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En realidad, las peleas no son tan estresantes como otros aspectos de la vida de los machos alfa. Crédito: Deposit Photos |
Cuando pensamos en la dominación, a menudo nos imaginamos a la figura del «alfa», ya sea un león gobernando la sabana, un director ejecutivo dirigiendo una sala de juntas o un lobo al frente de la manada. Estos líderes irradian poder, imponen respeto y disfrutan de acceso exclusivo a los recursos. Pero, ¿y si estar en la cima tuviera un coste inesperado? Para los babuinos machos alfa, el precio de la dominación es muy alto y se paga con estrés.
Convertirse en un babuino macho alfa no es poca cosa. Requiere fuerza, estrategia y una determinación implacable. Sin embargo, el verdadero reto no es llegar a la cima, sino mantenerse en ella.
Los machos alfa se defienden constantemente de los posibles rivales para mantener su estatus. Pero, sorprendentemente, su mayor fuente de estrés no es la competencia de otros machos, sino las hembras.
Para asegurar su legado genético, los machos alfa deben vigilar a las hembras fértiles las veinticuatro horas del día, siguiendo todos sus movimientos para evitar que los machos rivales se apareen con ellas. Esta vigilancia obsesiva deja poco tiempo para descansar, comer o socializar. Con el tiempo, el esfuerzo les pasa factura, agotando sus reservas físicas y mentales.
«Esencialmente, están reclamando su territorio», explica la profesora Susan Alberts, de la Universidad de Duke, “impidiendo que otros machos accedan a él”.
Los babuinos salvajes del Parque Nacional Amboseli de Kenia han sido objeto de décadas de investigación en el marco del Proyecto de Investigación sobre el Babuino de Amboseli. Desde 1971, los científicos han observado y documentado la vida de estos animales, ofreciendo una visión sin precedentes de sus comportamientos sociales.
En 2011, un estudio dirigido por Laurence Gesquiere, de la Universidad de Duke, reveló que los machos alfa experimentan niveles significativamente elevados de glucocorticoides, hormonas asociadas al estrés y a la respuesta de «lucha o huida».
Esta respuesta hormonal, que los humanos experimentan en momentos de gran presión -ya sea llegar tarde a una reunión o afrontar un reto difícil-, parece ser un estado casi constante en los babuinos alfa.
Basándose en esta investigación anterior, un nuevo estudio ha analizado 14 años de datos sobre el comportamiento de 204 babuinos machos y ha medido los niveles de hormonas del estrés con muestras tomadas en la naturaleza.
Los resultados fueron reveladores. Los machos alfa tenían unos niveles de glucocorticoides un 6% superiores a los de sus congéneres de menor rango. Sin embargo, el origen de este estrés fue sorprendente.
Los investigadores esperaban que el estrés se debiera a las constantes peleas con los rivales. En cambio, descubrieron que los niveles de estrés aumentaban cuando los machos alfa pasaban largos periodos protegiendo a las hembras.
Además, sus niveles de hormona tiroidea descendían, lo que indicaba que quemaban más calorías de las que consumían. Resulta que el papel de alfa no sólo es agotador mentalmente, sino también físicamente.
«Ser alfa tiene consecuencias energéticas», señala Gesquiere. A diferencia de los machos subordinados, que pueden dedicar tiempo a alimentarse y relajarse, los machos alfa están perpetuamente al límite, incluso durante la comida.
«Se les interrumpe constantemente», explica Alberts. «Pueden empezar a comer, pero si la hembra se mueve, tienen que abandonar su comida y seguirla».
El estrés de mantener el estatus de alfa deja secuelas duraderas. Investigaciones anteriores sobre los babuinos de Amboseli han demostrado que los machos de mayor rango envejecen más rápido y tienen una esperanza de vida más corta que sus subordinados.
Los cambios químicos en su ADN sugieren que el estrés prolongado acelera el envejecimiento y debilita el organismo. Una vez que un macho alfa pierde su rango, recuperarse de años de tensión física y emocional puede ser difícil, si no imposible.
Aunque los humanos y los babuinos viven en sociedades muy diferentes, existen paralelismos sorprendentes. Los babuinos alfa operan en una jerarquía rígida, pero las personas a menudo desempeñan múltiples roles sociales: un empleado en el trabajo puede ser también un líder en su comunidad o familia.
El estudio subraya un aspecto importante: el liderazgo, tanto en babuinos como en humanos, conlleva sacrificios. La presión constante por mantener el poder y cumplir las expectativas puede afectar a la salud y el bienestar.
Para los babuinos alfa, el coste de la dominación es inequívoco: el estrés del liderazgo agota sus cuerpos y acorta sus vidas. Para los humanos, sirve de recordatorio para equilibrar la ambición con el autocuidado, ya que incluso los líderes más fuertes necesitan tiempo para descansar y recargar las pilas.