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Investigaciones recientes sobre el comportamiento del sueño animal han revelado que éste se ve influido por los animales que lo rodean. Los babuinos oliváceos, por ejemplo, duermen menos a medida que aumenta el tamaño del grupo, mientras que los ratones pueden llegar a sincronizar sus ciclos de movimientos oculares rápidos (MOR).
En la sociedad occidental, aunque hay algunas variaciones culturales y relacionadas con la edad, una gran mayoría de las personas duermen acompañadas.
En concreto, el colecho cuidador-lactante es bastante frecuente. Y no solo en los países occidentales: alcanza tasas de hasta el 60-100 % en partes de Sudamérica, Asia y África.
Calientes y seguros
A pesar de su prevalencia, el colecho es controvertido. Algunas perspectivas occidentales, que valoran la autosuficiencia, sostienen que dormir solo favorece el autocalmado cuando el bebé se despierta por la noche. Pero los científicos evolucionistas sostienen que el colecho ha sido importante para mantener a los bebés calientes y seguros a lo largo de toda la existencia humana.
Muchas culturas no esperan que los bebés se calmen solos cuando se despiertan por la noche y consideran que los despertares nocturnos forman parte normal de la lactancia y el desarrollo.
La preocupación por el síndrome de muerte súbita del lactante (SIDS) ha llevado a menudo a los pediatras a desaconsejar el colecho. Sin embargo, cuando los estudios controlan otros factores de riesgo de SIDS, incluidas las superficies inseguras para dormir, el riesgo no parece diferir estadísticamente entre los bebés que duermen solos y los que duermen con sus padres.
Esta puede ser una de las razones por las que organismos como la Academia Americana de Pediatría y el NHS recomiendan que los bebés “duerman en la habitación de los padres, cerca de la cama de los padres, pero en una superficie separada”. O, si se comparte la cama, asegurarse de que el bebé “duerma en un colchón firme y plano” sin almohadas ni edredones, en lugar de desaconsejar por completo el colecho.
Los investigadores aún no saben si el colecho provoca diferencias en el sueño o si se produce a causa de estas diferencias. Sin embargo, algunos experimentos realizados en los años noventa sugieren que el colecho puede fomentar la lactancia materna de forma más sostenida y frecuente.
Mediante el uso de sensores para medir la actividad cerebral, esta investigación también sugirió que el sueño de los bebés y los cuidadores puede ser más ligero durante el colecho. Sin embargo, los investigadores especularon con la posibilidad de que este sueño más ligero pudiera ayudar a proteger a los bebés al proporcionarles más oportunidades para despertarse del sueño y desarrollar un mejor control de su sistema respiratorio.
Otros defensores creen que el colecho beneficia la salud emocional y mental de los bebés al fomentar el vínculo entre padres e hijos y ayudar a los bebés a regular las hormonas del estrés. Sin embargo, los datos actuales no son concluyentes, y la mayoría de los estudios muestran resultados contradictorios o ninguna diferencia entre los que duermen juntos y los que lo hacen solos en lo que respecta a la salud mental a corto y largo plazo.
El colecho en la infancia
El colecho en la infancia también es bastante común, según encuestas mundiales. Una encuesta de 2010 realizada a más de 7 000 familias del Reino Unido reveló que el 6 % de los niños compartían constantemente la cama hasta al menos los cuatro años de edad.
Algunas familias adoptan el colecho en respuesta a que su hijo tiene problemas para dormir. Pero en muchos países, incluidos algunos occidentales como Suecia, donde los niños suelen dormir con sus padres hasta la edad escolar, se considera culturalmente que compartir la cama forma parte de un entorno enriquecedor.
También es habitual que los hermanos compartan habitación o incluso cama. Un estudio estadounidense de 2021 descubrió que más del 36 % de los niños pequeños de entre tres y cinco años compartían cama de alguna forma durante la noche, ya fuera con cuidadores, hermanos, mascotas o alguna combinación. El colecho disminuye, pero sigue estando presente entre los niños mayores, con hasta un 13,8 % de padres colecho en Australia, el Reino Unido y otros países en la etapa entre 5 y 12 años.
Dos estudios recientes realizados en EE. UU. en los que se utilizaron sensores de movimiento en la muñeca para registrar el sueño indicaron que los niños que comparten la cama pueden tener duraciones de sueño más cortas que los niños que duermen solos. Pero esta menor duración del sueño no se explica por una mayor perturbación durante el sueño sino que, probablemente, se debe a que los niños que comparten la cama pierdan horas de sueño acostándose más tarde que los que duermen solos.
Los beneficios y los inconvenientes del colecho también pueden diferir en niños con afecciones como trastorno del espectro autista, trastornos de salud mental y enfermedades crónicas. Estos menores pueden experimentar una mayor ansiedad, sensibilidades sensoriales y malestar físico que dificultan conciliar el sueño y permanecer dormidos. Para ellos, el colecho puede proporcionar tranquilidad.
Adultos que comparten cama
Según una encuesta de 2018 de la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos, el 80-89 % de los adultos que viven en pareja comparten cama.
Muchas parejas descubren que compartir la cama aumenta su sensación de cercanía. Las investigaciones demuestran que compartir la cama con la pareja puede aumentar las horas de sueño y generar la sensación de dormir mejor en general.
Las parejas que comparten la cama también suelen sincronizarse con las etapas del sueño del otro, lo que puede aumentar esa sensación de intimidad.
Sin embargo, no todo es de color de rosa. Algunos estudios indican que las mujeres en relaciones heterosexuales pueden tener más problemas con la calidad del sueño cuando comparten la cama, ya que pueden ser más fácilmente perturbadas por los movimientos de su pareja masculina. Además, las personas que comparten cama pueden tener menos sueño profundo que cuando duermen solas.
Muchas preguntas sobre el colecho siguen sin respuesta. Por ejemplo, no conocemos del todo los efectos del colecho en el desarrollo de los niños, ni los beneficios del colecho para los adultos más allá de las parejas románticas hombre-mujer. Sin embargo, algunos estudios sugieren que el colecho puede reconfortarnos, de forma similar a otras formas de contacto social, y ayudar a mejorar la sincronía física entre padres e hijos.
En cualquier caso, el colecho no tiene una respuesta única. Para decidir si lo adopta o no, no se deje llevar por lo que hace la mayoría: tengan en cuenta factores como los trastornos del sueño, la salud y la edad.
Gina Mason recibe financiación de la Fundación de la Academia Americana de Medicina del Sueño (subvención nº 334-BS-24). Las opiniones aquí expresadas son suyas y no representan las opiniones oficiales de la Academia ni de ninguna otra organización profesional a la que esté afiliada.
Goffredina Spanò no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.