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Está demostrado científicamente que la práctica deportiva potencia la plasticidad neuronal, fomenta las relaciones sociales y mejora el desarrollo neuromotor en las etapas infantil y juvenil. Pero en la era de la digitalización, el 36 % de los jóvenes es sedentario, y solo el 27 % realiza actividad física regularmente.
Los porcentajes se duplican en jóvenes con diversidad funcional cognitiva. Este término hace referencia a la variabilidad en las funciones cognitivas y capacidades mentales y puede manifestarse de diversas formas: trastorno del espectro autista, dislexia, síndrome de Down, trastorno de déficit de atención e hiperactividad y alteraciones cognitivas de base genética.
Una carrera de obstáculos
Pocos estudios científicos han abordado este asunto hasta la fecha. La mayoría son transversales, con muestras pequeñas, y no analizan en profundidad los beneficios derivados de la práctica adaptada. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló la necesidad de desarrollar programas específicos para personas con diversidad funcional cognitiva, la ausencia de entrenamientos adaptados de buena calidad dificulta la afiliación de estas personas a la actividad física.
La alta variabilidad metabólica, las comorbilidades (la coexistencia de varias enfermedades), la falta de motivación o diversos aspectos afectivos y emocionales son otras tantas barreras para la accesibilidad. La exclusión explícita de clubes tradicionales, el temor de los padres a que sufran acoso y burlas y los traslados hasta centros de entrenamiento adaptado son, por su parte, algunos obstáculos citados por las familias.
Así deben ser los programas de entrenamiento
Los programas deportivos adaptados obligan a afrontar varios desafíos. Deben estar personalizados y ajustados a las capacidades, habilidades motoras, desarrollo cognitivo y preferencias del participante; tener una supervisión adecuada y suficiente que garantice la seguridad y el bienestar durante la práctica, y ser variados, estimulantes, accesibles y motivadores.
También debe reducirse el nivel de dificultad y el tiempo de actividad física, utilizar un lenguaje sencillo con demostraciones visuales y realizar prácticas guiadas. Las instalaciones tienen que estar adaptadas y ser accesibles, con espacio suficiente para una práctica segura y enriquecedora. Por último, es preciso contar con técnicos especializados supervisados por profesionales de la salud.
Las prácticas deportivas en personas con diversidad funcional cognitiva deben tener como objetivo principal la diversión, la integración y la mejora de la salud física y mental, y para ello conviene que incluyan actividad aeróbica, tonificación muscular, equilibrio, coordinación, expresión corporal y juegos adaptados.
Cada persona es única y ha de ser respetada como el ser humano que es en ese momento, no como el que nos gustaría que fuera en el futuro. Para ello hay que promover el disfrute, la participación activa en la toma de decisiones y, muy especialmente, la integración social junto a personas sin diversidad funcional cognitiva.
¿Qué dicen los estudios científicos?
En ensayos clínicos en laboratorio con ratones con trisomía del cromosoma 21 (sindrome de Down), los expertos han observado mejoras en la memoria episódica y prospectiva, en los procesos cognitivos e incremento de la actividad cerebral con la actividad física. Sin embargo, los beneficios no han podido ser aún demostrados en personas con diversidad funcional cognitiva en trabajos longitudinales, es decir, durante un periodo prolongado de tiempo.
La escasa financiación de proyectos de investigación destinados a ello limita la creación de programas de intervención personalizados. No existe acuerdo sobre cómo ajustar la cantidad de actividad física y qué programas son más beneficiosos para esta población.
Por suerte, algunas entidades privadas empiezan a ser conscientes de esta necesidad. Recientemente, los campeones del mundo de baloncesto José Manuel Calderón y Berni Rodríguez han puesto en marcha el primer centro inclusivo de deporte adaptado a personas con diversidad funcional cognitiva. Puede que sea un pequeño “oasis” en el desierto, pero este tipo de iniciativas, junto con el aumento de la inversión pública, es la única vía para conocer el impacto que la actividad física regular tiene sobre la autonomía personal de estas personas.
La importancia de afinar los resultados
En definitiva, ignoramos a día de hoy si existe correlación directa entre actividad física y salud en personas con diversidad funcional cognitiva. No obstante, resulta tentador especular que sí, aunque debemos conocer la mejor proporción “dosis-respuesta” para ajustar el volumen e intensidad del ejercicio a prescribir.
Afinar los resultados en salud física y mental al desarrollo de la autonomía personal e integración social podría ser una ventaja. Para ello, es preciso caracterizar los umbrales mínimos y máximos de seguridad y efectividad de la práctica deportiva a cada nivel de adaptación.
Muchos expertos reclamamos a las corporaciones públicas y clubes deportivos implicación directa en proyectos de investigación que revelen el impacto de la actividad física en personas con diversidad funcional cognitiva. Lo opuesto es dar la espalda a una necesidad innegable para un importante número de familias que se sienten abandonadas. Son familias deseosas de colaborar con la ciencia para arrojar algo de luz y que confían en ver a sus hijos tomando las riendas de su propia vida de manera autónoma. Valiéndose por sí mismos.
Hace falta más investigación
La OMS señala la necesidad de incrementar la inversión en políticas sociales e investigación en actividad física y salud para personas con diversidad funcional cognitiva. Los diferentes grados de afectación cerebral y desarrollo motor de esa población implica la necesidad de personalizar la práctica deportiva. Se trata de conocer cómo alcanzar la mayor eficacia para reducir la tasa de sedentarismo e impulsar más inversión en proyectos de investigación que permitan alcanzar certezas sobre sus beneficios a largo plazo.
La salud pública es mucho más que la ausencia de enfermedad: también se debe profundizar en la mejora de la calidad de vida, la autonomía personal, la integración social, la salud psicofísica y las habilidades motrices. Especialmente en personas con diversidad funcional cognitiva.
Manuel Jiménez López no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.