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El Romanticismo floreció a finales del siglo XVIII y principios del XIX y fue un movimiento cultural y artístico que buscaba expresar una visión emocional y subjetiva del mundo. En este contexto, la muerte se convirtió en un tema central, evocando una profunda reflexión sobre la naturaleza, el paso del tiempo y la transitoriedad de la vida humana.
La “muerte romántica” no se limitaba a la desaparición física, sino que representaba una conexión con lo infinito, lo trascendental y lo eterno, más allá de la existencia terrenal. Este enfoque no estaba marcado por la desesperanza, sino por una melancolía que sublimaba la muerte como parte del ciclo natural de la vida.
En la visión romántica, la muerte no era el final definitivo, sino un paso hacia algo más grande dentro de la naturaleza. Y la naturaleza reflejaba esta fugacidad, con paisajes solitarios y cielos nublados que simbolizaban el paso del tiempo y la proximidad de la muerte. Esta conexión con el entorno ayudaba a aceptar la mortalidad, ya que se veía como un espacio donde lo humano y lo divino se unían.
El arte de Caspar David Friedrich
Caspar David Friedrich (1774-1840) es uno de los artistas más emblemáticos del Romanticismo alemán. Sus obras reflejan la visión romántica de la muerte, entendida no como un final, sino como una transición y una parte inherente a la existencia humana.

Una de sus pinturas más icónicas, El caminante sobre el mar de nubes (1818), es un claro ejemplo de esta relación entre lo humano, lo sublime y la muerte. En este cuadro, un caminante solitario, de espaldas al espectador, se enfrenta a un mar de nubes, contemplando el infinito horizonte desde lo alto de una montaña.
La figura humana aparece diminuta ante la vastedad del paisaje, lo que sugiere la pequeñez del ser humano frente a la inmensidad del mundo natural. El mar de nubes puede interpretarse como una metáfora de la muerte, una frontera nebulosa entre la vida y lo desconocido. En la perspectiva romántica, este no es un fin trágico, sino un paso hacia lo sublime y lo eterno.
Otra de sus obras clave, Abadía en el robledal (1809), profundiza en la contemplación de la muerte y el paso del tiempo. La pintura muestra las ruinas de una abadía rodeadas de árboles marchitos, con un cortejo fúnebre avanzando hacia el interior del edificio.

La muerte está implícita en la desolación del paisaje y en la decadencia de la arquitectura. Sin embargo, lejos de representar la tragedia, Friedrich sugiere que la muerte es parte del ciclo natural de la vida. La naturaleza se sobrepone a las ruinas humanas, recordando la transitoriedad de la existencia y la persistencia de lo eterno.
Ambas pinturas, como muchas otras de Friedrich, están impregnadas de una profunda melancolía. En su visión, la muerte no es una separación, sino una integración de lo humano en el orden universal. Friedrich muestra la muerte como parte de la naturaleza, sugiriendo que, al igual que el paisaje, la vida humana es breve pero pertenece a algo eterno.
La estética Dark Academia y otras expresiones contemporáneas
La estética Dark Academia es un fenómeno cultural contemporáneo que ha ganado popularidad en los últimos años. Se caracteriza por su fascinación por la literatura, la filosofía, el conocimiento y, en particular, la muerte, el paso del tiempo y la nostalgia. Inspirada en el Romanticismo, esta subcultura valora la reflexión sobre la fugacidad de la vida, la conexión con la naturaleza y la contemplación de la muerte como una parte esencial de la experiencia humana.
Visualmente, la estética Dark Academia se distingue por su paleta de colores oscuros y melancólicos: negro, gris, marrón y burdeos. La vestimenta está influenciada por el estilo académico tradicional, con blazers, suéteres de lana y bufandas gruesas que evocan la moda de épocas pasadas.
Los espacios favoritos de sus seguidores incluyen bibliotecas antiguas, pasillos de universidades históricas y habitaciones repletas de libros polvorientos. Todo esto crea una atmósfera de introspección y reflexión filosófica. Este ambiente, cargado de nostalgia, resuena con la melancolía romántica y su visión de la muerte como un tema esencial del pensamiento y el arte.

La fascinación por la muerte en la estética Dark Academia también se manifiesta en su preferencia por la literatura romántica. Autores como Lord Byron (1788-1824), John Keats (1795-1821) y Edgar Allan Poe (1809-1849), cuyas obras exploran la muerte, la belleza efímera y la transitoriedad de la vida, son figuras recurrentes en este movimiento. La Dark Academia establece así un diálogo con el Romanticismo, compartiendo su visión filosófica sobre la mortalidad y el destino humano.
Otros exponentes del Romanticismo y la muerte
Además de Friedrich, otros artistas y escritores románticos exploraron la muerte en sus obras. Francisco de Goya (1746-1828), en sus Pinturas negras, representó la muerte de manera oscura y perturbadora, reflejando el miedo y la desesperanza humana. Eugène Delacroix (1798-1863), en La muerte de Sardanápalo (1827), ofreció una visión dramática y teatral de la muerte, resaltando el sufrimiento y la belleza trágica.

En la literatura, John Keats abordó la fugacidad de la vida en poemas como Oda a un ruiseñor (1819), mientras que Mary Shelley (1797-1851) exploró la relación entre la muerte y la ciencia en Frankenstein (1818). Por su parte, Edgar Allan Poe, maestro del relato gótico, convirtió la muerte en el eje central de su obra, con relatos como El cuervo (1845) y Ligeia (1838), donde la muerte y el duelo se entrelazan con lo sobrenatural y lo melancólico.
De este modo, la Dark Academia puede entenderse como una reactivación moderna del Romanticismo, adaptada a un nuevo contexto cultural, pero manteniendo su fascinación por la muerte, la melancolía y la contemplación filosófica de la existencia efímera.

Lara López Millán no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.