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El dengue, la enfermedad viral transmitida por mosquitos más importante en humanos, está golpeando con fuerza en Argentina y los países limítrofes. Según los datos publicados en el Boletín Epidemiológico Nacional del Ministerio de Salud argentino, en términos acumulados se han notificado desde agosto de 2023 hasta mediados de abril de 2024 269 678 casos (90 % autóctonos, 7 % en investigación y 3 % importados). De ellos, 252 566 corresponden a 2024.
América, en cifras de récord
La incidencia acumulada hasta el momento para la temporada es de 573 casos cada 100 000 habitantes, unas cifras altísimas si las comparamos con los datos habituales manejados por el país. Esta situación supone un desafío importante para la salud pública y está en consonancia con lo que ocurre en su entorno. Según la Organización Panamericana de la Salud, el año 2023 supuso el mayor reporte histórico de casos de dengue en América, con más de 4,1 millones de nuevos contagios.
En 2024, la situación se ha recrudecido, y durante los tres primeros meses fueron notificados un total de 4 257 154 casos sospechosos, lo que representa un aumento del 304 % respecto al mismo periodo de 2023 y del 495 % respecto al promedio de los últimos cinco años. Entre los países más afectados están Argentina, Paraguay y Brasil. Por ejemplo, este último ya ha informado de más de 1,5 millones de infecciones y 278 muertes en lo que llevamos de 2024.
Cuatro tipos de virus, dos mosquitos
El dengue está causado por la infección con cualquiera de los cuatro serotipos del virus del dengue (que van del DENV-1 al DENV-4). La infección por un serotipo determinado brinda inmunidad homóloga de larga duración, pero la protección heteróloga –es decir, frente a un serotipo diferente– es de solo unos meses.
Los principales vectores de la enfermedad son los mosquitos hembra de las especies Aedes aegypti (llamado mosquito del dengue) y, en menor medida, Aedes albopictus (el mosquito tigre asiático). También se ha informado de transmisión perinatal, en transfusiones de sangre, leche materna y trasplante de órganos.
Aunque Aedes aegypti está asociado con la mayoría de las infecciones, el rango de Aedes albopictus está en constante expansión, tolera mejor el ambiente frío y es agresivo, si bien se alimenta con menos frecuencia. Ambas especies tienden a vivir en interiores y están activas durante el día.
A finales de diciembre de 2022, el Sistema de Vigilancia Entomológica de Canarias detectó ejemplares del mosquito Aedes aegypti en una vivienda de Santa Cruz de Tenerife, pero inmediatamente fueron activados los protocolos de detección y control. De momento, este insecto no debe suponer un problema para España.
Sin embargo, Aedes albopictus, que también tiene capacidad de transmitir el dengue, sí es motivo de preocupación.
La inquietante expansión de Aedes albopictus
Aedes albopictus es una especie invasora de fácil transporte que actualmente está presente en continentes templados y tropicales, como Asia, Europa, América del Norte y del Sur, África y varios lugares en los océanos Pacífico e Índico. Su dramática expansión global ha sido facilitada por las actividades humanas; en particular, por el movimiento de neumáticos usados y la comercialización del llamado “bambú de la suerte”.
La introducción de Aedes albopictus en Europa fue documentada por primera vez en Albania, a finales de la década de 1970. En España, entró a partir del mercado de productos del sureste asiático y se detectó por primera vez en Cataluña en 2004, un año después en la Comunidad Valenciana y en 2012 en las islas Baleares. En este entorno es un mosquito principalmente urbano que aprovecha de forma sistemática puntos de agua de origen humano para su reproducción.
Por desgracia, Aedes albopictus es considerado un vector competente para al menos 22 arbovirus, incluido el virus de la fiebre amarilla, el virus de la fiebre del valle del Rift, el virus de la encefalitis japonesa, el virus del Nilo Occidental, el virus sindbis, el zika, el chikungunya o el dengue, todos relevantes para Europa.
Desde una infección leve a la fiebre rompehuesos
La infección por el virus del dengue puede dar lugar a un amplio espectro de manifestaciones clínicas, desde un síndrome similar a la gripe leve, conocido como fiebre del dengue, hasta el síndrome del dengue grave, potencialmente mortal. Los síntomas de la dolencia incluyen fiebre, náuseas, vómitos, erupción cutánea, dolores y molestias, y en las manifestaciones graves pueden producirse hemorragias severas y shock. Si no se trata, la mortalidad puede llegar al 20 %.
En algunos lugares, la enfermedad también es conocida como fiebre rompehuesos debido a la gravedad de los espasmos musculares y el dolor articular, fiebre dandy o fiebre de siete días por la duración habitual de los síntomas. El riesgo de infección por mosquitos se asocia positivamente con una alta carga viral y fiebre alta en el paciente.
El dengue conquista nuevos territorios
Actualmente, el dengue está presente en decenas de países y afecta a más de 100 millones de humanos al año, causando unas 25 000 muertes. No obstante, algunos modelos estimativos indican que las infecciones reales alcanzan los 390 millones por año, de las cuales 96 millones manifiestan síntomas clínicos.
La incidencia mundial se ha multiplicado por ocho en los últimos 20 años y continúa aumentando, impulsada por el cambio climático y la urbanización. Los datos apuntan a que, hoy en día, 3 900 millones de personas corren el riesgo de infectarse con el virus, pero algunas previsiones calculan que en 2080 más de 6 000 millones estarán en riesgo de contraer la dolencia.
La distribución del dengue y de otros arbovirus ha ido cambiando en las últimas décadas con la expansión de las áreas de transmisión hacia zonas de mayor latitud y altitud. En los últimos años, la enfermedad ha aumentado de forma alarmante en las regiones tropicales y subtropicales y ha aparecido en lugares donde nunca se había visto, como Afganistán, Chad y partes del sur de Europa.
Circunstancias propicias para los mosquitos
Los diagnósticos e informes explican que gran parte de este incremento se debe a una combinación del crecimiento demográfico, el aumento descontrolado y mal planificado de la urbanización, las malas prácticas de saneamiento, la falta de conocimiento sobre la enfermedad, la intensificación de los viajes y, sobre todo, el cambio climático.
En primer lugar, la urbanización incompleta –es decir, sin las infraestructuras y servicios adecuados para el crecimiento de las ciudades o asentamientos humanos– es un importante determinante socioambiental del dengue. Por ejemplo, en Brasil se observa una reciente expansión del área de transmisión hacia el sur y centro del país.
A esto hay que sumar el incremento de eventos climáticos extremos, como sequías e inundaciones, y la expansión de la frontera económica hacia la Amazonia, a través de la construcción de carreteras y la degradación de bosques vírgenes.
El papel del cambio climático
Lo que parece evidente es que la frecuencia de los brotes va al alza en muchas zonas del planeta, y que el cambio climático, con el aumento de las precipitaciones, las temperaturas y la humedad, está favoreciendo al mosquito transmisor, ya que sus climas preferidos son el tropical y el subtropical. Es decir, calor y humedad.
Los eventos climáticos extremos pueden exacerbar la carga del dengue en América, el Pacífico y, por supuesto, Asia. Por ejemplo, un estudio realizado en China ha informado que la incidencia está significativamente asociada con temperaturas y precipitaciones extremadamente altas. Estudios similares realizados en Bangladés y Taiwán sugieren que la temperatura, las precipitaciones y las horas de sol desempeñan papeles importantes en la transmisión.
La reproducción del mosquito Aedes es viable entre 18 y 33 °C, y el rango óptimo para mantener la transmisión de arbovirus es de 21-30 °C. El aumento de temperatura en zonas antes consideradas templadas puede mantener el ciclo de reproducción del vector y permitir la sostenibilidad de la transmisión de enfermedades durante todo el año.
Además, las lluvias y las variaciones en los patrones de precipitación afectan a la disponibilidad de criaderos de mosquitos, lo que influye en la dinámica de transmisión.
Los efectos en cascada del cambio climático son impredecibles, y a menudo pueden empezar con cambios sutiles en lugares y organismos insospechados, como puede ser la expansión geográfica del mosquito del dengue.
Raúl Rivas González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.