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En un mundo cada vez más interconectado, donde las notificaciones constantes y la necesidad de estar siempre presente en las redes sociales parecen dominar la vida cotidiana, surge un fenómeno que invita a la reflexión: el JOMO, siglas de joy of missing out (la alegría de perderse las cosas).
Este concepto, que se postula como la contrapartida del FOMO (fear of missing out o miedo a perderse algo), es una respuesta a la presión de estar constantemente al día con cada evento, tendencia o experiencia social que surge a nuestro alrededor.
En lugar de sentir ansiedad por no participar, el JOMO propone abrazar la desconexión intencionada y disfrutar de los beneficios de estar ausentes de ciertos momentos.
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Antes de profundizar en el JOMO, es importante entender su reverso. Desde que las redes sociales comenzaron a formar parte de nuestra vida cotidiana, el FOMO ha sido un término que ha resonado con fuerza, particularmente entre las generaciones más jóvenes.
Este miedo a perderse eventos o experiencias sociales, alimentado en gran parte por las publicaciones y actualizaciones incesantes en plataformas como Instagram, Facebook, X o TikTok, genera una sensación de incomodidad, insuficiencia e incluso ansiedad.
Un estudio de 2013 ya señalaba que el FOMO está profundamente arraigado en las necesidades psicológicas de pertenencia y autoafirmación. Las personas sienten que, al no estar presentes en ciertos eventos, se están quedando excluidas de experiencias significativas o valiosas para su vida.
Esta sensación se exacerba cuando observan a sus amigos o conocidos participando activamente en dichas actividades. Según otra investigación, publicada en Computers in Human Behavior, el uso excesivo de las redes sociales –particularmente entre los jóvenes– está estrechamente relacionado con la vivencia del FOMO y sus efectos negativos en la salud mental, como la baja autoestima y la ansiedad.
Pederse algo como fuente de satisfacción
Frente a esta presión social, surge el JOMO, un movimiento que defiende la idea de que no estar presente o “perderse algo” no solo es aceptable, sino que puede convertirse en una fuente de satisfacción y bienestar personal.
Una de las primeras menciones destacadas del concepto la hizo la escritora canadiense Christina Crook en su libro de 2014 The Joy of Missing Out: Finding Balance in a Wired World. Aunque no era un término nuevo: dos años antes, el empresario Anil Dash ya lo había acuñado para reflexionar sobre la tranquilidad de no participar en todo. Desde entonces, ha tomado cada vez más fuerza como una filosofía que promueve la calma y el disfrute del momento presente.
Es, en definitiva, una invitación a la desconexión intencionada de las redes sociales, las notificaciones y los eventos sociales con el fin de reenfocarse en la creatividad y la tranquilidad mental.
Los beneficios del JOMO
Optar por el JOMO en lugar de sucumbir al FOMO tiene una serie de beneficios tangibles que pueden mitigar los efectos adversos del uso excesivo de las redes sociales. Estos incluyen:
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Reducción del estrés y la ansiedad. La constante comparación con los demás generada por el FOMO puede llevar a sentir que la propia vida es insuficiente o menos gratificante. El JOMO permite liberarse de esta presión.
Así lo comprobaron los autores de una investigación realizada los días posteriores al 4 de octubre de 2021, cuando se cayeron los servicios digitales de la compañía Meta (propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp) durante varias horas. Aunque algunos usuarios fueron presa del FOMO, otros muchos confesaron haber sentido un reconfortante alivio.
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Mayor tiempo para la introspección. Al desconectarse del ruido externo, las personas pueden reenfocarse en sí mismas, lo que fomenta la autoexploración, el desarrollo personal y una mayor claridad sobre lo que realmente importa en sus vidas.
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Fomento de la creatividad. El tiempo libre y la tranquilidad permiten que la mente se relaje y divague. Diversos estudios han demostrado que el “aburrimiento” o la desconexión pueden ser catalizadores de nuevas ideas.
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Mejora de las relaciones personales. Al optar por el JOMO, las personas tienden a priorizar los encuentros cara a cara y las conexiones significativas sobre las interacciones, a menudo superficiales, on-line.
Cómo incorporar el JOMO en nuestra vida diaria
Apuntarse al JOMO no significa renunciar completamente a la tecnología o las interacciones sociales. Más bien, implica encontrar un equilibrio saludable entre la conectividad y la desconexión.
Algunas formas de integrarlo incluyen las siguientes pautas:
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Establecer límites digitales. Definir horarios específicos para revisar las redes sociales o responder a mensajes puede ayudar a reducir el tiempo frente a la pantalla y promover una relación más sana con la tecnología.
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Implementar el minimalismo digital. Este concepto implica usar solo aquellas plataformas y herramientas tecnológicas que verdaderamente agreguen valor a nuestra vida.
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Priorizar el tiempo personal. Dedicar tiempo a actividades que nutran el bienestar físico y mental, como leer, hacer ejercicio, meditar o, simplemente, descansar.
En definitiva, adoptar el JOMO no implica una renuncia definitiva al mundo digital o a las interacciones sociales, sino una toma de conciencia sobre cómo y cuándo es mejor estar conectados.
Oliver Serrano León no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.