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También los animales no humanos tienen urinarios públicos, donde se reúnen no solo para hacer sus necesidades, sino para comunicarse y hacer amigos. De hecho, se conocen como “letrinas” los lugares donde la mayoría de los mamíferos defecan y orinan de manera repetida y compartida con otros individuos del grupo.
Su función social queda plasmada en un estudio que se publica hoy en Current Biology, donde un equipo de la Universidad de Kyoto (Japón) confirma por primera vez el comportamiento “contagioso” de orinar, como si se tratase de un bostezo, en chimpancés, nuestros parientes más cercanos.
Con anterioridad, algunas especies de primates, como los monos aulladores (Alouatta), habían sido estudiadas por el uso de letrinas y el comportamiento “contagioso” de defecar, lo que parece estar relacionado con la distribución de los nutrientes y pequeñas semillas en el bosque tropical.
Otras especies, como los monos araña (Ateles), presentan conductas similares. Se ha registrado el “contagio” en la defecación, especialmente en dormideros, lo que tiene una especial relevancia en la distribución de las semillas y se convierte en un rol clave de estas especies para el mantenimiento del bosque tropical.
Pero las funciones de esas letrinas son muchas y variadas. Entre ellas, destacan la defensa del territorio, con un aumento de visitas en las noches en las que aparecen intrusos, o una importante función social, para facilitar la comunicación, al ser usadas en las áreas centrales de los territorios por los miembros del grupo, incluso cuando se trata de primates solitarios.
Ir al servicio para socializar
La función social de las letrinas ha sido estudiada desde diferentes enfoques, y aunque muchos se centran en el papel de las heces como elementos potenciales de la dispersión de las semillas, otros resaltan que la verdadera relevancia de estos espacios es la orina.
Un dato clave que aportan los autores del artículo publicado hoy, que no había sido antes descrito, es que este comportamiento parece estar ligado, además, al estatus social. A pesar de que los chimpancés no son animales solitarios y viven en grupo, tienen un sistema social fusión-fisión, como ha sido descrito en humanos, en el que los individuos se separan temporalmente en subgrupos más pequeños y vuelven a juntarse. Esto se produce principalmente en relación de la distribución de los recursos (variables ecológicas) y de los costes de la organización social (la vida en grupo).
Así, el comportamiento de orinar de manera sincrónica podría facilitar la comunicación en un sistema social como éste, y así ha sido reportado en otras especies más solitarias. En este caso, individuos subordinados fueron más propensos a orinar cuando otros individuos realizaban esta conducta, lo cual señala una posible forma de comunicación relacionada con su jerarquía social, señalan los autores.
El pis, un mar de información
Sabemos que la orina transporta mucha información que es utilizada por los individuos de los grupos para diferentes funciones, como el estado reproductivo o el grado de testosterona. Incluso, podemos medir cómo influyen los comportamientos sociales, a través de la oxitocina que encontramos en la orina.
Ahora, gracias a estudios como el de la universidad japonesa, también sabemos que el comportamiento de orinar juntos, en sincronía, tiene un significado social importante para nuestros parientes cercanos, cuya repercusión en la estructura del grupo puede ser una estrategia social para los diferentes individuos que lo integran.
¿Será igual para los seres humanos? ¿Han notado que el comportamiento de orinar puede ser también contagioso en personas? Como nos indican los autores, todavía nos queda mucho por estudiar sobre este particular, pero parece que debemos fijarnos también en los pequeños detalles para aprender más sobre nuestra propia evolución.
Aunque no lo crean, muchos estudios de neurobiología analizan los mecanismos subyacentes a la micción voluntaria humana, y algunos hasta exploran el papel de los baños públicos masculinos como sitios culturales, donde, además, se puede relacionar esta práctica con la expresión de la masculinidad.
Sara Alvarez Solas no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.