‘Nadie quiere esto’: un rabino atractivo, una no judía y varios prejuicios misóginos

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Kristen Bell y Adam Brody protagonizan 'Nadie quiere esto'. FilmAffinity

Hace veinte años, el programa de televisión The O.C. inventó la palabra “Navidukkah”. El protagonista, Seth Cohen – interpretado por Adam Brody–, describía la tradición invernal de su familia interreligiosa como “ocho días de regalos seguidos de un día de muchos regalos”.

Hoy Brody está de vuelta protagonizando una nueva serie. Pero esta vez, en lugar de interpretar al hijo de un matrimonio interreligioso, es un rabino que sale con una mujer “sin un hueso judío en el cuerpo”. Una que, a veces, parece no estar familiarizada con los fundamentos de la cultura judía estadounidense.

Nadie quiere esto es la historia del romance entre el rabino Noah y Joanne, interpretada por Kristen Bell: una mujer rubia y no judía que presenta un pódcast sobre sus desastrosas citas. La serie utiliza la palabra shiksa para describir a Joanne, un término que significa “mujer no judía”. Muchos lo consideran tan grosero que estoy segura de que mi madre se aparecerá en mi apartamento para lavarme la boca con jabón solo por haberlo escrito.

Joanne y Noah se conocen en una fiesta, donde él flirtea con ella. Rápidamente, acuerdan que el abismo religioso que los separa determina que no pueden salir juntos.

Pero, por supuesto, lo hacen.

En 2024, el mayor movimiento judío de Estados Unidos, el judaísmo reformista, decidió permitir el acceso a la escuela rabínica a estudiantes con parejas no judías, al igual que varios movimientos judíos liberales más pequeños, entre ellos Renewal, los humanistas seculares y los reconstruccionistas. A los rabinos conservadores y ortodoxos no se les permite casarse con una esposa no judía y, en 2023, el movimiento conservador reiteró que sus rabinos no podían celebrar matrimonios interreligiosos.

Aunque algunos rabinos no han podido tener una pareja no judía hasta hace poco tiempo, la trama de hombres judíos que salen con mujeres no judías y se casan con ellas ha sido un constante del teatro y la pantalla durante 100 años. Como estudiosa del judaísmo estadounidense, escribo sobre estas representaciones de parejas interconfesionales en mi libro Beyond Chrismukkah: The Christian-Jewish Interfaith Family in the United States.

Convertirse en “verdaderos” estadounidenses

En 1922, la obra Abie’s Irish Rose se estrenó en Broadway, donde fue un éxito comercial durante cinco años. La comedia narra el romance entre Abie, un soldado judío estadounidense, y Rose, su enfermera irlandesa estadounidense durante la Primera Guerra Mundial.

Fotografía en blanco y negro de un hombre vestido con ropa de oficina que sonríe a una mujer sentada con un bebé en brazos.
Abie’s Irish Rose representa a la feliz pareja como símbolo de América. University of Washington via Wikimedia Commons

El noviazgo de Rose y Abie se ve acosado por la desaprobación de sus padres, que son retratados como símbolos del viejo mundo, peligrosamente preocupados por preservar sus anticuadas visiones. Mientras tanto, el amor de la joven pareja subraya su voluntad de dejar atrás sus identidades de católica y judío –ambas consideradas religiones “forasteras” en Estados Unidos en los años veinte– para convertirse en “auténticos” estadounidenses.

El rabino y el sacerdote que asisten a su boda también son veteranos, lo que refuerza el mensaje de la obra de que el patriotismo es lo primero. El matrimonio de Abie y Rose se presenta como una versión idealizada y romántica del crisol de razas americano.

La obra tuvo tanto éxito en las giras como en Broadway, aunque muchos críticos la aborrecieron. Fue reestrenada en Broadway dos veces y llevada al cine en dos ocasiones. Se hicieron múltiples imitaciones, incluida una película llamada The Cohens and Kellys.

En la década de 1940, Abie’s Irish Rose se convirtió en un spinoff radiofónico, pero los tiempos habían cambiado. Las caricaturas étnicas exageradas ya no se consideraban aceptables y, tras unas pocas temporadas, el programa fue cancelado.

Bridget Loves Bernie

A principios de los 70, la CBS creó una comedia basada en la premisa de un judío –en este caso, un taxista cuyos padres son propietarios de una charcutería neoyorquina– que se enamora de una profesora católica de familia adinerada. Como en Abie’s Irish Rose, la generación más joven de Bridget Loves Bernie apoya el matrimonio, incluido el hermano de la novia, que es sacerdote.

Las objeciones proceden de los miembros de la generación más vieja, retratados como irracionales y estancados en sus costumbres. La serie sugiere que es anticuado e inaceptable oponerse al matrimonio interreligioso.

Foto en blanco y negro de un hombre con traje negro y corbata a rayas, sonriendo y cogiendo de la mano a una mujer rubia con vestido blanco y velo.
Meredith Baxter y David Birney protagonizaron la serie Bridget Loves Bernie. eBay via Wikimedia Commons

Bridget Loves Bernie recibió protestas y fue cancelada al final de la primera temporada. Muchos espectadores judíos se opusieron a la sugerencia de que el matrimonio interreligioso fuese aceptable e incluso estuviese de moda.

Es probable que el programa inquietara especialmente a la comunidad judía porque la tasa de matrimonios interconfesionales estaba aumentando a un ritmo sin precedentes en la década de 1970, lo que hacía temer que la asimilación judía a la cultura estadounidense tuviera demasiado éxito. La preocupación era que las parejas interconfesionales no criasen a sus hijos como judíos, lo que reduciría la comunidad judía hasta hacerla inexistente. Además, el judaísmo ha considerado tradicionalmente que un niño es judío sólo si la madre también lo es, aunque eso ha cambiado en los movimientos liberales.

Como escribo en mi libro, un crítico, en The New York Times, sugirió que una comedia sobre el matrimonio interreligioso era tan insípida como una sobre “las alegres aventuras de una familia judía camino de las cámaras de gas”.

Aunque la CBS negó que la serie se cancelara a causa de las protestas, sigue siendo el programa de mayor audiencia cancelado por la cadena de televisión.

El tema del matrimonio interreligioso judío como algo americano, y la oposición al matrimonio interreligioso como algo pasado de moda, resuena también en el cine, sobre todo en la versión original de The Heartbreak Kid y en Annie Hall.

Aunque nadie menciona nunca la religión en la serie Loco por ti, en ella aparece un hombre judío casado con una mujer no judía, y gran parte del humor deriva de sus diferencias culturales.

Nueva serie, mismo estereotipo

Ambas nociones también están presentes en cierta medida en Nadie quiere esto, que también retrata un clásico prejuicio sobre los matrimonios interreligiosos.

En su escena inicial, Noah rompe con su novia judía, Rebecca, una mujer tan desesperada por estar prometida que registra su escritorio, encuentra un anillo de compromiso, se lo pone sin que él lo sepa y luego intenta convencerle de que, a pesar de sus dudas, deberían casarse. Esta exnovia y su mejor amiga, la cuñada de Noah, aparecen repetidamente a lo largo de la serie, demostrando una serie de estereotipos negativos sobre las mujeres judías como esposas y amantes. La madre de Noah, que habla con acento ruso, afirma conocer a todos sus amigos, y le recuerda a su hijo: “Nadie puede tomar en serio a un rabino que sale con una shiksa, y mucho menos que se casa con una. No me importa parecer una madre sobreprotectora”.

Estos personajes reflejan los estereotipos negativos que los hombres y mujeres judíos estadounidenses han tenido durante mucho tiempo entre ellos: el de la mujer judía demasiado avariciosa, insistente y codiciosa; y el de hombres que son esencialmente niños de mamá. Joyce Antler, historiadora del judaísmo estadounidense, ha escrito específicamente sobre los estereotipos de las madres judías como entrometidas, dominantes y demasiado involucradas en la vida de los demás.

Como generaciones de protagonistas no judías antes que ella, Joanne es lo que uno de mis entrevistados solía llamar una “diosa shiksa”. Es rubia, despreocupada, todo lo que supuestamente no son las mujeres judías.

En cierto modo, Nadie quiere esto demuestra algo nuevo: no sólo se puede hacer una serie sobre relaciones interreligiosas, sino que además la pareja judía puede ser un rabino. Pero en otros aspectos, es tan vieja como la tana: historias, clichés y estereotipos misóginos en un nuevo y brillante envoltorio.

The Conversation

Samira Mehta recibe financiación de la Fundación Henry Luce.



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