Cinco años después, ¿estamos mejor preparados para una pandemia?

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El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró la covid-19 como una pandemia. Según datos oficiales ha habido más de 770 millones de casos y más de 7 millones de fallecimientos en 231 países. En España hubo más de 120 000 muertos. Otros informes calculan que el número de fallecimientos a nivel global fue muy superior, incluso más del doble.

No podemos descartar que un nuevo patógeno cause otra crisis sanitaria mundial. No sabemos quién será el causante ni cuándo ocurrirá, pero nadie duda de que habrá otra pandemia. Al fin y al cabo, la historia de la humanidad es una historia de pandemias.

Cinco años después de aquel 11 de marzo de 2020, muchos nos preguntamos si estamos mejor preparados para una nueva amenaza. La respuesta es clara: depende, algunos sí y otros no.

Qué hemos aprendido

La pandemia de covid-19 provocó una colaboración público-privada sin precedentes. Jamás se había invertido tanto dinero y esfuerzo de forma conjunta para desarrollar vacunas. La rapidez con la que se diseñaron las inmunizaciones de ARN fue un ejemplo de que la ciencia funciona y de que si ponemos los medios adecuados se puede hacer en un tiempo récord. La agilidad de los trámites burocráticos y de las distintas evaluaciones debería ser un ejemplo para el futuro. Ojalá se actuara de la misma manera para obtener ahora una nueva vacuna contra la tuberculosis, por ejemplo.

También fue un acierto la compra y distribución coordinada y conjunta de vacunas en Europa. ¿Se imaginan ustedes lo que hubiera sido si se hubiera gestionado como se hizo con las mascarillas?

La mayoría de los centros de investigación de todo el mundo pusieron sus recursos humanos y tecnológicos a disposición para luchar contra la pandemia. Hemos aprendido a colaborar.

Actualmente, hay más de 460 000 artículos científicos sobre covid-19 o SARS-CoV-2 en la base de datos PubMed. Esto es cuatro veces más que sobre malaria, una enfermedad con la que llevamos luchando desde hace cientos de años. Sabemos más de este virus que de cualquier otro patógeno. Los estudios, además, han abordado muchos aspectos relacionados con la pandemia: económicos, sociales, jurídicos, políticos, éticos…

Por otra parte, el avance de las tecnologías de ARN ha supuesto una revolución en biomedicina, no solo para el desarrollo de nuevas vacunas y formulaciones, sino incluso para el tratamiento del cáncer.

Solo hay una salud

Aunque la estrategia One Health o Una Salud no es algo nuevo, la pandemia la ha impulsado y revalorizado. Se trata de entender la relación que existe entre la salud humana, la salud animal y la salud del planeta. Más del 75 % de los nuevos patógenos que nos afectan provienen de los animales, y ese flujo de microorganismo se ve incrementado por factores ambientales, climáticos y ecológicos.

Si queremos protegernos de futuras amenazas debemos vigilar qué ocurre en el mundo animal y cómo influye el medio ambiente. Para eso es fundamental la vigilancia y la cooperación entre distintos sectores: sanitario, veterinario y ambiental.

Dos ejemplos ilustran que, en parte, estamos aprendiendo la lección: el control de la epidemia de Mpox (viruela del mono) en 2022, que afectó a 130 países, y la vigilancia que se está haciendo actualmente del virus de la gripe H5N1 en el mundo animal.

En qué no hemos mejorado: la tarea pendiente

En septiembre de 2020, Juan Ignacio Pérez Iglesias y un servidor nos preguntábamos cómo habíamos llegado a esa situación: España lideraba entonces el número de infectados y muertes en proporción a su población, y estábamos inmersos en la segunda ola de la pandemia. Ya entonces apuntábamos algunas razones de aquel desastre. Desgraciadamente, cinco años después seguimos sin mejorar en algunos aspectos.

La debilidad del sistema sanitario público en España sigue siendo muy preocupante. La pandemia puso de manifiesto la necesidad de personal, de reforzar la atención primaria, de reducir las listas de espera, de mejorar los servicios de pediatría y geriatría… aspectos en los que no parece que hayamos avanzado mucho.

Aunque las residencias de ancianos no son centros sanitarios, sigue pendiente en la mayoría de las comunidades autónomas reforzar su atención y cuidado sanitario (son la población más vulnerable y cada vez más numerosa). Además, España es de los pocos países europeos donde todavía no existe la especialidad de Enfermedades Infecciosas.

Hay que apostar por la ciencia

La ciencia acortó los tiempos y la intensidad de la pandemia. Aunque ha habido tímidos avances, una apuesta sincera y decidida por la ciencia sigue siendo una tarea pendiente: mejorar la carrera investigadora, reducir las tareas burocráticas y aumentar la financiación público-privada.

Por razones que no vienen al caso, ahora se está planteando un incremento del gasto militar de hasta un 3 % del PIB (¡algunos hablan incluso del 5 %!). Recordar que un simple virus puede llegar a ser más peligroso que el dictador más sanguinario ojalá ayude a plantear también un incremento similar en ciencia y tecnología.

La pandemia se utilizó como arma arrojadiza en el enfrentamiento político. La crispación que alimenta la polarización ha ido en aumento en estos años. La falta de liderazgo a nivel internacional es abrumadora. De hecho, la situación política global es mucho peor que antes de la pandemia: guerras, aranceles, falta de cooperación internacional, levantamiento de muros…

Por ejemplo, aunque quizá sea necesario reformar la Organización Mundial de la Salud, la solución no puede ser que algunos países abandonen la única institución mundial sobre temas de salud.

Y lo mismo se puede decir a nivel nacional: la falta de liderazgo, la crispación política, los extremismos, la falta de unidad y consenso, la imposibilidad de amplios acuerdos o pactos de Estado impiden una respuesta rápida y contundente ante una posible crisis. Lo hemos visto en la dana de Valencia.

Oleada de negacionismo

Esta polarización política (no hay grises, todo es blanco o negro) es también la que ha impulsado una absurda oleada de negacionismo. La ciudadanía se alinea con los suyos y renuncia a evaluar de forma crítica los hechos. Vemos con estupor y asombro cómo el terraplanismo se pone de moda, los movimientos contrarios a las vacunas son cada vez más numerosos y la pandemia de desinformación (la infodemia) no solo no ha terminado, sino que parece que va en aumento. Mejorar la manera en la que se informa y comunica la ciencia a la ciudadanía sigue siendo una prioridad.

Además, la pandemia de covid-19 no afectó por igual a los distintos grupos sociales. Las personas en situación más desfavorecida sufrieron las mayores consecuencias en términos de salud, sociales y económicos. Sigue siendo necesario un esfuerzo para reducir esas desigualdades que suponen un riesgo para la salud.

No, no estamos mejor preparados para una pandemia. La salud ya no es individual, es global. Los virus no conocen fronteras. Solo con más ciencia y más cooperación estaremos mejor preparados para próximas amenazas.

The Conversation

Ignacio López-Goñi no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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