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El dolor, aunque es evitado y temido, resulta una experiencia de lo más común. Frecuentemente lo sentimos tras realizar un esfuerzo excesivo: una mudanza, un día jugando y corriendo con los niños o la vuelta al gimnasio tras las vacaciones son situaciones que nos puede generar dolor durante días. Esto nos hace pensar que llevar a cabo una actividad física intensa aumenta el riesgo de sufrir una lesión.
Pero, para las personas que sufren dolor crónico (es decir, aquel que dura más de 12 semanas), el ejercicio no es el problema, sino la solución.
Actualmente, se estima que 3 de cada 10 europeos sufren ese tipo de padecimiento prolongado, lo que supone un gasto de entre el 1,7 % y el 2,8 % del Producto Interior Bruto. Consciente de la magnitud del problema, la Federación Europea del Dolor EFIC ha lanzado la campaña On the Move con un objetivo claro: concienciar sobre la suma importancia de incorporar la actividad física como un hábito cotidiano para prevenir y tratar el dolor crónico.
Las evidencias
El ejercicio es de sobra conocido por sus múltiples beneficios para la salud, como la reducción del riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, cáncer y diabetes. Sin embargo, lo que a lo mejor muchos ignoran es que también es una herramienta poderosa para prevenir y tratar el dolor crónico.
Concretamente, los estudios muestran que realizar actividad física regularmente puede disminuir en un 40 % la probabilidad de desarrollar molestias lumbares y reducir en un 50 % el riesgo de desarrollar artritis, especialmente en las caderas y rodillas.
En suma, las personas de entre 20 y 64 años que realizan actividad física moderada al menos tres veces por semana tienen entre un 10 % y un 12 % menos de probabilidades de sufrir dolor crónico.
Cómo adoptar un estilo de vida activo
Llevándolo a la práctica, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada por semana, lo que equivale aproximadamente a los famosos 10 000 pasos al día.
No obstante, no está de más recordar que moverse algo, por poco que sea, siempre es mejor que no hacer nada. Algunos consejos prácticos para mantenerse activo incluyen subir escaleras en lugar de usar el ascensor, optar por caminar o usar la bicicleta en lugar de conducir o tomar transporte público y establecer recordatorios para ponernos en movimiento cada hora si trabajamos sentados.
Y como habrán comprobado personalmente muchos lectores, uno de los desafíos más grandes para adoptar un estilo de vida activo es la constancia. Por eso, la EFIC también ofrece algunas recomendaciones para mantener la motivación:
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Establecer metas razonables y ajustarlas a medida que progresamos
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Mantener un diario de actividad física donde registrar los avances
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Unirse a un grupo de actividad física, ya sea en persona o virtualmente.
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En cualquier caso, siempre es conveniente acudir a un profesional para hacer una programación control y evaluación del proceso: los fisioterapeutas son expertos en tratar enfermedades y problemas de dolor mediante el ejercicio y el movimiento.
Y ante la falta de tiempo o de recursos, la telefisioterapia también se está instaurando en muchos centros y programas de tratamiento. Aunque no es una solución para todo el mundo, esta modalidad de tratamiento a distancia ya está disponible en muchos lugares, y ha mostrado resultados muy interesantes.
Al final, el objetivo es adaptar las recomendaciones de las que habla la EFIC en On the move a nuestras necesidades: todos unidos para prevenir y reducir el dolor crónico.
Guillermo Ceniza Bordallo recibe fondos de la Universidad Complutense de Madrid.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.