El reto de la “comida del miedo” en TikTok: una idea bienintencionada que plantea serios riesgos

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Los retos en TikTok han demostrado tener el potencial de inspirar, educar y unir comunidades. Sin embargo, también pueden ser una fuente de riesgos y tendencias virales peligrosas.

Es el caso de desafíos como subirse a pilas altas de cajas de leche (Milk Crate Challenge), la ingesta masiva de miel congelada (Frozen Honey Challenge) o el letal reto de la autoasfixia (Blackout Challenge), que causó la muerte de más de 20 jóvenes en dos meses en EE. UU.

También los hay que atañen a temas sensibles como los trastornos alimentarios. Debemos tener en cuenta que el 25% de los usuarios de esta red social, solo en EE. UU., tienen entre 10 y 19 años.

¡Fuera miedos!

Uno de estos fenómenos virales es el Fear Food Challenge (desafío de la comida del miedo). Consiste en que personas en recuperación de trastornos alimentarios se enfrentan a alimentos que les generan ansiedad o miedo.

Estos fear foods suelen ser opciones calóricas, como hamburguesas o dulces, que seleccionan al azar de un frasco con nombres de dichos alimentos. El objetivo es superar el rechazo visceral comiéndolos frente a la cámara y compartiendo la experiencia en TikTok.

Aunque esta tendencia puede reportar beneficios en algunos casos, también plantea serios riesgos, tanto para los creadores de contenido como para los espectadores.

Riesgos y beneficios de este desafío

En contextos clínicos, exponerse a alimentos temidos es una técnica común en el tratamiento de los trastornos alimentarios, usualmente guiada por un terapeuta profesional. Sin embargo, en TikTok, este ejercicio se ha convertido en un desafío público, carente de la supervisión adecuada y con resultados impredecibles.

Aunque el hashtag #fearfoodchallenge acumule más de 18 400 publicaciones y más de 500 millones de visualizaciones, la falta de contexto terapéutico puede llevar a malentendidos.

Es verdad que la idea del desafío podría ayudar, teóricamente, a algunos usuarios. Según Jason Nagata, especialista en medicina adolescente, estos vídeos pueden normalizar las experiencias de recuperación, ayudando a las personas afectadas a sentirse menos solas. Además, la comunidad de apoyo en los comentarios es una fuente potencial de aliento y solidaridad.

No obstante, los riesgos son significativos. Los creadores pueden exponerse a comentarios crueles o desinformados, mientras que existe el peligro de que los espectadores desarrollen comparaciones negativas que agraven sus propios síntomas.

Además, es posible que el algoritmo de TikTok amplifique contenido dañino de forma no intencionada, priorizando las interacciones sobre el bienestar de las personas. Según un estudio del grupo de investigación de Scott Griffiths, de la Universidad de Melbourne (Australia), los usuarios con trastornos alimentarios reciben un 335 % más de vídeos sobre dietas y un 4 343 % más de contenido tóxico que la media, perpetuando síntomas e impidiendo su recuperación.

El bienestar de los usuarios es lo primero

El Fear Food Challenge de TikTok pone de manifiesto tanto el potencial de las redes sociales como sus peligros inherentes. Mientras que puede ser una herramienta poderosa para generar conciencia, también es esencial abordar este tipo de retos con cautela, comprendiendo los riesgos y priorizando siempre el bienestar de los involucrados.

En el apartado de recomendaciones, el grupo de Griffiths sugiere que TikTok debería implementar mejores prácticas de moderación de contenido, limitar la exposición a vídeos dañinos y ofrecer recursos de ayuda dentro de la plataforma.

Pero, sobre todo, el punto clave es la búsqueda de apoyo profesional sanitario. La guía de terapeutas, psicólogos, nutricionistas y comunidades especializadas puede marcar una gran diferencia, asegurando que el proceso de hacer frente a alimentos temidos sea saludable y beneficioso a largo plazo.

The Conversation

José Miguel Soriano del Castillo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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