Los primeros indicios de parientes humanos en Europa se remontan a hace 500.000 años

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Imágenes seleccionadas de especímenes con marcas de corte de alta confianza del conjunto del valle del río Olteţ. Crédito: Nature Communications (2025). DOI: 10.1038/s41467-025-56154-9
Imágenes seleccionadas de especímenes con marcas de corte de alta confianza del conjunto del valle del río Olteţ. Crédito: Nature Communications (2025). DOI: 10.1038/s41467-025-56154-9

Los huesos descubiertos en el yacimiento rumano de Grăunceanu están provocando un acalorado debate en la comunidad científica, ya que sugieren que los primeros parientes humanos podrían haber llegado a Europa hace 1,95 millones de años. De confirmarse esta hipótesis, la migración de los homínidos a Europa se retrasaría cientos de miles de años. Sin embargo, las pruebas -marcas de corte en huesos de animales atribuidas al uso de herramientas de piedra- distan mucho de ser concluyentes y es probable que se sometan a un intenso escrutinio.

Los huesos en sí no pertenecen a homínidos, sino a especies de presa, cuyos restos parecen llevar marcas de carnicería. Se cree que estas marcas son el resultado de herramientas de piedra, un rasgo distintivo del comportamiento de los homínidos. Sin embargo, este hallazgo viene acompañado de importantes incertidumbres, lo que plantea interrogantes sobre si estas marcas podrían tener otras explicaciones más mundanas.

El debate sobre las primeras migraciones humanas no es nuevo. La atención se centra sobre todo en el Homo sapiens y su eventual éxodo de África, pero las migraciones anteriores de otras especies de Homo, como el Homo erectus, fueron igualmente transformadoras. Aunque se sabe que el Homo erectus llegó a regiones remotas de Asia, las pruebas de su presencia en Europa han seguido siendo escasas y controvertidas.

La prueba más antigua aceptada del género Homo en Europa procede del yacimiento de Dmanisi, en la actual Georgia, que data de hace unos 1,8 millones de años. Dmanisi ofrece un tesoro de pruebas, como huesos y dientes de homínidos, herramientas de piedra y claros signos de interacción con otras especies. Sin embargo, la clasificación de Georgia como parte de Europa es en sí misma una cuestión políticamente delicada, lo que añade otra capa de complejidad al debate. En las regiones consideradas inequívocamente europeas, las pruebas definitivas de la presencia de homínidos no aparecen hasta hace aproximadamente 1,4 millones de años. Esta laguna sugiere que barreras geográficas como el Mar Negro pueden haber frenado la expansión de los primeros humanos en el continente.

Si los hallazgos de Grăunceanu son correctos, podrían anular estas suposiciones. La datación con uranio-plomo indica que los huesos con marcas de corte tienen al menos 1,95 millones de años, es decir, son anteriores a Dmanisi. Sin embargo, la ausencia de más pruebas plantea interrogantes. Si los primeros humanos llegaron al valle rumano de Oltet hace casi 2 millones de años, ¿por qué no hay señales de su presencia durante cientos de miles de años después? Los miembros del género Homo suelen ser conocidos por su adaptabilidad y tendencia a extenderse, por lo que su falta de un legado claro en el registro fósil resulta desconcertante.

Este escepticismo no carece de precedentes. En 2017, las afirmaciones de que los homínidos estaban presentes en Norteamérica hace 130.000 años -basadas en marcas en huesos de mastodonte- se encontraron con una fuerte oposición, ya que otras explicaciones para las marcas parecían más plausibles. Es probable que los huesos de Grăunceanu se enfrenten a retos similares a medida que los científicos analicen las pruebas.

A pesar de estas incertidumbres, es innegable que Grăunceanu es un yacimiento extraordinario. Ha producido casi 5.000 especímenes fósiles de al menos 31 especies, que abarcan un periodo comprendido entre hace 2,2 y 1,3 millones de años. Un equipo dirigido por la Dra. Sabrina Curran, de la Universidad de Ohio, identificó 20 huesos con posibles marcas de corte, aunque se consideró que sólo ocho presentaban pruebas «de alta confianza» del uso de herramientas. La mayoría de las marcas se atribuyen a procesos naturales, como mordeduras de animales o pisoteo.

Resulta interesante que siete de los ocho huesos con marcas de corte de alta fiabilidad pertenezcan a artiodáctilos -animales con pezuñas como cerdos y ciervos-, lo que indica que los primeros humanos podrían haber compartido nuestro aprecio moderno por estas especies de presa. Sin embargo, el vasto lapso de tiempo representado en Grăunceanu plantea otro reto: mientras que los huesos con marcas de corte entran dentro del margen de error de datación para 1,95 millones de años, no hay pruebas de una presencia continua de homínidos en el yacimiento más allá de hace 1,8 millones de años.

Esta laguna es significativa. En comparación, los yacimientos europeos más jóvenes, datados hace entre 1,5 y 1,0 millones de años, muestran pruebas mucho más claras de la actividad de los homínidos, como herramientas de piedra, fósiles de homínidos bien conservados y un mayor número de huesos descuartizados. Si los homínidos ocuparon brevemente Grăunceanu hace casi 2 millones de años, parece probable que su estancia fuera breve, posiblemente limitada a un periodo interglaciar cálido que hizo la región más hospitalaria.

El cercano yacimiento de Dealul Mijlociu, donde hace décadas se descubrieron herramientas de piedra, respalda la idea de la presencia de los primeros homínidos en la zona. Sin embargo, la datación de estas herramientas sigue siendo muy discutida, lo que añade otra capa de incertidumbre.

Los hallazgos de Grăunceanu, aunque intrigantes, ponen de relieve los retos que plantea la reconstrucción de la historia humana antigua. Si se confirman, podrían modificar nuestra comprensión de las primeras migraciones de homínidos a Europa. Por ahora, sin embargo, las pruebas siguen siendo una pieza tentadora pero no resuelta del rompecabezas.

Fuentes, créditos y referencias:

Sabrina C. Curran et al, Hominin presence in Eurasia by at least 1.95 million years ago, Nature Communications (2025). DOI: 10.1038/s41467-025-56154-9

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