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La sociedad de la nieve es una película del director español J.A. Bayona sobre el accidente de avión de un equipo de rugby uruguayo en los Andes en 1972 que se ha estrenado hace unas semanas. Un aspecto importante de esta historia que ha cobrado protagonismo en estos días es la cuestión del canibalismo que la película aborda. El hecho histórico es que, tras el rescate, los supervivientes ocultaron en un primer momento que habían practicado canibalismo por temor. Después, fueron expuestos, censurados y recriminados por los medios como “caníbales”.
El canibalismo se define como el acto o la práctica de comer miembros de la propia especie. Usualmente se refiere a los humanos que comen otros humanos. El primer caso de canibalismo ha sido atribuido a los neandertales, y hace más de 100 000 años la cueva francesa de Moula-Guercy fue testigo de ello.
Se trata de una práctica documentada en África Occidental y Central, Melanesia, Nueva Guinea, en algunas islas de la Polinesia y en tribus de Sumatra. La práctica fue bastante común en las sociedades preestatales. En la historia contemporánea, los casos individuales se han atribuido a personas inestables o criminales y a situaciones de penuria como la crisis alimentaria en Ucrania, en los años 30 del siglo pasado, y en la Segunda Guerra Mundial, durante el sitio de Leningrado y en Bergen-Belsen, de acuerdo a los oficiales británicos que liberaron el campo de concentración.
Pero el alcance de su relevancia en el momento actual es controvertido. Lo que resulta generalmente aceptado es que las acusaciones de canibalismo han sido históricamente más comunes que la propia práctica en sí, tal como menciona Alberto Cardín en Dialéctica y canibalismo. El caníbal casi siempre ha sido “el otro” en el imaginario colonial.
El término caníbal es un legado de Cristobal Colón. Es la deformación de “Caribe”, pueblo originario de las Antillas y que Colón creyó que eran súbditos del Gran Khan de China (kannibals). Colón, preparado para encontrarse con el Gran Khan, llevaba consigo intérpretes arábigos y hebreos, y al escuchar de los nativos la palabra “caniba” (o “canima”) pensó que estos podían ser los hombres con cabeza de perro (cane-bal) descritos por el explorador John Mandeville.
Pueblos caníbales
Los judíos han sido acusados históricamente de comer niños cristianos, al igual que los gitanos. En la antigüedad, los griegos reportaban casos de antropofagia entre los pueblos no helénicos, los bárbaros. Y los españoles hacían lo propio en relación con el canibalismo azteca, aunque la antropofagia fue reportada durante las llamadas guerras floridas del Imperio azteca, siendo considerada una manifestación masiva de canibalismo.
En este sentido, William Arens señalaba que, más allá de los casos de canibalismo de penuria, el canibalismo es un mito y que la descripción de un grupo humano como caníbal solo se trata de una afirmación retórica e ideológica para establecer la superioridad moral sobre este grupo.
En una línea similar, Michel de Montaigne señalaba en el siglo XVI que se denominaba bárbaro (o caníbal) a todo aquel o aquello a lo que no se está acostumbrado y consideraba más bárbaro las guerras de religión en Francia y la tortura de los cuerpos vivos o que fueran echados a los perros que la ingestión por parte de los Tupinamba del cuerpo de un difunto.
No obstante, la amplitud de los casos registrados muestra que el canibalismo no es una invención. La más reciente definición del canibalismo por F. B. Nyamnjoh se refiere al consumo de humanos en forma material, metafórica, simbólica o fantasiosa. De hecho, la extensión de internet ha contribuido a multiplicar las fantasías canibalísticas y sexualizadas de miles de personas que sueñan en los foros con devorar o ser devorados por miembros de su género sexual preferido.
Asesinos y canciones de los Rolling Stones
Cabe mencionar los casos extremos como el asesino en serie Fritz Haarmann (“el carnicero de Hannover”) o el de Armin Meiwes, un técnico de computadoras de Rotenburg (Alemania) que en 2001 solicitó por internet a “un chico joven, de entre 18 a 25 años” para comérselo (la demanda surtió efecto, pues Jürgen B. accedió a ello y fue asesinado y devorado por Meiwes).
Uno de los casos más sorprendentes fue el del estudiante japonés de literatura inglesa Issei Sagawa, quien se comió a una estudiante alemana de la Sorbona en París en 1981, describiendo el acto con todo lujo de detalles. La forma en que reveló este hecho lo convirtió en un héroe nacional en Japón y ha escrito varios best sellers. Incluso los Rolling Stones le dedicaron una canción en 1986: Too much blood.
El canibalismo no es ajeno a nosotros. El acto de la Eucaristía católico y la conmemoración de La última cena remiten a la idea de ingerir un tótem, símbolo sagrado de un grupo, clan o linaje, para absorber su poder distintivo. Tras el dogma de la transustanciación católica se expresa la idea de adquirir la divinidad (inmortalidad, perdón de los pecados…) por absorción comiendo el cuerpo de Cristo. Este “canibalismo ritual” comparte muchas de las características del concepto.
En otras culturas en Asia y Australia, por ejemplo, existe la creencia que comer el pene de un tigre proporciona mayor virilidad, que comerse al enemigo (exocanibalismo) entre los baruya o que ingerir una parte de un difunto (endocanibalismo) entre los fore perpetuará su alma. El cuerpo de otro resulta un alimento para el cuerpo, la mente y el alma.
La cuestión que surge es, por un lado, quién tiene el derecho a juzgar y evaluar los aspectos conflictivos de los pueblos del pasado; y, por otro, por qué se ha hecho característica habitual pensar que aquello que es solo extraordinario (canibalismo) es una costumbre.
Un ejemplo de esto último es Pierre Clastres, quien habla de la normalidad de fenómenos como la guerra y el canibalismo entre los indios guayaki como si fueran propios de pueblos exóticos, cuando en muchos casos estos pueblos han sido las víctimas. A los andamaneses del Golfo de Bengala se les otorgó en Occidente una fama de caníbales por belicosidad, tal como describe Radcliffe-Brown en The Andaman Islanders (1922), ya que despedazaban a sus víctimas de guerra y acostumbraban a colgar los huesos de sus antepasados. De hecho, se escribieron diversas novelas donde, invariablemente, el argumento era un naufragio provocado por los arrecifes coralinos de la costa andamanesa, episodios de canibalismo y el relato del único superviviente.
Perversiones individuales
El canibalismo sería un fenómeno más propio, no de pueblos exóticos, sino una consecuencia de perversiones individuales, situaciones catastróficas y peculiares. En los años 90 los periodistas occidentales escribieron sobre el canibalismo en el contexto de la guerra civil de Liberia (1989-1997). El historiador Stephen Ellis sugería que las causas no eran solo políticas, sino que podían explicarse en términos religiosos o espirituales propios de los rituales de sociedades secretas.
En suma, las descripciones contemporáneas del canibalismo, que parecen hacerse eco de los estudios arqueológicos, muestran que, de una forma u otra, como señalaba Claude Lévi-Strauss, “todos somos caníbales”.
David Lagunas no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.