Por qué cada brazo de un pulpo se mueve con mente propia

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Pulpo bimaculoides. Crédito: Cassady Olson
Pulpo bimaculoides. Crédito: Cassady Olson

Los brazos de los pulpos son una maravilla de la naturaleza, con una destreza y flexibilidad increíbles que les permiten doblarse, retorcerse y contorsionarse con una libertad aparentemente ilimitada. Estos ágiles movimientos permiten a los pulpos navegar por su entorno, manipular objetos y capturar presas con notable precisión.

Recientes investigaciones han descubierto un fascinante secreto tras esta flexibilidad: la arquitectura segmentada de su sistema nervioso.

Esta segmentación parece ser una adaptación evolutiva única en cefalópodos de cuerpo blando como los pulpos.

Los brazos de los pulpos albergan un sistema nervioso excepcionalmente complejo, que contiene más neuronas en conjunto en sus ocho extremidades que en su cerebro central.

Esta extensa red neuronal se concentra en una estructura conocida como cordón nervioso axial (CNA), que recorre la longitud de cada brazo. El CNA está segmentado, y cada segmento está alineado con una de las ventosas del brazo. Estos segmentos funcionan como centros de control local, con nervios que se ramifican hacia los músculos circundantes y las estructuras sensoriales asociadas a cada ventosa.

El diseño segmentado de la CNA permite a los pulpos gestionar el movimiento y las funciones sensoriales de cada ventosa de forma independiente, lo que permite un control preciso de sus brazos. Esta arquitectura neural sustenta la capacidad del pulpo para explorar, manipular e interactuar con su entorno con una destreza inigualable.

Las estudiantes de postgrado Cassady Olson y Grace Schulz hicieron este descubrimiento mientras estudiaban el pulpo de dos manchas de California (Octopus bimaculoides). Utilizando técnicas avanzadas de obtención de imágenes, observaron que la CNA está compuesta por columnas de cuerpos celulares neuronales separados por espacios o septos. Estos septos permiten las conexiones entre nervios, vasos sanguíneos, músculos y ventosas.


El estudio reveló que los brazos de los pulpos poseen un «mapa de ventosas» dentro de su sistema nervioso, un esquema que controla meticulosamente cada ventosa. Este mapa organiza los nervios para coordinar el movimiento y la entrada sensorial de cada ventosa. Cada ventosa puede moverse independientemente, cambiando su forma y funcionando como una herramienta sensorial.

Cuando un pulpo toca un objeto, puede «saborear» y «oler» a través de los receptores de las ventosas, combinando así las funciones de la mano, la lengua y la nariz.

Este diseño especializado del sistema nervioso permite a los pulpos realizar tareas complejas, como manipular objetos, explorar su entorno y capturar presas con extraordinaria precisión.

Los investigadores también examinaron el calamar de aleta larga (Doryteuthis pealeii) para comparar su sistema nervioso con el de los pulpos. Aunque tanto los calamares como los pulpos comparten algunas similitudes estructurales, el estudio puso de relieve diferencias clave que reflejan sus distintas trayectorias evolutivas.

En los calamares, los tallos alargados de sus tentáculos -utilizados para capturar presas- carecen de estructuras nerviosas segmentadas. Sin embargo, los garrotes equipados con ventosas al final de estos tentáculos sí presentan segmentación en su CNA, similar a los brazos de los pulpos.

Esto sugiere que la segmentación del sistema nervioso está específicamente adaptada para controlar movimientos precisos y diestros en apéndices equipados con ventosas.

Los estilos de vida de estos animales explican las diferencias. Los calamares cazan principalmente en aguas abiertas, dependiendo en gran medida de la visión para localizar a sus presas y utilizando tentáculos aerodinámicos para capturarlas. En cambio, los pulpos exploran el fondo oceánico y utilizan sus sensibles brazos para tocar, saborear y manipular su entorno.

Estas diferencias ponen de relieve cómo la evolución adapta los diseños neuronales para satisfacer las demandas únicas del hábitat y las estrategias de caza de un animal.

Cada uno de los ocho brazos del pulpo funciona casi como un cerebro independiente, repleto de neuronas que permiten realizar tareas complejas de forma autónoma. Esto permite a un pulpo explorar una grieta con un brazo mientras otro desenrosca un tarro o juega con un juguete.

Sus brazos son increíblemente flexibles y fuertes, cubiertos de ventosas que pueden probar, tocar y agarrar objetos con una precisión asombrosa.

Esta inteligencia de los brazos contribuye a la destreza del pulpo como cazador y escapista, así como a su capacidad para resolver problemas e interactuar con su entorno. Los pulpos pueden manipular objetos, abrir recipientes y escapar de lugares estrechos, demostrando su capacidad para resolver problemas y su adaptabilidad.

Además, su capacidad para coordinar sus brazos a la perfección les permite camuflarse cambiando de color y textura, mimetizándose perfectamente con su entorno para eludir a los depredadores.

La CNA segmentada de pulpos y calamares pone de relieve cómo la evolución optimiza los diseños neuronales para satisfacer demandas específicas.

A pesar de divergir hace más de 270 millones de años, estos cefalópodos desarrollaron arquitecturas neuronales similares para controlar eficazmente sus apéndices equipados con ventosas.

Esta investigación arroja luz sobre el modo en que los pulpos logran su flexibilidad y destreza sin parangón, aportando datos sobre la intrincada relación entre estructura, función y evolución.

Fuentes, créditos y referencias:

Neuronal segmentation in cephalopod arms, Nature Communications (2025). DOI: 10.1038/s41467-024-55475-5

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