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El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), principal organización del nacionalismo kurdo desde su fundación en 1978, es considerado una organización terrorista por Turquía, EE. UU. y la Unión Europea. Centró su actividad en la lucha por la independencia de la zona turca del Kurdistán, pero ha tenido presencia y actividad en todos los territorios habitados por kurdos en Oriente Medio.
Abdullah Öcalan, su fundador, está actualmente en prision y acaba de pedir su disolución. Öcalan estuvo influenciado por el marxismo-leninismo y su iniciativa de crear el PKK y de poner en marcha una lucha armada contra Turquía a partir de 1984 debe enmarcarse en el contexto de los conflictos proxy o guerras subsidiarias que se desarrollaban durante la Guerra Fría.
Según diversas estimaciones, esa lucha armada ha causado más de 40 000 muertes desde el inicio de los enfrentamientos y más de medio millón de personas se han visto forzadas a abandonar sus hogares.
Desde su detención en Kenia y posterior traslado a Turquía en 1999, tanto Öcalan como el PKK han experimentado cambios significativos como resultado de procesos y dinámicas de largo plazo que han afectado tanto a las formas políticas del partido como a los actores con los que operaba y los escenarios en los que lo hacía.
Colaboración de Turquía con el PKK
Esta adaptación ha supuesto desde la puesta en marcha de propuestas electorales aceptables por el régimen del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan hasta su colaboración con las fuerzas kurdas que han defendido militarmente los intereses de EE. UU. en Irak o Siria. Los tiempos de la Guerra Fría hace mucho que terminaron; los actores que nacieron en ella, pero la sobrevivieron, han tenido que transformarse para subsistir.
La caída del régimen sirio de Bashar al-Ásad a finales de 2024 ha supuesto un revulsivo que ha hecho tambalearse la arquitectura regional de Oriente Medio. También ha afectado, por supuesto, a las comunidades kurdas que se extienden por la zona.
La retirada rusa de Siria y la creación de una suerte de protectorado israelí sobre las minorías drusas de aquel país han revolucionado el escenario y han cambiado algunas de las reglas del juego a las que los actores debían atenerse hasta entonces. En este contexto, Irán también ha quedado relegado a una posición aparentemente defensiva.
La posibilidad de que en el norte de Siria pueda surgir una especie de protoestado o germen estatal que sirva de referencia para el nacionalismo kurdo preocupa en Ankara (Turquía), pero también en las filas del propio PKK.
Desde la primera década del siglo XXI, Öcalan y el PKK han ido construyendo una propuesta ideológica que, sin renunciar expresamente a la creación de un Estado kurdo independiente, plantea la conformación de estructuras autónomas dentro de los estados de la región.
La aspiración final sería que estas estructuras pudieran confederarse sin romper la unidad de los Estados preexistentes. Por supuesto, esta complicada propuesta ideológica no puede comprenderse sin recordar que el líder del PKK sigue encarcelado en condiciones de completo aislamiento.
No obstante, la posibilidad real de creación de un germen estatal kurdo al norte de Siria tras el colapso de Al-Ásad debe relacionarse con la decisión de Öcalan, anunciada el 27 de febrero, de solicitar la disolución del PKK. La última intentona a gran escala de revivir el conflicto dentro de las fronteras turcas, en 2015, fue un fracaso y obligó a una buena parte de sus combatientes a refugiarse en el ente autónomo kurdo de Irak o en las milicias kurdas que participaban en la guerra civil siria.
Turquía ha mantenido, a lo largo del conflicto civil de Siria, una posición hostil hacia el régimen de Al-Ásad, pero al mismo tiempo ha llevado a cabo constantes acciones militares contra las milicias kurdas que luchaban contra las fuerzas sirias. Estas acciones han dejado claro que no cesarán tras la caída de Al-Ásad, al tiempo que refuerzan su presencia más allá de la frontera.
En este sentido, debemos recordar que el partido islamista de Erdoğan tiene como referencia identitaria fundamental el islamismo. Frente al fuerte nacionalismo turco contra el que se fundó el PKK en la década de 1970, el Partido de la Justicia y el Desarrollo aboga por una política identitaria que desplaza la identidad nacional turca en favor de la identidad islámica.
La memoria otomana está muy presente en las propuestas políticas de Justicia y Desarrollo, tanto a nivel interno como externo. Desde la llegada al poder de Erdoğan, Turquía ha desarrollado un fuerte liderazgo regional, reivindicando también influencia directa sobre toda la orilla oriental del Mediterráneo, como se ha observado en Libia.
¿Se aplacará el nacionalismo kurdo?
En un momento de debilidad para el PKK, tanto por la presión turca como por las propias tensiones internas, podría parecer que el neootomanismo ofrece un espacio suficiente para sus reivindicaciones. Sin embargo, queda por ver si estas serán suficientes para aplacar al nacionalismo kurdo y si este es compatible con el islamismo –moderado– que se exporta desde Ankara.

Luis Velasco no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.