¿Y si en las elecciones generales contáramos los votos como los suecos?

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Las democracias europeas disponen de diferentes sistemas electorales para trasladar la voluntad de sus ciudadanos –recogida mediante sufragio– a sus respectivos parlamentos. Una de las reivindicaciones clásicas de algunos estamentos políticos y ciudadanos es mejorar esa representatividad “de manera justa” porque, como diría George Orwell, “todos los votos son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. Porque ¿acaso no debería ser objetivo fundamental de cualquier democracia que la constitución de su congreso reflejara de manera fiel los resultados de las urnas?

Con idea de aportar algunos elementos al debate, planteamos un ejercicio matemático. En concreto, analizar qué parlamento tendríamos ahora mismo en España si al recuento de votos resultante del 23-J le aplicáramos otros sistemas electorales vigentes en Europa, como los de Países Bajos y Suecia (este último sistema, por cierto, se aplica con pequeñas variaciones en otros 7 países europeos).

La elección de estos dos modelos no es casual: ambos sistemas evitarían el efecto que las circunscripciones muy pequeñas provocan sobre la representatividad de los votos, pero respetando la diversidad española. Además, el parlamento sueco tiene solo un diputado menos que el de España.

El método d'Hondt

El sistema electoral establece que, tras asignar escaños a las provincias de manera proporcional, en cada provincia a su vez los votos se transforman en escaños siguiendo el método d’Hondt. Entre los 27 países que forman la Unión Europea en 2023, otros 7, además de España, estarían en la Europa d’Hondt: Bélgica, Portugal, Finlandia, Letonia, Croacia, Chequia y Polonia.

“Échale a d’Hont la culpa de lo que pasa” parece ser el mantra más repetido, pero ¿es efectivamente así? Pues resulta que ese reparto de manera proporcional va a tener mucho peso en la configuración final. En España hay 52 circunscripciones electorales, que se corresponden con cada una de las 50 provincias, además de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. De los 350 diputados que tiene el Congreso, cada provincia tiene garantizados un mínimo de dos, y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, al menos uno cada una. El resto de los 248 diputados se asignan de forma proporcional a la población por la regla de Hamilton.

Pero hay algo especial en España que no tiene parangón en la Europa d’Hondt, y es que aquí tenemos muchas circunscripciones que son muy pequeñas. En concreto hay 29 en las que se elige a lo sumo a 5 diputados pero que, sin embargo, aportan en conjunto muchos escaños al Congreso. Así, por ejemplo, y como resultado de las elecciones del 23-J pasadas, un tercio del Congreso proviene de provincias donde la tercera fuerza política no siempre ha alcanzado representación.

Es cierto que también hay circunscripciones muy pequeñas en otros países. Pero, a diferencia de lo que ocurre en España, su contribución al congreso es mucho menor.

Cómo dejar de favorecer a los partidos mayoritarios

Ya es conocido que en España el sistema favorece a los partidos mayoritarios. Pero ¿en qué medida se debe a la existencia de circunscripciones muy pequeñas?

Para responder, vamos a fantasear con lo que ocurriría si España se guiara por el modelo neerlandés. En los Países Bajos, la ley electoral se basa en un sistema sin circunscripciones que funciona de la siguiente manera: en un primer paso, se asigna a cada partido el número total de los votos que ha obtenido en todo el país dividido entre el número de escaños de la cámara. Tras esta operación quedan algunos escaños sin asignar que se reparten –pero ahora ya solo entre los partidos que ya hubieran obtenido al menos un escaño– siguiendo la Ley d’Hondt.

Sin embargo, lo de cambiar el Cantábrico por el Mar del Norte no sería del gusto de los votantes de PP y PSOE, porque perderían demasiados escaños por el camino. Por el contrario, los partidarios del sistema neerlandés pueden argumentar que ambos partidos estarían ahora representados de una manera mucho más justa, ya que el porcentaje de escaños que recibirían estaría mucho más próximo al porcentaje real de votos recibidos.

Pero no solo ellos: Vox y Sumar obtendrían un porcentaje de escaños prácticamente idéntico al de votos, mientras que los partidos que solamente se presentan en algunas circunscripciones verían reducida la diferencia entre porcentaje de voto y representatividad.

Emulando el modelo sueco

¿Pero cambiar nuestras 52 circunscripciones por una única no es fantasear demasiado? Seamos un poco menos ambiciosos e intentemos emular el modelo sueco.

El sistema electoral en este país es una suerte de mezcla entre el español y el neerlandés: una parte de sus escaños (11 %) se computa a nivel nacional y el resto se hace por circunscripciones, siguiendo el método de Sainte-Laguë (modificado), prácticamente hermano del de d’Hondt.

Este sistema electoral mixto no es un modelo exclusivo de Suecia, ya que otros siete países de la Unión Europea (y Noruega) lo aplican (con pequeñas modificaciones), intentando mantener la idea de compensar la desigualdad regional sin perder la fuerza local de las circunscripciones. En concreto, esos países son Austria, Dinamarca, Noruega, Estonia, Hungría, Lituania y Rumanía.

Los votantes de los cuatro partidos mayoritarios nacionales estarían igual de bien representados con el sistema sueco que con el neerlandés. Sin embargo, los partidos que solo han concurrido en algunas circunscripciones ajustarían mucho mejor sus porcentajes de voto con el de los escaños obtenidos.

El sistema electoral determina el rumbo político

El sistema electoral de un país puede determinar su rumbo y, como muestra, un botón: ya sea con el sistema neerlandés o con el sueco, el bloque que se ha decantado hasta el momento por apoyar al candidato del PSOE habría obtenido más de los 176 escaños necesarios para su investidura.

Como conclusión, y a la vista de que la democracia en España está en un momento en que el bipartidismo parece haber dado paso a una pluralidad de partidos, en este artículo hemos analizado si otros sistemas electorales vigentes en Europa podrían traducir los votos a escaños por un sistema que fuera más proporcional. En este sentido, parece que un modelo inspirado en el sueco podría cumplir este propósito.

Como decía Winston Churchill, “la democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a los demás”. Claro que también decía que “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre… con excepción de todos los demás”.

The Conversation

Yamilet Quintana recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación, Agencia Estatal de Investigación (PID2019-106433GB-I00 / MCIN / AEI / 10.13039/501100011033).

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Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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