Por qué el sistema electoral brinda resultados tan opuestos en Reino Unido y Francia

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En las elecciones legislativas británicas del pasado 4 de julio, el partido que más votos obtuvo fue el laborista (33,7 %), que consiguió la mayoría absoluta de escaños en la cámara de los comunes y por lo tanto gobernará en solitario.

Tres días más tarde, en la segunda vuelta de las legislativas francesas, el partido que más votos consiguió fue el Reagrupamiento Nacional, con el 37,06 %. Pero ni obtuvo la mayoría absoluta ni fue el partido con más escaños. Y, previsiblemente, seguirá en la oposición.

¿Por qué ocurre esta aparente paradoja? La respuesta principal nos conduce hacia el sistema electoral, que es el mecanismo que transforma los votos en escaños. Y el sistema nunca es neutral sino que produce efectos que benefician a unos y perjudican a otros.

Estos efectos dependen de algunos elementos como la circunscripción, la fórmula, el tipo de voto, el prorrateo o el umbral –el porcentaje mínimo de votos que se requieren parar obtener representación–. Sus variaciones generan innumerables sistemas electorales, todos ellos con efectos diferentes.

Tipos de sistemas electorales

Muchos de ellos se pueden medir con índices: el umbral, el número de preferencias que se pueden manifestar al votar o el valor del voto en las diferentes circunscripciones. Uno de los más recurrentes es la proporcionalidad. De hecho, es lo que se utiliza para clasificar los sistemas electorales, que se suelen dividir entre los proporcionales, que intentan que haya relación entre el porcentaje de votos y el porcentaje de escaños de cada partido, y los mayoritarios, que persiguen otros fines –como que exista una mayoría en la cámara que permita gobernar–.

El Reino Unido y Francia, con diferencias relevantes, pertenecen al primer grupo, mientras que la mayoría de estados europeos, al segundo.

El gráfico muestra cómo impacta la proporcionalidad del sistema en forma de primas (más porcentaje de escaños que de votos) o castigos (menos porcentaje de escaños que de votos) en los 4 primeros partidos del Reino Unido y de Francia en las últimas legislativas.

Ni todos los sistemas tratan igual a los partidos con más votos ni un mismo sistema trata igual a todos los partidos.

El caso del Reino Unido es el más llamativo: el Partido Laborista obtuvo casi el 34 % de los votos, que el sistema convirtió en una supermayoría absoluta con más del 63 % de los escaños (la prima fue del 29,5 %). Esta multiplicación tan asombrosa no es habitual, pero el sistema británico casi siempre beneficia mucho al ganador y le suele regalar una prima que lo conduce hasta la mayoría absoluta en escaños aunque no la haya conseguido en votos (en las anteriores elecciones de 2019 los ganadores fueron los conservadores, que obtuvieron un 43,6 % de los votos que se convirtieron en un 56,2 % de los escaños).

En estas últimas elecciones de 2024 la enorme prima al primer partido se explica principalmente por el mal desempeño del partido que quedó segundo. En las elecciones francesas es diferente. Si bien el sistema también es mayoritario y en cada circunscripción se escoge solamente un escaño, hay una diferencia clave. En el sistema británico el que obtiene más votos en la circunscripción, no importa si ha obtenido un 60 % de los votos o un 25 %, se lleva el escaño y todos los otros no se llevan nada.

En el caso francés no basta con ganar a la primera, porque de todos es conocido que existe una segunda vuelta. Así, si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta en la primera vuelta, todos los candidatos que hayan superado el 12,5 % pasan a la segunda, que se celebra una semana más tarde.

Pero en esta los electores ya no pueden votar a todos los candidatos sino solo a los que hayan pasado el corte. En estas elecciones en muchas circunscripciones en la primera vuelta ganó el Reagrupamiento Nacional (RN), mientras que el Nuevo Frente Popular (NFP) y los macronistas (ENS) quedaron en segundo o tercer lugar.

Fruto del temor a la victoria del partido de Le Pen, el que quedó tercero en cada distrito se retiró para que sus electores votaran al candidato que quedó segundo, que era el que contaba con mayores posibilidades de derrotar al candidato del RN, como así sucedió. Así, aunque RN había ganado en la mayoría de circunscripciones en la primera vuelta, en la segunda los que no lo querían agregaron sus votos y en muchas tumbaron al candidato de RN.

Quedar tercero aunque se hayan recibido más votos

¿Pero cómo puede quedar tercero RN si fue el que más votos recibió? Porque el NFP y ENS no se presentaron en todas las circunscripciones, sino solamente en las que podían ganar, mientras que RN sí se presentó en todas las que podía. Ahí está la respuesta de porqué si bien el 37,06 % de los electores votaron por el RN, solamente obtuvo el 24,61 % de los escaños, un castigo de más de 12 puntos de diferencia.

Diferentes sistemas producen diferentes resultados. ¿Entonces, si en Francia se aplicara el sistema electoral británico, el RN hubiera obtenido la mayoría absoluta? En rigor, esta pregunta es imposible de responder. La respuesta que se acerca más es: si en el caso francés se aplicara el sistema electoral británico y los partidos y los electores se hubieran comportado como lo han hecho con el sistema electoral vigente en Francia, sí, el RN ahora gozaría de una mayoría absoluta en el Palais Bourbon a orillas del Sena. Por cierto, igual que lo haría el Partido Popular en la Carretera de San Jerónimo, en el Congreso de los Diputados español.

Pero esta suposición es falsa porque los electores, igual que los partidos, conocen el sistema electoral y son sensibles a sus incentivos. Por lo que los electores en realidad se comportarían de otro modo y los partidos también (es lo que solemos llamar voto estratégico o voto útil). Tanto, que seguramente habría otro sistema de partidos y los partidos mismos serían diferentes.

No hay un sistema electoral mejor que otro. No hay sistemas buenos ni malos, sino que la valoración dependerá de los efectos que se pretendan conseguir. Como en la mayoría de ámbitos de la política, en los sistemas electorales la neutralidad tampoco existe.

The Conversation

Macià Serra i Serra no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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