Móviles, ordenadores, coches y otras cajas negras en nuestras vidas

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¿Qué hacemos cuando el teléfono móvil se estropea y deja de funcionar? ¿Somos capaces de arreglarlo? De no ser expertos en la materia, es evidente que no resulta nada fácil. Y no se trata solo de nuestra falta de habilidad, sino que existen intereses ocultos al respecto.

La sensación de incapacidad para resolver los problemas relacionados con la tecnología está estrechamente ligada a una estrategia de mercado. ¿Somos ignorantes o más bien interesa que lo seamos? Seguramente, podemos añadir al teléfono móvil una larga lista de objetos que no sabemos reparar. El microondas, el aspirador, los auriculares…

El concepto “caja negra” está muy presente en la actualidad. No se reduce a la famosa caja negra de los aviones que, según el filósofo Peter Sloterdijk, buscamos “después de una catástrofe aérea como si fuese la única alma superviviente capaz de proporcionar información sobre las causas del siniestro”.

El término aparece en la década de los años cuarenta del siglo pasado, procedente (como internet) del ámbito militar, donde adquiere el significado de “oculto”, “opaco”.

Oscuro secreto comercial

Es evidente que el funcionamiento interno de los dispositivos tecnológicos que usamos no es evidente, sino que está envuelto en el más celoso secreto comercial. Pensemos, por ejemplo, en las agudas estrategias de las marcas para lanzar sus novedades y evitar que otros copien sus fórmulas. En este sentido, hablando de fórmulas secretas, también podríamos catalogar la Coca-Cola como caja negra.

Comprobamos que hoy en día el concepto es muy amplio: caja negra no es solo, por ejemplo, un ordenador portátil en tanto componente físico (hardware) sino también un programa, aplicación o el propio sistema operativo (software).

Pero vayamos más allá. Según el filósofo y sociólogo Bruno Latour, la proliferación creciente de cajas negras conlleva una cajanegrización del mundo. ¿Qué implicaciones tiene en nuestras vidas cotidianas? ¿A quién le interesa que no sepamos arreglar las cajas negras? ¿Por qué no incluyen, junto con el libro de instrucciones, otro folleto que contenga posibles fallos del sistema con sus consiguientes reparaciones?

Pobreza modernizada

En cuanto a las causas de la cajanegrización del mundo, resulta fundamental el interés económico por parte de las marcas, que se basa en el hecho de que sigamos consumiendo sus productos.

Sobre las consecuencias, podemos destacar el concepto que planteó el filósofo Iván Illich de pobreza modernizada. Este tipo de pobreza es muy diferente a la que refiere a la capacidad económica. Habla más bien de dependencia e impotencia: somos pobres porque dependemos diariamente de estos objetos tecnológicos y, asimismo, esta dependencia nos convierte en impotentes.

En otras palabras, si se nos estropea el teléfono móvil, del que dependemos, no podemos hacer (casi) nada: ¿cómo nos comunicamos a distancia? ¿Con palomas mensajeras? ¿Con señales de humo? Es una dependencia que acarrea impotencia.

Ahora bien, ¿es posible luchar contra esta pobreza modernizada que nos convierte en meros autómatas? ¿Qué hacer para sobrevivir si nos fallan las cajas negras? Sin duda, en primer lugar –es obvio–, aprender a repararlas, porque entonces dejan de ser cajas negras. De esa forma, de paso, podríamos luchar contra la obsolescencia programada.

Sin embargo, insistimos en que ello no es fácil, pues el arreglo requiere de unos conocimientos técnicos que suelen ser muy complejos.

Actuar diferente

En líneas generales, existen dos grandes vías para afrontar este problema. Por un lado, una radical que rechaza por completo las máquinas y la tecnología, a las que acusa de ser una de las principales causas de nuestra alienación.

Por otro lado, la alternativa que sí acepta el uso de la tecnología, pero no de forma obediente. Aquí encontramos, por ejemplo, la cultura hacker, que trata de evitar la hegemonía de las grandes empresas, optando por formas de participación más democráticas y sistemas de acceso libre, como el conocido caso de Linux.

Otras propuestas, como las que plantea Jussi Parikka, profesor de Cultura y Estética Tecnológica en la Universidad de Southampton, proponen cortocircuitar las cajas negras para transformarlas en objetos diferentes. Así, podríamos apropiarnos de ellas de otro modo, distinto de aquel para el que estaban programadas.

Si se estropean, no las desechamos sino que las usamos de otra forma, y esta vez de acuerdo con nuestros intereses concretos y no sometidos al dictado de su diseño. En definitiva, en lugar de seguir al pie de la letra el libro de instrucciones, crear otras funciones aunando así tecnología con arte poético.

The Conversation

Luis Ángel Campillos Morón no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.



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