base en una tradición ideológica no superada. De hecho, durante la segunda mitad del siglo XX se realizaron diferentes encuestas y estudios que demostraron que el rechazo por el régimen nazi (1933-1945) nunca fue absolutamente mayoritario en la sociedad alemana y que el porcentaje potencial de votantes de extrema derecha se situaba en torno al 13 %.
Entre los factores que definían a los simpatizantes de esta ideología destacaban dos. Por un lado el racismo, fundado sobre la supuesta superioridad racial de los alemanes. Por otro lado, el antisemitismo, apoyado sobre el rechazo al hebreo, que representa al “otro”, al extranjero, y sobre el mito de la conspiración judía mundial, una burda pseudoteoría surgida en la Rusia zarista en el siglo XIX que defiende la existencia de un gobierno secreto mundial semita que controla a los gobiernos de las naciones, las finanzas, los negocios y los medios de comunicación de todo el mundo.
El antisemitismo, un problema europeo
Las tendencias antisemitas no se limitan solo a Alemania sino que están extendidas por toda Europa. En una encuesta realizada en mayo de 2023 por la Anti-Defamation League (ADL, Liga Antidifamación) en seis países de Europa Occidental, los resultados fueron muy significativos. España era el país con el nivel más alto de actitudes antisemitas, con un 26 % de la población albergando amplias creencias contrarias a este pueblo, seguida por Bélgica (24 %), Francia (17 %), Alemania (12 %), Reino Unido (10 %) y Países Bajos (6 %).
Estas posiciones se apoyan fundamentalmente en dos ideas. La primera, que los judíos son más leales a Israel que a su país de origen. Y la segunda, vinculada con el proceso de globalización económica, que los judíos están empoderando a los inmigrantes y a las minorías con el objetivo de arruinar a la civilización europea.
En el caso de Alemania, el antisemitismo, pero también la xenofobia y el racismo contra los musulmanes, han encontrado un vehículo para su expresión en el más potente partido de extrema derecha surgido en Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial: Alternative für Deutschland (AfD, Alternativa para Alemania). En esta organización, especialmente en su rama más extremista Der Flügel (El Ala), existe un fuerte componente antisemita que ha provocado importantes tensiones en su seno, como queda patente en el hecho de que en agosto de 2019 fue expulsada la líder de este partido en Schleswig-Holstein (norte), Doris von Sayn-Wittgenstein, por apoyar a una organización negacionista del Holocausto.
Sin embargo, a pesar de estos planteamientos ideológicos, que han colocado a AfD bajo la vigilancia del Bundesamt für Verfassungsschutz (BfV, Oficina Federal de Protección de la Constitución), esta organización política no ha dejado de crecer.
En la actualidad, y como consecuencia del desprestigio que afecta al actual gobierno tripartito alemán, presidido por el socialdemócrata Olaf Scholz, AfD aparece como segunda fuerza política en diferentes encuestas, superando el 20 % de los votos. Su presencia resulta especialmente notable en los Länder –Estados federados– de la antigua República Democrática Alemana: Sajonia, Sajonia-Anhalt, Turingia, Brandemburgo y Mecklenburgo-Pomerania Occidental, donde viven alrededor del 20 % de los alemanes.
En una encuesta reciente, realizada sobre una muestra de 3 500 ciudadanos de estos territorios, los resultados arrojados resultan preocupantes. Un 50 % de los entrevistados exige frenar la inmigración de musulmanes, un 70 % cree que los extranjeros llegan a Alemania solo para aprovecharse del Estado de bienestar, y un 30 % considera que la influencia de los judíos es demasiado grande.
El temor a usar la kipá
Pero el antisemitismo no se limita solo al este del país, sino que se manifiesta en todo su territorio. Así lo reconocen los propios judíos alemanes, sometidos a un antisemitismo banal desde hace mucho tiempo. Se manifiesta, por ejemplo, en el temor a usar la kipá en espacios públicos, pero también a actos de violencia como el sucedido en la sinagoga de Halle el 9 de octubre de 2019 donde un ultraderechista asesino a dos personas.
A modo de conclusión podemos decir que los incidentes antisemitas que se han producido en Alemania desde el 9 de octubre son el resultado de un proceso poliédrico, donde el componente histórico e ideológico se combina con los cambios operados en el ámbito socioeconómico desde comienzos del siglo XXI y la incapacidad de los partidos tradicionales para dar respuesta a las demandas de amplios sectores de la sociedad alemana.
La guerra de Gaza ha puesto de manifiesto estas dinámicas, pero no las ha desencadenado. No obstante, el mayor peligro para Alemania es que, si este conflicto se prolonga en el tiempo, se incrementen las actitudes antisemitas latentes en un porcentaje significativo de alemanes. Eso podría plasmarse no solo en futuros comicios sino, sobre todo, en incidentes de mayor gravedad.
Lejos de ser un problema exclusivamente alemán, el antisemitismo se extiende por toda Europa, como demuestra la reciente encuesta de la ADL. El conflicto de Oriente Medio puede actuar también de catalizador de esta tendencia.
Roberto Muñoz Bolaños no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.