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En una serie de experimentos, las estrellas frágiles aprendieron que "se apagan las luces" era una llamada de campana para venir a cenar. Crédito: Julia Notar |
Los humanos estamos obsesionados con los cerebros grandes como indicador de
inteligencia. Pero los animales sin cabeza llamados estrellas frágiles no
tienen cerebro y aún así consiguen aprender a través de la experiencia, según
revela una nueva investigación.
Parientes de las estrellas de mar, las
estrellas frágiles
pasan la mayor parte del tiempo escondidas bajo las rocas y grietas del océano
o excavando en la arena.
Estas tímidas criaturas marinas carecen de cerebro: sólo tienen cordones
nerviosos en cada uno de sus cinco brazos, que se unen para formar un anillo
nervioso cerca de la boca.
En el caso de las estrellas frágiles, eso parece ser suficiente para aprender
por asociación, según el informe de Notar, Johnsen y Madeline Go, ex alumna de
Duke, titulado "Learning Without a Brain: Classical Conditioning in the
Ophiuroid Ophiocoma echinata", en la revista Behavioral Ecology and
Sociobiology.
Este tipo de aprendizaje consiste en asociar diferentes estímulos mediante un
proceso denominado condicionamiento clásico. Un ejemplo famoso son los
experimentos con perros de Pavlov, que demostraron que los perros a los que se
daba de comer repetidamente al sonar una campana acababan babeando con el mero
sonido de una campana, incluso cuando no había comida cerca.
Los humanos hacemos esto todo el tiempo. Si escuchas el "ding" de un
smartphone una y otra vez con cada nueva alerta, al final el sonido empieza a
tener un significado especial. Basta con oír el teléfono de alguien sonar con
el mismo timbre que el tuyo para que, por reflejo, cojas el tuyo en espera del
siguiente mensaje de texto, correo electrónico o publicación en Instagram.
El condicionamiento clásico se ha demostrado en un puñado de estudios previos
en estrellas de mar. Pero en la mayoría de los equinodermos -un grupo de unas
7.000 especies que incluye estrellas frágiles y estrellas de mar sin cerebro,
erizos de mar y pepinos de mar- no se ha probado.
Para averiguar si las estrellas frágiles son capaces de aprender, los
investigadores colocaron 16 estrellas frágiles negras (Ophiocoma echinata) en
tanques de agua individuales y utilizaron una cámara de vídeo para grabar su
comportamiento.
Se entrenó a la mitad de las estrellas frágiles atenuando las luces durante 30
minutos cada vez que se alimentaba a los animales. Cada vez que se apagaban
las luces, los investigadores colocaban un bocado de gamba - "que les
encanta"- en los tanques, justo fuera de su alcance.
La otra mitad recibía la misma cantidad de gambas y también experimentaba un
periodo de oscuridad de 30 minutos, pero nunca al mismo tiempo que los
animales eran alimentados en condiciones de luz.
Tanto si había luz como oscuridad, los animales pasaban la mayor parte del
tiempo escondidos detrás de los filtros de sus tanques y sólo salían a la hora
de comer. Pero sólo las estrellas frágiles entrenadas aprendieron a asociar la
oscuridad con la comida.
Al principio del experimento, que duró 10 meses, los animales permanecían
escondidos cuando se apagaba la luz. Pero con el tiempo, los animales
establecieron tal relación entre la oscuridad y la hora de comer que
reaccionaron como si la comida estuviera en camino y salían de su escondite
cada vez que se apagaban las luces, incluso antes de que se pusiera comida en
los tanques.
Estas estrellas frágiles habían aprendido una nueva asociación: apagar las
luces significaba que era probable que apareciera comida. No necesitaban oler
o saborear las gambas para reaccionar. Les bastaba con sentir que las luces se
apagaban para acudir cuando se las llamaba para cenar.
Recordaron la lección incluso después de 13 días de "descanso" sin
entrenamiento, es decir, apagando las luces una y otra vez sin darles de
comer.
Notar afirma que los resultados son "emocionantes" porque "el condicionamiento
clásico no se había demostrado antes de forma definitiva en este grupo de
animales".
Fuentes, créditos y referencias: