¿Es inevitable la guerra total después del error de cálculo de Irán al atacar a Israel?

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Irán lanzó más de 300 drones y misiles contra Israel en el primer ataque directo del régimen islámico contra el Estado judío. Al margen de los drones militares, también hubo varias oleadas de misiles balísticos, misiles de crucero y cohetes, procedentes de Irán, Irak, Yemen y Líbano.

Este ataque múltiple sin precedentes constituye una declaración de guerra de facto. Sin embargo, a pesar de la escala de la operación, constituye un fracaso táctico.

Si Irán quería poner a prueba la capacidad de Israel para hacer frente a un asalto aéreo con múltiples frentes, entonces el resultado israelí es casi perfecto. Según las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), el 99% de los más de 330 proyectiles disparados (al menos 185 drones, 110 misiles tierra-tierra y 36 misiles de crucero) fueron interceptados, en su mayoría sobre otros países.

Sólo se produjeron daños menores en la base aérea de Nevatim (cerca de Be'er Sheva, en el sur). Una niña de 7 años resultó gravemente herida por metralla, posiblemente de una unidad interceptora.

Por qué Irán sintió que tenía que actuar

El ataque fue una respuesta directa al asesinato del general iraní Mohammad Reza Zahedi (también conocido como Hassan Mahdawi) en ataques aéreos israelíes el 1 de abril.

Zahedi, alto mando de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica iraní en Siria y Líbano, era presuntamente responsable de atentados terroristas contra Israel y de armar a agentes iraníes en la región. Su muerte se produjo mientras se encontraba en un edificio adyacente al consulado de Irán en Damasco, un lugar que, según los iraníes, está protegido por el derecho internacional.

Este incidente representa un punto de inflexión. El régimen de Teherán, indignado por la muerte de Zahedi, prometió fuertes represalias. En la memoria colectiva de Teherán, el historial de ataques de Israel incluye numerosos ataques contra instalaciones nucleares iraníes, asesinatos de científicos dentro del país y acciones contra apoderados iraníes en Siria, Líbano, Irak y Yemen.

A pesar de estas provocaciones, los contraataques de Irán contra Israel han sido hasta ahora mínimos o insignificantes. La respuesta al asesinato estadounidense del general iraní Qassem Soleimani en 2020, por ejemplo, fue débil.

Debido a la presión a la que se enfrenta el liderazgo extremista de Teherán, evidentemente sintió que ya no podía ignorar tales insultos. El régimen está cada vez más preocupado por su propia estabilidad, lidiando con una economía en quiebra maltratada por décadas de sanciones.

A pesar de la opresión violenta y del creciente número de ejecuciones, persiste la disidencia interna. Ésta se ha visto alimentada por años de protestas populares (la más reciente tras la muerte en 2022 de la joven iraní de 22 años Mahsa Amini) y atentados terroristas afiliados al ISIS dentro del país.

Pero el ataque de este fin de semana parece un grave error de cálculo de sus dirigentes. Estados Unidos y otros países occidentales se movilizaron rápidamente para apoyar a Israel. Aunque las tensiones entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente estadounidense, Joe Biden, son elevadas debido a la guerra en curso en Gaza, Washington sigue apoyando firme e inequívocamente a Israel.

La mayoría de los proyectiles iraníes fueron interceptados mediante un esfuerzo coordinado por Israel y los ejércitos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Cabe destacar que Jordania también interceptó los drones iraníes a pesar de las amenazas de Teherán de no intervenir tras semanas de intentos iraníes de desestabilizar el país.

Ambas partes prefieren evitar una guerra

Las autoridades israelíes se apresuraron a prometer una respuesta contundente al ataque. El gobierno no puede tolerar otra flagrante violación de la soberanía de Israel, que recuerda lo que Hamás consiguió trágicamente en sus ataques del 7 de octubre.

Israel dispone de una serie de opciones de represalia, como ciberataques, ataques con misiles de largo alcance en suelo iraní, operaciones aéreas con aviones y drones y operaciones encubiertas.

Una acción contundente enviaría un poderoso mensaje a Irán y a la región en general: “No te metas con nosotros”. A pesar de los desesperados intentos de los funcionarios iraníes por contener la situación, declarando que las cuentas con Israel están saldadas, se espera que la respuesta sea severa como anticipan y quizá incluso esperan sus aliados de Oriente Próximo.

El riesgo de una escalada hacia una guerra total sigue siendo real. Sin embargo, ambas partes preferirían evitarlo. El ejército israelí ya está sobrecargado con la guerra en Gaza y los ataques con cohetes de Hezbolá, el representante libanés de Irán en el norte.

Es probable que a Teherán le preocupe que Israel ataque las instalaciones de su avanzado programa nuclear, que han quedado al descubierto como tapadera para el desarrollo de armas nucleares.

Mientras tanto, Estados Unidos no quiere verse mas envuelto en el conflicto regional, puesto que ya está lidiando con los ataques de los rebeldes houthi alineados con Irán contra barcos en el Mar Rojo.

Además, al parecer Biden no confía en el juicio de Netanyahu. Washington no cree que Israel haya sido totalmente transparente con Estados Unidos sobre sus planes operativos en Gaza y el asesinato del general iraní este mes.

Demasiadas muertes de civiles palestinos también están creando un problema moral y político para la campaña de reelección del presidente. Biden contactó rápidamente con el primer ministro israelí cuando comenzó el ataque de este fin de semana, advirtiendo contra un contraataque.

Los próximos días serán cruciales: una prueba de la capacidad de la comunidad internacional para estabilizar el atormentado Oriente Medio. Desgraciadamente, las señales por el momento no son alentadoras.

The Conversation

Ran Porat es investigador asociado en el Consejo de Asuntos Judíos de Australia/Israel (AIJAC) e investigador en el Instituto Internacional de Lucha contra el Terrorismo de la Universidad Reichman de Herzliya (Israel). Está afiliado al Australian Centre for Jewish Civilization de la Universidad de Monash,


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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