Cómo un libro de hace 400 años puso a un salmantino en la Luna

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Mapa lunar desplegable, en el libro _Almagestum novum_ de Grimarldi-Riccioli (1651). Imagen procedente de la BGH de la Universidad de Salamanca. J. G. Sánchez.

Al observar la Luna a través de un telescopio, es fácil distinguir sus cráteres (producidos por impactos de meteoritos), mares (formados por antiguas erupciones volcánicas cuyo color oscuro confundió a los primeros que los observaron) y valles. ¡Cómo debió sentirse Galileo Galileo cuando la contempló por primera vez con un telescopio!

Varios que le siguieron la fueron representando con más detalles. Pero fue un mapa de 1651 el que incluyó muchos de los nombres que ahora utilizamos en los elementos más destacados de su relieve. ¿Por qué el autor eligió esos nombres? Esta es la historia.

El catálogo lunar de la UAI

Las denominaciones oficiales cartográficas son establecidas por la Unión Astronómica Internacional (UAI) y se pueden encontrar en The Gazetteer of Planetary Nomenclature.

Veintidós cráteres están asociados a españoles, nueve desde el inicio del catálogo (1935). La inclusión de algunos de ellos parece clara. Alfonso X el Sabio es el nombre uno de los grandes cráteres y del monarca que impulsó la realización de las Tablas alfonsíes, que desempeñaron un papel fundamental en la astronomía entre los s. XIII y XVI. Otro es Azarquiel, para muchos, el astrónomo árabe-español más relevante de la historia. O Abbás Ibn Firnás (Ronda, Málaga, 810 – Córdoba (?), c-887), escasamente conocido en España, pero considerado la primera persona que hizo intentos con base científica de volar, 600 años antes que Leonardo da Vinci.

Me interesa especialmente Zacut, un astrónomo salmantino sobre el que participé en la organización de una exposición. Su figura es poco conocida fuera el mundo hebreo. Además, es extraño que la UAI le llame Zagut y no Zacut.

¿Qué criterios utilizó la UAI para incluir los nombres que iniciaron el catálogo lunar?

El Nuevo Almagesto, origen de los nombres

Named Lunar Formations es el documento que la UAI utilizó en 1935 para elaborar el primer catálogo de la toponimia lunar. En el caso de “Zagut”, se cita como origen a un jesuita italiano y prestigioso astrónomo, Giovanni Battista Riccioli (1598-1671), autor de una obra enciclopédica astronómica llamada Almagestum Novum.

Almagestum Novum, Vol I, publicado en 1651, contiene un mapa desplegable con una cartografía de la Luna. J. G. Sánchez.

En la Biblioteca General Histórica (BGH) de la Universidad de Salamanca, tengo la sensación de que los libros originales se comprenden mejor que sus gemelos digitales, cuando me dispongo a abrir uno de los escasos ejemplares de la primera edición, de 1651, del Almagestum Novum (Vol I).

Conocía la versión digital pero estar frente al ejemplar físico da mucho respeto. Además, los libros antiguos que se conservan en las grandes bibliotecas históricas suelen contener anotaciones manuscritas que aportan información sobre quienes los leyeron hace años. En este ejemplar no encuentro ninguna, solo un par de aparentes correcciones a números. Me está diciendo que pocos lo han consultado. No es extraño, son casi 800 páginas en latín de un complicado texto astronómico.

El mapa lunar escondido

En la página 204, está insertada una hoja desplegable, de un tamaño equivalente a cuatro folios normales, que incluye un mapa lunar del que se específica que el cartógrafo es F. M. Grimaldi y la nomenclatura es del autor del libro (G. B. Riccioli).

En el mapa, se ve claramente que la representación de la Luna no es un círculo perfecto. Algunos lectores quizás piensen que su cara visible siempre es igual, pero realmente no es así. Debido a los movimientos de libración, si observa la Luna a lo largo de meses llegará ver hasta el 59 % de la superficie lunar. Esa particularidad está recogida en el mapa.

Grandes sabios de la antigüedad, como Arquímedes, Eratóstenes o Ptolomeo, o grandes astrónomos árabes medievales, como Albategnius, Alfraganus o Azophi son los nombres de algunos de los cráteres. No tardo en localizar el cráter Zagut, que aparece junto a otros más pequeños con nombres Zagut A hasta Zagut S. En el libro se indica que se refiere a “Abraham Zaguth”, a quien cita varias veces.

¿Por qué Zagut?

En el Almagestum Novum, cuando se refiere a Zacut, Riccioli cita a Augustinus Ricius, en concreto, su libro De motu octauae sphaerae. Afortunadamente, en la BGH tienen un ejemplar que me apresuro a consultar.

Ricius se presenta como discípulo de Zacut, a quien dice haber conocido en Cartago (Túnez). Cita su obra ha-Ḥibbur ha-gadol (La gran composición), escrita en hebreo, y se refiere a la observación por Zacut, desde Salamanca en 1474, de la ocultación de la estrella Spica por la Luna y como esta le sirvió para calcular la precesión de la Tierra (variación principal que experimenta en la dirección de su eje de rotación) con mayor exactitud que la utilizada en las Tablas alfonsíes.

Este descubrimiento es por el que Riccioli lo incluye en su mapa, pero lo trascribe como “Zagut”. Sin embargo, Ricious, que es la fuente original, siempre escribe Zacuth, que junto a Zacut y Zacuto son las denominaciones habituales de este sabio en lenguas romances. Queda así aclarado el origen del error, tal y como recogemos en la propuesta a la UAI para que sustituya Zagut por Zacut o Zacuto.

_Mis agradecimientos al personal de la magnífica BGH de la Universidad de Salamanca, en particular a Eduardo Hernández. _

The Conversation

J. Guillermo Sánchez León no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.



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