Nuevas realidades demográficas: ¿extranjeros y migrantes, o población de origen extranjero?

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La diversidad cultural exige repensar términos habituales que no resultan del todo acertados para describir el presente. En estas líneas se aborda el uso indistinto de los conceptos migrante y extranjero y se propone un término que los unifica.

Migrante y extranjero aluden a dos realidades distintas. El primero, a una realidad de movimiento; el segundo, a una administrativa. En términos generales, se es migrante cuando se vive en un lugar diferente de aquel en que se nació, mientras que se es extranjero en tanto que se carece de la nacionalidad del país de residencia. Esta diferencia hace que se pueda hablar de uno sin referirse necesariamente al otro, aunque hoy en día aún suelen entenderse como equivalentes.

A comienzos de este siglo podía tener cierto sentido utilizar el término extranjero para referirse a personas migrantes, y viceversa.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2000, el 90,01 % de las personas extranjeras residentes en España había nacido fuera –el cálculo de los datos expuestos se ha realizado seleccionando las variables “país de nacimiento”, “español/extranjero”, “sexo” y “año”. En términos absolutos, 831 626 personas de 923 879. Por lo tanto, referirse a unos era prácticamente lo mismo que hablar de los otros en términos numéricos.

En la actualidad, los porcentajes no son muy diferentes. En 2022, el 90,54 % de los extranjeros residentes en España había nacido también en el extranjero, mientras que solamente el 9,46 % lo había hecho en España. Sin embargo, la realidad de hoy está lejos de la de entonces.

Los porcentajes relativos son prácticamente los mismos, pero no los números absolutos. Si en el año 2000 solamente un 2,28 % de la población de España era extranjera, en el 2022 lo era un 11,68 %. En términos absolutos, 92 253 personas en aquel entonces y 524 256 en 2022. Esta diferencia de volumen, mucho más amplia en el caso de los extranjeros que han migrado a España, tiene un profundo impacto en la configuración social y demográfica actual.

Los términos que aúna el concepto

Teniendo en cuenta lo señalado previamente, es clave señalar que para comprender y calibrar la diversidad cultural del presente no es tan relevante conocer el número de extranjeros o el de migrantes como ser conscientes del número de población de origen extranjero. Este término aúna las realidades administrativa y de movimiento a las que se aludía anteriormente.

La diferencia está en que, en vez de considerar solamente una situación (personas con nacionalidad extranjera o personas que han migrado a España), se contemplan tres:

  • Población que nació en el extranjero, migró a España y mantiene la nacionalidad extranjera.

  • Población que nació en el extranjero, migró a España y tiene nacionalidad española.

  • Población que nació en España y tiene nacionalidad extranjera.

Las personas en alguna de estas situaciones pueden ser entendidas como población de origen extranjero, y habría más realidades imposibles de inferir de los datos oficiales como, por ejemplo, los hijos de extranjeros nacionalizados españoles antes de su nacimiento, entre otras.

Realizando el cálculo con las variables señaladas, la realidad actual es muy diferente dependiendo de si estos tres factores se consideran o no (Tabla I).

Mientras que los extranjeros representan actualmente el 11,68 % de la población de España, como ya se decía previamente, la población de origen extranjero supone un 16,97 %. La diferencia en términos absolutos de considerar un término u otro hace que el número de personas varíe en 2 515 837, una diferencia nada desdeñable.

Una cuestión de diversidad cultural

Entonces, ¿por qué es más acertado utilizar el término población de origen extranjero? Principalmente porque la diversidad y la realidad cultural no varían necesariamente al producirse un cambio en la situación administrativa o cuando culmina el proyecto migratorio y las personas se asientan de manera definitiva en un territorio. Hay procesos sociales y culturales que están más allá de los trámites y la burocracia. En consecuencia, plantear políticas públicas o investigaciones alrededor de la categoría “extranjero” es limitar su alcance, salvo que se trabaje específicamente sobre el ámbito jurídico.

Aunque el término propuesto pueda resultar algo más complejo, representa de manera más fiel la situación actual, dado que esta es mucho más amplia que la dicotomía que dibujan los procesos administrativos.

Las iniciativas de la administración pública, de la academia e incluso el uso del lenguaje cotidiano deben pasar por considerar nuevos términos para abarcar una diversidad cultural creciente.

The Conversation

Adrián Serrano Sanz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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