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Solemos pensar que el funcionamiento de nuestros ojos es similar al de una cámara de fotos. En parte es así: los ojos tienen la estructura de una cámara oscura y cuentan con lentes (córnea, cristalino) que refractan la luz. Sin embargo, hay una diferencia fundamental: ¡nuestros ojos solo ven bien si se mueven!
El movimiento ocular es imprescindible
Si movemos la cámara al sacar una foto el resultado será muy malo. Pero esto no ocurre en el caso de la visión. Necesitamos mover los ojos para ver correctamente.
Es muy fácil demostrar la importancia del movimiento de los ojos. Si miramos a la cruz central de la imagen inferior muy fijamente durante unos 10 segundos veremos que los distintos colores empiezan a mezclarse y desaparecer. En cuanto movamos los ojos, de nuevo volverán a ser visibles.
Este efecto se denomina efecto Troxler, en honor a su descubridor. Muestra que el movimiento de los ojos es importante para no agotar a las células receptoras de la retina (conos y bastones). Por eso, incluso cuando mantenemos la mirada fija en un punto, nuestros ojos nunca están del todo quietos.
¿Cómo se mueven los ojos?
Es muy interesante ver la diversidad de formas en las que se mueven nuestros ojos. Podemos mantener la mirada fija en un objeto en movimiento para así seguirlo. En este caso, los ojos se moverán a la misma velocidad que ese objeto. Cuando los objetos se acercan o se alejan de nosotros también movemos los ojos para poder enfocar con nitidez. Si movemos la cabeza o el cuerpo, los ojos compensan el efecto de este movimiento para que la mirada sea estable.
También podemos mover la mirada de un objeto a otro. Estos movimientos se denominan sacádicos y nos aportan mucha información sobre cómo resolvemos muchas tareas. Los movimientos sacádicos ocurren muy a menudo, unas tres veces cada segundo. Es decir, estamos continuamente cambiando la posición de la mirada.
¿Cómo podemos saber a qué miramos?
Hoy en día el movimiento ocular se estudia principalmente con sistemas de registro basados en infrarrojos. Estos aparatos emiten luz infrarroja (invisible para nosotros) y registran cómo esta se refleja en la superficie del ojo, de forma inocua. Con esta información pueden estimar la posición de la mirada.
Existen varios modelos con características diferentes. Algunos son adecuados para analizar cómo se realizan tareas en una pantalla: lectura, análisis de una imagen, un vídeo o una web. Otros nos permiten registrar la mirada en tareas más activas, por ejemplo mientras cogemos objetos o caminamos. En nuestro grupo de investigación y en la UAM contamos con varios modelos diferentes (EyeLink, Tobii, Pupil Labs).
¿Dónde miramos exactamente?
El estudio de los movimientos sacádicos nos ha permitido conocer en gran detalle a qué miramos y a qué no. Esta selección depende principalmente de la tarea que estemos realizando. Aquí resumimos los resultados más interesantes:
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Seleccionamos lo importante. La mirada se dirige solo a los objetos que vamos a utilizar o a las zonas informativas de la escena. Otros elementos se ignoran. Es como si no existieran. Por ejemplo, si buscamos algo rojo no prestaremos casi atención a objetos de otros colores. Si miramos a una cara nos centraremos en los ojos y en la boca, porque esto nos ayuda a entender las palabras y expresiones de la otra persona.
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Casi siempre sabemos dónde encontrar la información relevante. En contextos conocidos la mirada se dirige de forma muy precisa a la posición exacta de los objetos. En otras situaciones miramos a las zonas donde es más probable que se encuentren. Por ejemplo, buscaremos una taza encima de una superficie antes de mirar en sitios más improbables, como el suelo. También aprendemos rápidamente dónde encontrar los objetos relevantes para una tarea.
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Buscamos la información justo cuando hace falta. La mirada va saltando de objeto a objeto, pero de modo que obtengamos la información justo cuando la necesitamos. Por eso podemos no ver algo, como una señal de tráfico, si está en el lugar inadecuado o donde no la esperamos. En tareas más complejas podemos anticipar qué vamos a necesitar y mirarlo antes de que nos haga falta.
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La mirada tiene un papel central en el control de la acción. Cuando movemos las manos o el cuerpo la posición de la mirada a menudo indica dónde vamos a realizar la acción o hacia dónde nos dirigimos. Por ejemplo, si vamos a coger un vaso miraremos al centro de su superficie, donde lo sujetaremos con los dedos. Sin embargo, si vamos a llenarlo con agua miraremos al borde superior del vaso. Cuando caminamos en terrenos difíciles nuestra mirada anticipa a nuestros pies en un par de pasos.
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No somos conscientes de dónde miramos exactamente. Si nos preguntan, nos costará decir qué objetos hemos mirado. Por ejemplo, pensamos que al leer arrastramos la mirada sobre las palabras, pero en realidad nuestros ojos saltan, abarcando varias palabras cada vez. También creemos que la mejor estrategia para golpear una pelota es seguirla con la mirada. Sin embargo, los buenos jugadores anticipan su posición futura. Nuestros ojos son más rápidos que nuestro pensamiento.
¿Por qué es útil saber todo esto?
El estudio del movimiento ocular nos aporta mucha información. Nos permite entender a qué prestamos atención al realizar tareas complejas y rápidas, como los deportes y la conducción. También nos ayuda a comprender por qué nos cuesta detectar cosas relevantes, como una señal de daño en una mamografía.
En el ámbito clínico nos permite conocer en mayor profundidad los problemas que sufren, por ejemplo, los pacientes de párkinson y las personas con trastornos del espectro autista. La mirada abre una ventana al funcionamiento de nuestra mente.
María del Pilar Aivar Rodríguez recibe fondos de la FECYT (proyecto FCT-20-17301, titulado Programa de acercamiento de la psicología científica y la neurociencia a la infancia) y de la Agencia Estatal de Investigación (proyecto PID2021-125162NB-I00).
Victoria Plaza recibe fondos de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología para la realización de un proyecto de divulgación científica dirigido a la infancia (FCT-20-17301).
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.