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Tres tipos de macho rufo. Crédito: Susan McRae / Simon Fraser University |
Un innovador estudio internacional ha revelado cómo un único gen regula los niveles de testosterona en los arruís, una inusual especie de ave costera con tres tipos de macho sorprendentemente diferentes. Los investigadores, entre los que se encuentra un equipo de la Universidad Simon Fraser (SFU), han descubierto que este gen produce una potente enzima (HSD17B2) que desempeña un papel clave en la configuración de los comportamientos y apariencias únicos de estas aves.
Los alcaravanes son famosos por su «loca» diversidad entre los machos, que se presentan en tres morfos distintos. Estos morfos -cada uno con un plumaje, comportamiento y tácticas de apareamiento únicos- han intrigado a los científicos durante décadas.
El estudio, que aparece en la portada de Science, destaca cómo la enzima HSD17B2 descompone eficazmente la testosterona, la hormona típicamente vinculada a la agresividad y la dominancia en los machos. Esta regulación precisa permite a cada morfo desarrollar su propia estrategia especializada para el éxito reproductivo.
«Los ruffs son extraordinarios, con machos de aspecto y comportamiento tan diferentes entre sí», afirma David Lank, biólogo de la SFU que lleva 40 años estudiando estas aves. «Esta investigación arroja luz sobre los mecanismos genéticos y fisiológicos que impulsan tal diversidad».
Conozca a los tres machos
Independientes: Estos machos son más grandes, lucen un plumaje de cría oscuro y espectacular y defienden ferozmente sus territorios para atraer a las hembras.
Satélites: Más pequeños y de color más claro, los satélites evitan la confrontación directa y en su lugar forman alianzas con los independientes, exhibiéndose conjuntamente para impresionar a las hembras. A pesar de sus alianzas, siguen compitiendo para aparearse.
Faeders: Los más sigilosos de los tres, se parecen a las hembras tanto en tamaño como en apariencia, lo que les permite entrar sigilosamente en las zonas de apareamiento y aparearse sin ser detectados.
Para los satélites y los faeders, la agresión impulsada por la testosterona es innecesaria e incluso contraproducente. Aquí es donde entra en juego la enzima HSD17B2, que reduce drásticamente los niveles de testosterona en estos morfos y favorece sus estrategias reproductivas alternativas.
La investigación identificó el gen responsable de la producción de HSD17B2, una «superenzima» que convierte eficazmente la testosterona en androstenediona, una hormona menos activa. Sorprendentemente, este proceso afecta a todo el organismo excepto a los testículos, donde la testosterona sigue siendo necesaria para producir esperma competitivo.
«Los rufianes son únicos en su composición genética, pero los mecanismos hormonales que hemos descubierto son relevantes para todos los vertebrados, incluidos los humanos», afirma Lank.
Este descubrimiento tiene implicaciones potenciales más allá del mundo aviar. El estudio sugiere que la forma mejorada de HSD17B2 podría llegar a adaptarse con fines médicos. Por ejemplo, podría ofrecer una nueva forma de tratar afecciones relacionadas con niveles excesivos de testosterona en humanos, aunque se necesita más investigación para explorar esta posibilidad.
La investigación fue dirigida por el Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica de Alemania, en colaboración con equipos de la SFU, la FU de Berlín, la Universidad de Viena y el Helmholtz de Múnich.